Amor o dependencia emocional
La dependencia emocional se ha tornado un problema muy frecuente en las consultas psicológicas.
¿Qué es la dependencia emocional?
La dependencia emocional puede ser comparada a otras adicciones. Por tanto, así como ocurre en otros tipos de adicciones, en la dependencia emocional también se dan mecanismos de refuerzo positivo que culminan en la dependencia psicológica, lo que causa una necesidad desproporcionada de algo, en este caso, del otro.
La dependencia emocional puede ser experimentada respecto a las personas que mantenemos una relación interpersonal como familiares y amigos, pero, fundamentalmente, se da respecto a la pareja. Es importante no confundir este tipo de dependencia con la necesidad de afecto que tenemos todos los seres humanos. La dependencia emocional se da cuando desarrollamos conductas patológicas, desproporcionadas y desadaptativas para conseguir el afecto de alguien.
Las relaciones basadas en la dependencia emocional se caracterizan por ser destructivas y están marcadas por excesiva entrega, angustia ante la separación, sentimiento extremo de anhelo del otro, necesidad de atención constante y de gestos de aprobación por parte del otro para reafirmar la relación.
La dependencia emocional tiene un carácter puramente afectivo y no se puede explicar por otro tipo de dependencia como, por ejemplo, la dependencia económica. La persona de la que se depende es el objeto de una idealización en la que la persona idealizada está por encima de cualquier otra cosa o persona, incluso de uno mismo.
A pesar de que esta relación de dependencia suele generar sufrimiento y malestar, la persona dependiente trata de complacer constantemente al otro, sobreestimando sus cualidades e infraestimando las propias, aumentando así, la sensación de inferioridad y baja autoestima de sí mismo. Los deseos y las necesidades del otro están por encima de las propias, creando una relación donde existe una disfuncionalidad y asimetría en el rol de cada miembro de la pareja, así como un desequilibrio en la relación en sí. Así, el dependiente emocional suele ir abandonando poco a poco todas sus aficiones, amistades, familia y actividades de su vida diaria para poder pasar más tiempo junto a la otra persona.
Cuando este tipo de relación llega a su fin, la ruptura es vivida por la persona dependiente como algo verdaderamente catastrófico y que no lo puede soportar. Por tanto, busca de todas las maneras reanudar la relación. En el caso de que no tenga éxito, el dependiente centrará todos sus esfuerzos en encontrar a otra persona que cubra la necesidad desmesurada de estar siempre acompañado y calmar la sensación de soledad y abandono, estableciendo así, otro ciclo de dependencia afectiva, cambiando una adicción por otra.
Un primer paso para romper ese círculo vicioso es trabajar el amor propio. Cuando hablo en amor propio o amar hacia uno mismo, no estoy hablando del egoísmo de relacionarse con el otro manipulándolo para conseguir satisfacer sus propios deseos – en este caso estaríamos hablando de narcisismo, pero este tema sería para otro artículo –. El amor propio sería más bien ser responsable de que estemos bien, de que nos sintamos a gusto en nuestra propia compañía, de que no tengamos la necesidad de estar con otra persona, sino que deseamos estar acompañados y, sólo en este caso, poder compartir nuestra vida con el otro.
Es necesario conocernos, saber qué nos hace felices, qué nos angustia, respetar nuestro espacio y nuestros derechos, y también los del otro, en definitiva, tener un equilibrio de nuestras propias emociones, aceptarnos, cuidarnos y, sobre todo, querernos.
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Sandra Ribeiro
Psicóloga General Sanitaria (M-34885)
Profesora Asociada del Dpto. de Psicología de la Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la UNED
Profesora del Máster en Psicología General Sanitaria de la Universidad Villanueva
Responsable de formación y supervisora de casos clínicos en el Servicio de Psicología Aplicada (SPA) de la UNED
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