Vivimos en una sociedad que valora la productividad, el perfeccionismo y la eficiencia y, como consecuencia de esto, muchas personas viven atrapadas en un estado de constante ansiedad sin que nadie, ni siquiera ellas mismas, lo noten. Esto se conoce como Ansiedad de Alto Funcionamiento (AAF).
No es un diagnóstico clínico oficial, pero lo cierto es que es una realidad cada vez más común que afecta de forma significativa en la calidad de la vida de quienes la padecen.
¿Qué es la ansiedad de alto funcionamiento?
La Ansiedad de Alto Funcionamiento es una forma de ansiedad en la que la persona logra mantener un nivel de funcionalidad normal, o incluso superior al promedio, en su desempeño diario, a pesar de estar en un estado constante de ansiedad.
A diferencia de otras formas de ansiedad más visibles, en el caso de la AAF sus síntomas se esconden detrás de una fachada de éxito, organización y control.
Las personas que experimentan este tipo de ansiedad suelen ser responsables, exitosas, puntuales, perfeccionistas y muy productivas. Desde fuera puede parecer que lo tienen todo bajo control, pero internamente viven con un alto nivel de estrés, preocupación excesiva y autoexigencia constante.
¿Cuáles son sus síntomas?
Aunque no todos los casos son iguales, la Ansiedad de Alto Funcionamiento, suele presentar una combinación de síntomas físicos, emocionales y conductuales.
Síntomas emocionales y cognitivos:
- Preocupación constante, incluso sin motivo aparente.
- Miedo al fracaso o al juicio ajeno.
- Dificultad para relajarse, incluso en momentos de ocio.
- Pensamientos rumiantes (darle vueltas una y otra vez a algo).
- Necesidad constante de validación externa.
Síntomas conductuales:
- Perfeccionismo extremo.
- Hiperproductividad como forma de distracción o compensación.
- Incapacidad para decir “no” o poner límites.
- Evitación del descanso por miedo a parecer ser una persona vaga ante los demás.
- Dificultad para delegar tareas.
Síntomas físicos:
- Fatiga crónica.
- Insomnio o sueño no reparador.
- Tensión muscular, dolores de cabeza, problemas gastrointestinales.
- Taquicardia o sensación de opresión en el pecho.
A menudo, las personas que padecen AAF sienten que no pueden detenerse, ya que temen que su mundo interno y externo colapse si lo hacen.
¿Cuáles son las causas que provocan la Ansiedad de Alto Funcionamiento?
La Ansiedad de Alto Funcionamiento (AAF) no surge de la nada. Sus raíces suelen ser profundas y complejas, combinando varios factores que se entrelazan a lo largo de la vida de una persona.
Factores personales y psicológicos
Muchas veces, todo comienza con una tendencia al perfeccionismo. Las personas que experimentan AAF suelen tener un deseo casi incontrolable de hacerlo todo “bien”. No se permiten errores y, cuando algo no sale como esperaban, se juzgan con dureza. Por ejemplo, una persona puede pasar horas revisando un simple correo electrónico antes de enviarlo, con el temor de que un mínimo error la haga quedar mal ante los demás.
A esto se suma la autoexigencia. No es solo querer hacer las cosas bien, sino también exigirse mucho más de lo que realmente es necesario o saludable. Imagina a alguien que, aunque haya terminado todas sus tareas del trabajo, sigue buscando nuevas cosas que hacer, sintiendo que nunca es suficiente.
Detrás de estas actitudes, suele esconderse una baja autoestima. Aunque por fuera parezca segura y capaz, en su interior esta persona puede sentirse constantemente insuficiente. Puede haber crecido con la idea de que su valor depende exclusivamente de su rendimiento o sus logros.
Además, existe un temor profundo al rechazo o al fracaso. Muchas personas con AAF viven con el miedo constante de no estar a la altura de las expectativas de los demás. Temen decepcionar, ser juzgadas o quedarse solas si no cumplen con lo que creen que se espera de ellas.
Factores sociales y culturales
No podemos ignorar que vivimos en una sociedad donde la productividad es vista como una virtud, casi como una medida del valor personal. Desde pequeños escuchamos frases como “el que madruga, Dios lo ayuda” o “tienes que ser el mejor”, y sin darnos cuenta, esas ideas se van quedando grabadas. Quienes padecen AAF suelen haberse adaptado muy bien a estas exigencias, pero a costa de su bienestar emocional.
Las redes sociales también tienen un papel importante. Navegar por Instagram o LinkedIn puede convertirse en un escenario constante de comparaciones. Ves a otras personas que parecen tener vidas perfectas: trabajos exitosos, vacaciones soñadas, relaciones felices. Esto genera una presión silenciosa por mantenerse siempre a la altura y no mostrar debilidad.
Por último, el entorno familiar puede ser determinante. Muchas personas con AAF crecieron en hogares donde el afecto estaba condicionado al rendimiento. Quizás de niños solo recibían elogios cuando sacaban buenas notas o eran responsables. Estos mensajes, repetidos una y otra vez, crean la creencia de que solo valen por lo que logran, no por quienes son.
Factores biológicos
Por supuesto, también hay factores biológicos que pueden influir. Algunas investigaciones señalan que los desequilibrios en los niveles de neurotransmisores como la serotonina o la dopamina pueden aumentar la vulnerabilidad a la ansiedad. Esto significa que, biológicamente, algunas personas pueden ser más propensas a experimentar estos estados de preocupación constante.
Además, la genética también juega un papel. Si en la familia existen antecedentes de trastornos de ansiedad, es más probable que un individuo desarrolle síntomas similares. No es raro escuchar historias de personas que, al hablar con sus padres o abuelos, descubren que ellos también vivieron con niveles elevados de estrés o nerviosismo, aunque quizás nunca hayan sido diagnosticados.
El comportamiento dual de la AAF
Las personas con AAF pueden tener dos lados:
- “El lado aprendido” (el lado del alto rendimiento), que es la parte que muestran al mundo. Esto les proporciona la validación que necesitan para sentirse seguros y con control de todo.
- “El lado sombra”, que es la faceta que mantienen oculta. Aquí es dónde residen todos los temores, preocupaciones y ansiedades.
En la siguiente tabla podemos ver algunas de las formas en las que pueden manifestarse ambos lados:
Lado aprendido (lo que mostramos) | Lado sombra (lo que ocultamos) |
---|---|
Organización | Preocupación en exceso |
Sociabilidad | Perfeccionismo |
Trabajar incansablemente | Sentir agotamiento de forma frecuente |
Cumplir con todos los plazos | Temor al fracaso |
Ser una persona sobresaliente | Preocuparse por defraudar a los demás. |
Productividad | Procrastinar |
Aparente tranquilidad | Dificultades para dormir |
Superación constante | Sentirse insuficiente |
Tener éxito | Temor |
Apariencia de tener todo bajo control | Dificultad para poder límites o decir “no” |
Servicial | Sufrir agotamiento |
Empatía | Ser extremadamente responsable |
Solucionar problemas | Soledad |
No podemos ocultar nuestro verdadero yo indefinidamente ya que ignorar constantemente nuestros propios deseos y límites solo puede llevarnos a sentir fatiga y ansiedad y la sensación de que algo no va bien.
Algunos de los comportamientos que al principio podían parecer positivos como, por ejemplo, asumir responsabilidades, sobresalir o ser siempre la persona “tranquila”, tarde o temprano va a pasar factura. Pero existe una forma mejor de vivir, una en la que estemos arraigados y podamos simplemente ser, sin que el miedo nos guíe por la vida.
Pasos a seguir para su tratamiento
Para poder calmar la Ansiedad de Alto Funcionamiento, el primer paso es desaprender lo que, durante años, hemos creído necesario para sentirnos valiosos. Esto significa detenernos, observarnos con honestidad y reconocer que esa necesidad constante de control, perfección y validación externa tiene raíces más profundas, muchas veces relacionadas con el miedo al fracaso, al rechazo o a la sensación de no ser suficiente. Desaprender es un proceso de consciencia y valentía, donde comenzamos a cuestionar esos patrones automáticos, como la autoexigencia desmedida o la incapacidad para decir “no”. No se trata de dejar de ser responsables, sino de soltar la idea de que solo valemos por lo que hacemos o logramos.
Una vez que comenzamos a soltar esas creencias, podemos empezar a aprender nuevas formas de vivir, basadas en la autocompasión y la aceptación. Aprender, en este contexto, implica reconectar con nuestra sensibilidad, permitirnos sentir sin juzgarnos y aprender a cuidar de nosotros mismos con amabilidad. Significa también entender que descansar no es un lujo, sino una necesidad, y que podemos establecer límites sin que eso nos haga menos valiosos. Este camino nos lleva a comprender que el bienestar no está en hacer más, sino en vivir con mayor consciencia y equilibrio.
El valor de la ayuda profesional
Aunque este proceso de desaprender y aprender puede iniciarse de manera personal, muchas veces resulta difícil recorrerlo en soledad. La ayuda profesional se vuelve clave para identificar con claridad esos patrones internos que mantienen activa la ansiedad, y para acompañarnos con herramientas efectivas y adaptadas a nuestra historia personal. Un psicólogo especializado no solo aporta conocimiento técnico, sino que ofrece un espacio seguro donde podemos expresar nuestras emociones sin temor al juicio, algo que para quienes sufren de AAF suele ser todo un desafío.
Además, el acompañamiento terapéutico nos ayuda a reconocer nuestros límites, fortalecer la autoestima y aprender a establecer relaciones más sanas, tanto con los demás como con nosotros mismos. Pedir ayuda no es un signo de debilidad, sino un acto de valentía que marca el inicio de una vida más libre, donde el éxito no esté ligado al sufrimiento y donde podamos, finalmente, vivir en paz con quienes somos, más allá de lo que hacemos.
Como conclusión, la AAF es una paradoja de la situación actual en la que vivimos, en la que las personas logran grandes cosas mientras luchan silenciosamente con un malestar interior que apenas son capaces de reconocer.
El primer paso hacia la recuperación estaría en reconocer que algo no está bien, aunque desde fuera pueda parecer lo contrario.
Buscar ayuda profesional para aprender a poner límites, practicar la autocompasión y redefinir lo que significa el éxito personal son claves para poder recuperar el equilibrio y mejorar el bienestar emocional.
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