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El peso invisible del dolor crónico y cómo la mente puede ser una aliada

El peso invisible del dolor crónico y cómo la mente puede ser una aliada

El peso invisible del dolor crónico y cómo la mente puede ser una aliada 800 800 Sandra Ribeiro

El dolor es una experiencia universal. Todos, en algún momento de la vida, hemos sentido dolor físico: un golpe, una caída, un dolor de muelas, un esguince. En estos casos, el dolor cumple una función clara: alertarnos de que algo no va bien en el cuerpo y necesitamos atenderlo. Sin embargo, hay ocasiones en que el dolor deja de ser una señal temporal y se convierte en un acompañante constante, persistente y, muchas veces, incapacitante. A este tipo de dolor lo llamamos dolor crónico. 

El dolor crónico afecta a millones de personas en todo el mundo y no distingue entre edades, géneros o profesiones. Más allá de lo físico, impacta profundamente en la calidad de vida: limita actividades, afecta al estado de ánimo, modifica las relaciones sociales y puede incluso alterar la manera en la que una persona se percibe a sí misma. 

Este artículo trata de explicar, de manera sencilla y clara, qué es el dolor crónico, cuáles son sus causas y factores asociados, cómo se manifiesta y qué papel puede tener la psicoterapia en su abordaje. La idea no es ofrecer soluciones mágicas (porque no existen), sino brindar una mirada amplia y realista que permita comprender mejor esta condición y ofrecer alternativas de afrontamiento más saludables. 

¿Qué es el dolor crónico? 

El dolor crónico se define como aquel dolor que persiste durante más de tres meses y que no puede explicarse únicamente por un daño físico puntual o una lesión aguda. A diferencia del dolor agudo, que aparece como una señal de alarma, el dolor crónico puede mantenerse incluso después de que la causa inicial haya desaparecido. 

Por ejemplo, alguien que sufre una fractura ósea siente dolor intenso durante la recuperación, pero, una vez sanado el hueso, ese dolor desaparece. En cambio, en personas con dolor crónico, la señal de dolor sigue activa, aunque los tejidos ya no estén lesionados. 

Se trata de una condición compleja en la que intervienen factores biológicos, psicológicos y sociales. Esto significa que el dolor crónico no es solo una cuestión del cuerpo, sino también de la mente y del entorno. 

Algunos datos importantes a destacar: 

  • La Organización Mundial de la Salud estima que alrededor del 20% de la población mundial sufre algún tipo de dolor crónico. 
  • Es una de las principales causas de discapacidad laboral y personal en todo el planeta. 
  • Puede presentarse en diferentes formas: dolores musculares persistentes, migrañas, fibromialgia, dolor lumbar, artritis reumatoide, dolor neuropático, entre otros. 

¿Cómo afecta a las personas? 

El impacto del dolor crónico va mucho más allá de la incomodidad física. Al mantenerse de forma continua, afecta múltiples esferas de la vida: 

  1. A nivel físico: 
  • Limitación de movimientos y actividades cotidianas. 
  • Dificultades para dormir debido al dolor nocturno. 
  • Fatiga constante por el esfuerzo que implica convivir con el dolor. 
  1. A nivel psicológico: 
  • Ansiedad anticipatoria (“¿y si mañana me duele más?”). 
  • Depresión, debido a la pérdida de autonomía o de actividades significativas. 
  • Irritabilidad, frustración y sensación de impotencia. 
  1. A nivel social: 
  • Aislamiento, ya que muchas personas dejan de participar en reuniones, salidas o actividades recreativas. 
  • Conflictos en la pareja o la familia, ya que el entorno no siempre comprende lo que implica vivir con dolor constante. 
  • Estigmatización: algunas personas son vistas como exageradas o “quejicas”, lo que incrementa el malestar. 

Como consecuencia de todo ello, el dolor crónico puede alterar profundamente la identidad de la persona. Muchos pacientes expresan frases como: “ya no soy la misma persona de antes” o “siento que mi vida se detuvo cuando empezó el dolor”. 

Causas y factores que contribuyen al dolor crónico 

El dolor crónico es el resultado de múltiples factores que interactúan entre sí. No siempre hay una causa única, sino un entramado complejo de influencias. 

  1. Factores biológicos
  • Lesiones previas: algunas personas desarrollan dolor crónico después de una cirugía, fractura o enfermedad que dejó secuelas. 
  • Cambios en el sistema nervioso: en ocasiones, los nervios responsables de transmitir la señal de dolor se vuelven “hipersensibles” y envían señales de dolor incluso sin un estímulo real. 
  • Enfermedades inflamatorias o degenerativas: como la artritis, la fibromialgia, la esclerosis múltiple o el lupus. 
  1. Factores psicológicos
  • Estrés crónico: mantener el cuerpo en alerta constante puede aumentar la percepción del dolor. 
  • Ansiedad y depresión: no solo son consecuencia del dolor, sino también factores que lo intensifican. 
  • Catastrofismo: tendencia a interpretar el dolor como insoportable o interminable, lo cual refuerza el sufrimiento. 
  1. Factores sociales y ambientales
  • Falta de apoyo social: sentir que el entorno no comprende o minimiza el dolor incrementa el malestar. 
  • Contexto laboral: trabajos exigentes o poco flexibles pueden agravar la situación. 
  • Acceso limitado a tratamientos adecuados: en muchos lugares, los recursos para abordar el dolor crónico son insuficientes. 

¿Cómo se manifiesta? 

El dolor crónico no es igual en todas las personas. Puede variar en intensidad, frecuencia y localización. Sin embargo, existen algunas características comunes: 

  • Dolor persistente que dura más de tres meses. 
  • Oscilaciones en la intensidad: algunos días puede ser más tolerable y otros mucho más fuerte. 
  • Síntomas asociados: fatiga, insomnio, problemas digestivos, tensión muscular. 
  • Cambios emocionales vinculados al dolor: tristeza, irritabilidad, desesperanza. 

En muchos casos, el dolor crónico se convierte en un “círculo vicioso”: el dolor limita la actividad física, lo cual provoca rigidez y más dolor, y a la vez impacta en el ánimo, lo que incrementa la percepción del dolor. 

 

 El abordaje de este dolor desde la psicoterapia 

Aunque no existe un tratamiento único ni definitivo que elimine el dolor crónico, sí hay herramientas para aprender a convivir mejor con él y reducir su impacto en la vida cotidiana. Aquí la psicoterapia desempeña un papel clave. 

  1. Psicoterapia cognitivo-conductual (TCC)

La Terapia Cognitivo-Conductual (TCC) es una de las intervenciones más estudiadas y eficaces para el dolor crónico. Su objetivo es identificar y modificar pensamientos y conductas que, sin querer, amplifican la experiencia dolorosa. En consulta se trabaja, por ejemplo, con la detección de ideas catastrofistas («esto nunca va a mejorar”) para transformarlas en interpretaciones más realistas y útiles; se promueve la activación conductual, retomando de forma gradual actividades significativas que se habían abandonado; y se entrenan técnicas de relajación y respiración que ayudan a disminuir la tensión muscular y, con ello, la percepción del dolor.

  1. Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT)

La Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) propone dejar de librar una batalla constante contra el dolor y, en su lugar, aprender a convivir con él para recuperar una vida plena. No busca eliminar la sensación dolorosa, sino ampliar la capacidad de vivir con sentido a pesar de su presencia. Para ello se entrena la atención plena, observando las sensaciones sin juzgarlas; se clarifican los valores personales, familia, trabajo, ocio, y se impulsa el compromiso con acciones coherentes con esos valores; y se trabaja la “defusión” cognitiva, es decir, tomar distancia de los pensamientos negativos relacionados con el dolor para que tengan menos poder sobre la conducta.

  1. Mindfulness y regulación emocional

La práctica del mindfulness ha mostrado beneficios claros para reducir la percepción del dolor y mejorar el bienestar psicológico. Al entrenar la atención plena en el presente, disminuye la rumiación y ayuda a rebajar la activación fisiológica del estrés. Además, favorece una relación distinta con las sensaciones corporales: en lugar de reaccionar automáticamente ante ellas, aprendemos a observarlas con curiosidad y sin juicio, lo que reduce su impacto y amplía la sensación de control.

  1. Intervenciones psicoeducativas

Comprender cómo funciona el dolor crónico es, en sí mismo, una intervención terapéutica: muchas personas sienten alivio al descubrir que dolor no siempre equivale a daño físico. La psicoeducación reduce el miedo y la ansiedad al ofrecer un marco claro para interpretar las sensaciones, y además empodera al paciente con estrategias concretas para manejar el dolor en su vida diaria, mejorar el autocuidado y comunicarse mejor con su entorno y con el equipo sanitario.

  1. Terapia de grupo y apoyo social

Compartir experiencias con otras personas que también viven con dolor crónico puede ser profundamente sanador. Los grupos de apoyo ofrecen validación emocional, abren un espacio para intercambiar estrategias prácticas y, sobre todo, reducen la sensación de aislamiento al recordarnos que no estamos solos en lo que sentimos ni en cómo lo afrontamos.

 

Como conclusión podemos decir que el dolor crónico es una experiencia compleja que trasciende lo físico. Afecta a la mente, las emociones, las relaciones sociales y la manera en que cada persona vive su vida. Aunque no siempre se puede eliminar por completo, sí es posible aprender a manejarlo y reducir su impacto con la ayuda de enfoques psicoterapéuticos. 

La psicoterapia ofrece herramientas para cambiar la relación que la persona tiene con su dolor, desde modificar pensamientos limitantes, hasta fomentar la aceptación y el compromiso con lo que realmente importa en la vida. 

Vivir con dolor crónico no es fácil, pero tampoco significa renunciar al bienestar ni a los proyectos personales. Con acompañamiento profesional, estrategias adecuadas y apoyo social, es posible construir una vida con sentido, incluso en presencia del dolor. 

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