Muchas personas llevan vidas aparentemente normales: trabajan, cuidan de otros, sonríen en fotos. Pero en silencio, sienten que algo está desconectado. No saben cómo ponerle nombre a esa sensación de vacío, a esa dificultad para sentir, para estar presentes o para cuidarse de verdad.
A esto, desde la psicología, lo llamamos disociación interna.
1. ¿Qué es la disociación interna?
No se trata de “perder la cabeza” ni de olvidar quién eres, como a veces muestran las películas. Disociarse internamente es, en realidad, una estrategia de supervivencia emocional. Es separarte de lo que duele, dividirte en capas para seguir funcionando. Es hacer por fuera, mientras algo en ti se desconecta por dentro. Es posible que en la infancia aprendieras que mostrar emociones no era
seguro. O que fuiste el adulto responsable en una casa caótica. Que aprendiste a “seguir adelante” sin que nadie preguntara cómo estabas.
2. Signos comunes de disociación interna
- Haces mucho, pero te cuesta sentir.
- Eres eficiente, pero no te cuidas.
- Escuchas a los demás, pero no sabes qué necesitas tú.
- Te ves desde fuera, como si vivieras una vida que no te pertenece del todo.
- Te cuesta llorar, descansar o pedir ayuda.
- Sientes que algo falta, pero no sabes qué es.
Te dejaste para después… y ese después nunca llega.
3. ¿Por qué ocurre?
La disociación no es una debilidad, es un recurso. Es lo que el cuerpo y la mente hacen cuando estar presentes duele demasiado. Se aprende cuando, por ejemplo:
- Había que ser fuerte para no preocupar a nadie.
- El afecto venía acompañado de exigencias.
- Se invalidaban tus emociones: “No llores”, “No fue para tanto”, “Tú puedes sola”.
4. Las consecuencias a largo plazo
Esta forma de estar en el mundo puede hacerte sentir vacío, desconectado de ti mismo. Puede dificultar las relaciones, hacerte sentir solo incluso estando acompañado, o llevarte a exigirte siempre más sin disfrutar de lo logrado. A veces, incluso el cuerpo empieza a hablar: insomnio, ansiedad, síntomas físicos sin causa médica clara.
5. El camino de vuelta
Sanar la disociación no es forzar la emoción, sino crear un espacio seguro para que vuelva a aparecer.
- Acompañamiento terapéutico.
- Escuchar las necesidades del cuerpo: descanso, movimiento, nutrición.
- Practicar la presencia: momentos de silencio, contacto con la naturaleza, arte.
- Reaprender a sentir sin culpa. No se trata de “dejar de funcionar”, sino de volver a habitarte, de construir una vida donde también tú estés presente.
Si alguna vez sentiste que todo está bien, pero tú no lo estás… no estás solo. Nombrarlo ya es empezar a cuidarte. Porque vivir por fuera no basta: mereces también estar en casa por dentro.
Cómo sanar la herida que generó el autoabandono
No se trata de hacer más. Ni de convertirte en una versión perfecta de ti. Se trata de volver a ti.
Cuando hablamos de autoabandono, hablamos de una herida profunda: la de haberte sentido sola en momentos en los que necesitabas cuidado, presencia, sostén. Aprendiste a sobrevivir desconectándote de tus necesidades básicas: descansar, alimentarte bien, moverte, disfrutar. Quizás fuiste la niña o el niño que se hizo adulta/o demasiado pronto, que aprendió a no molestar, a no necesitar, a no ser carga. Y ahora, en la adultez, sigues funcionando. Trabajas, resuelves, sostienes a otros. Pero tú, ¿dónde estás?
- Sanar esa herida no es hacer dieta, ir al gimnasio o practicar mindfulness porque “hay que hacerlo”.
- No es ser perfecta ni tener una vida basada en logros, es hacer un trabajo profundo de conexión.
- Es algo más profundo: es permitirte volver a habitarte.
- Es empezar a preguntarte: ¿qué necesito yo hoy?
- Es dar espacio al cuerpo que has ignorado tanto tiempo.
- Es descansar sin culpa. Comer sin castigo. Moverte por placer, no por exigencia.
- Es dejar de mirarte con los ojos de quienes no supieron verte.
Sanar es un acto de presencia. Y de paciencia.
No se trata de logros, sino de vínculo contigo.
No hay un destino final, pero sí un camino de regreso: cada vez que te eliges, aunque sea un poquito, estás sanando.
¿Cómo empiezo a sanar el autoabandono en mi día a día?
Sanar no es algo que se logra de golpe, sino a través de pequeños actos de amor propio sostenidos en el tiempo. Aquí van algunos ejemplos sencillos, pero profundamente transformadores:
- Descansar cuando estás cansada/o, no solo cuando “ya no puedes más”: Pon límites. Apaga el ordenador antes. Tómate un día sin hacer nada “productivo”.
- Comer con presencia: No es hacer dieta, es sentarte sin pantallas, saborear, preguntarte qué te apetece y cómo te cae lo que comes.
- Mover tu cuerpo desde el placer, no desde la culpa: Caminar, bailar, estirarte al despertar. Movimiento suave que te recuerde que estás viva.
- Decirte cosas amables: Observa tu diálogo interno: ¿te hablas como te hablarías si fueras tu mejor amiga/o?
- Cuidar tu entorno: Ordenar un rincón, encender una vela, poner una canción que te conecte. Tu espacio también habla de tu vínculo contigo.
- Tomarte en serio cuando algo duele: No minimizar lo que sientes. No justificar lo que te daña.
¿Cómo te acompañamos en terapia?
El trabajo terapéutico no es una corrección de lo que haces mal, sino un acompañamiento amoroso para que te reencuentres contigo.
En terapia te ayudamos a:
- Reconocer el origen de tu autoabandono. Entender por qué te desconectaste, cuándo aprendiste que no podías necesitar, sentir o descansar.
- Construir un espacio seguro para volver a sentir. Empezar a habitarte sin juicio.
- Revisar tus creencias. Dejar de vivir desde el “deber” constante para dar lugar al deseo, al permiso, al cuidado.
- Acompañarte en el proceso de cambio. No estás sola: estás acompañada en el camino de volver a ti.
Volver a ti no es egoísmo, es sanación.
Tu vida no necesita más logros.
Necesita más presencia, más ternura, más verdad
Pide cita:
Rellena nuestro formulario
Para mantenerte informado/a de todos nuestros artículos, síguenos en Instagram.
Sandra Ribeiro
Psicóloga General Sanitaria (M-34885)
Profesora del Dpto. de Psicología de la Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la UNED
Profesora del Máster en Psicología General Sanitaria de la Universidad Villanueva
Responsable de formación y supervisora de casos clínicos en el Servicio de Psicología Aplicada (SPA) de la UNED