«El cuerpo lleva la cuenta de lo que la mente intenta olvidar».
— Bessel van der Kolk
El cuerpo como testigo
Muchas personas viven atrapadas en un cuerpo que habla constantemente a través de dolores persistentes, fatiga crónica, problemas digestivos, taquicardias… Se han hecho pruebas, analíticas, resonancias… y todo “sale bien”, síntomas físicos reales que no encuentran explicación médica clara. Pero no se sienten bien. No duermen, no descansan, no pueden disfrutar de su cuerpo. En realidad, lo que ocurre no es que el cuerpo esté fallando, sino que está hablando por ellas.
A veces, el cuerpo grita lo que no nos atrevemos a decir en voz alta. Te han dicho que “todo está bien”, pero tú no te sientes bien. En estos casos, el cuerpo puede estar expresando, a través de síntomas físicos, un sufrimiento emocional no resuelto.
Este fenómeno se conoce como trastorno somático, y no es una invención ni una exageración. Lo que ocurre es que, aunque los síntomas son reales, intensos y generan un gran malestar, el origen no es una lesión física detectable, sino un desequilibrio emocional o psicológico que se manifiesta a través del cuerpo. Es la manera en que el cuerpo lleva la cuenta de experiencias emocionales que no han podido procesarse, como explica el psiquiatra Bessel van der Kolk en su libro El cuerpo lleva la cuenta
¿Qué es un trastorno somático?
En el Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSM-5), el diagnóstico se denomina Trastorno de Síntomas Somáticos, y se caracteriza por:
- Uno o más síntomas físicos que causan malestar significativo o alteran la vida diaria.
- Preocupación excesiva por la salud, pensamientos persistentes sobre la gravedad de los síntomas, ansiedad o conductas repetitivas para controlarlos.
- Persistencia de los síntomas, incluso si cambian con el tiempo (por ejemplo, dolor que aparece en diferentes partes del cuerpo o síntomas que se desplazan).
Es decir, la persona presenta uno o más síntomas físicos persistentes que causan malestar y limitan su vida, sin que exista una causa médica que los explique completamente. Pero el diagnóstico no depende tanto de la ausencia de causa médica, sino del impacto que los síntomas tienen en la vida emocional y funcional de la persona.
¿Por qué el cuerpo habla?
El cuerpo y la mente están profundamente conectados. Cuando una emoción no se puede procesar, expresar o incluso identificar, muchas veces se canaliza por vías somáticas. El cuerpo se convierte en un mensajero del dolor emocional no dicho.
Esto puede ocurrir en personas que:
- Han vivido situaciones traumáticas no elaboradas. En el artículo «Traumas no resueltos: el obstáculo oculto en las relaciones» exploramos el impacto del trauma.
- Se les ha enseñado desde pequeñas a “no quejarse”, a “ser fuertes”, a no mostrar tristeza o rabia. En el artículo «Demasiado madura para mi edad: El coste emocional de ser la hija perfecta.» exploramos una infancia donde no se «permite» ser un niño/a.
- No se permiten descansar, sentir o pedir ayuda.
- Han aprendido a estar más en la acción que en la reflexión emocional.
En estos casos, el cuerpo toma la palabra cuando la persona no encuentra voz.
Ejemplos comunes de somatización
- Dolor crónico (espalda, cabeza, articulaciones) sin causa médica.
- Problemas digestivos recurrentes (náuseas, colon irritable).
- Mareos, sensación de desmayo o debilidad.
- Dificultades respiratorias sin diagnóstico médico claro.>
- Sensación de “nudo en la garganta” o dificultad para tragar.
- Taquicardias o presión en el pecho sin alteraciones cardíacas.
Estos síntomas suelen generar angustia, visitas frecuentes al médico y una sensación de no ser comprendido por el entorno.
¿Por qué no se detecta fácilmente?
Vivimos en una cultura que separa cuerpo y mente. Las personas suelen recibir múltiples pruebas médicas que descartan enfermedades físicas, pero rara vez se les ofrece una evaluación psicológica o emocional.
Además, el sufrimiento emocional sigue estando estigmatizado: “ser fuerte” se confunde con “no sentir”. Esto hace que muchas personas lleguen a consulta después de años de síntomas, con una sensación de desesperanza, desconfianza y desgaste.
El cuerpo como memoria emocional
Van der Kolk propone que muchas de las sensaciones físicas que experimentan las personas con trauma (dolor, tensión, hipervigilancia, insomnio, dificultades digestivas) no son “psicosomáticas” en el sentido de “imaginarias”, sino somatizaciones reales de experiencias emocionales que han quedado atrapadas en el cuerpo.
El trauma no resuelto —ya sea por experiencias de abuso, negligencia emocional, violencia, pérdidas tempranas o estrés crónico— no solo afecta a la mente, sino al sistema nervioso. Cuando no se puede hablar, llorar, gritar o escapar, el cuerpo se encarga de guardar esa carga. Pero no puede sostenerla indefinidamente sin consecuencias.
La neurobiología del trauma y la somatización
Desde la Teoría de la Regulación del Afecto de Allan Schore, sabemos que el desarrollo emocional saludable depende de relaciones tempranas seguras, en las que el bebé puede regular sus emociones a través del contacto con un cuidador sensible. Cuando esto falla, el sistema nervioso autónomo se desorganiza: el cuerpo aprende a sobrevivir, no a vivir en calma.
Esto se traduce en adultos con sistemas nerviosos hiperactivados (ansiedad, tensión muscular, digestiones lentas, insomnio) o hipoactivados (fatiga crónica, sensación de vacío, disociación). Ambos extremos pueden generar síntomas físicos persistentes, incluso sin “estrés aparente”.
El cuerpo grita lo que la infancia silenció.
De la patología al mensaje: ¿Qué te está queriendo decir tu cuerpo?
En lugar de ver el trastorno somático como un problema aislado, podemos verlo como una forma en que el cuerpo intenta adaptarse, alertar, proteger o expresar lo que no se pudo poner en palabras.
Los síntomas pueden tener funciones emocionales y enviarnos un mensaje valioso:
- El dolor puede tener la función de mantenernos en reposo cuando estamos agotados.
- La fatiga puede avisarnos que nuestro cuerpo y/o mente están a punto de colapsar por sobreexigencia.
- El nudo en la garganta puede avisarnos de que estamos guardando demasiadas cosas sin hablar o que el llanto lleva contenido años.
- Las taquicardias, puede ser señal de una alerta corporal ante una amenaza que ya pasó pero no fue integrada.
Tratamiento: trabajar con cuerpo, mente y vínculo
Los trastornos somáticos no se resuelven con “pensar positivo” ni con que alguien te diga que “todo está en tu cabeza”. Este tipo de trastorno necesita un abordaje psicológico serio, respetuoso y profundo, además de trabajar con el cuerpo como aliado terapéutico.
Desde este enfoque, el tratamiento requiere:
- Psicoterapia emocionalmente sintonizada centrada en la regulación emocional, el procesamiento del trauma (cuando lo hay) y el trabajo con la conexión cuerpo-mente. Una intervención que ayude a regular el afecto, reconocer los estados del cuerpo y generar nuevas experiencias relacionales reparadoras.
- Intervenciones terapéuticas psicoeducativas que ayuden a la persona a comprender la relación entre emociones y cuerpo.
- Técnicas corporales que faciliten el descenso de la hiperactivación y que ayuden a liberar la carga retenida en el cuerpo como la atención plena, el yoga, la respiración, la integración sensoriomotriz.
- Trabajo con la historia del paciente: a través del cuerpo, muchas veces emergen memorias implícitas que nunca pasaron al lenguaje. Aquí se trabaja desde el respeto, la contención y la seguridad.
- En algunos casos, tratamiento farmacológico para reducir la ansiedad asociada, siempre supervisado por un psiquiatra.
Importante
- Los síntomas somáticos son reales, aunque no siempre tengan una causa médica visible.
- El cuerpo es un mensajero, no un problema.
- Las emociones que no se expresan, se imprimen en el cuerpo.
- La regulación emocional, el vínculo terapéutico seguro y las técnicas corporales son claves para sanar.
Escuchar al cuerpo es empezar a sanar
Muchas personas con síntomas somáticos han vivido años de incomprensión médica, familiar o incluso terapéutica. Han sido etiquetadas como “hipocondríacas”, “dramáticas” o “débiles”. Pero si escuchamos desde otro lugar, podemos ver que el cuerpo no es el enemigo: es el guardián de una historia que aún no ha sido contada con palabras.
Cuando el cuerpo habla, no debemos callarlo, sino escucharlo con curiosidad y sin juicio. Los trastornos somáticos no son un invento ni una exageración, sino una forma legítima del ser humano de expresar algo que ha sido silenciado o reprimido.
Atender estos síntomas desde una mirada integral y compasiva permite a muchas personas empezar a vivir con menos dolor y más sentido.
El cuerpo no está roto. Solo necesita que alguien escuche y entienda su lenguaje. – Sandra Ribeiro
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Sandra Ribeiro
Psicóloga General Sanitaria (M-34885)
Profesora del Dpto. de Psicología de la Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la UNED
Profesora del Máster en Psicología General Sanitaria de la Universidad Villanueva
Responsable de formación y supervisora de casos clínicos en el Servicio de Psicología Aplicada (SPA) de la UNED