• Centro Sanitario Autorizado nº CS19965 - Saber más

Para tratar a un adolescente de hoy, hay que ser una madre o un padre de hoy

Para tratar a un adolescente de hoy, hay que ser una madre o un padre de hoy

Para tratar a un adolescente de hoy, hay que ser una madre o un padre de hoy 800 800 Sandra Ribeiro

Hay una escena que se repite en muchas casas: una madre que entra en la habitación de su hija y le pregunta cómo está, y recibe un “déjame en paz” como respuesta. Un padre que intenta dar un consejo sobre amistades o redes sociales y escucha: “¡Tú no entiendes nada!”. Situaciones que hieren, que desconciertan, y que nos hacen sentir que estamos perdiendo la conexión.

Pero lo que está pasando no es solo una etapa difícil. Es una etapa transformadora. Y para poder acompañarla, necesitamos algo más que consejos sueltos o frases hechas. Necesitamos entender qué le está pasando a su cerebro, a su mundo interno… y también revisar el nuestro.

El cerebro adolescente: una obra en construcción

Entre los 12 y los 25 años, el cerebro adolescente vive una intensa remodelación. Según el psiquiatra Daniel J. Siegel, autor de El cerebro del adolescente, esta etapa combina una mayor intensidad emocional, impulsos hacia la novedad y una búsqueda intensa de identidad y pertenencia.

No están locos ni rebeldes por gusto. Están tratando de organizarse por dentro mientras el mundo les pide respuestas por fuera.

Testimonio

«Yo antes pensaba que mi hijo me hablaba mal porque me faltaba al respeto. Pero cuando entendí que su cerebro reacciona desde la emoción antes que desde la razón, pude respirar, contenerme… y luego hablar con él desde otro lugar. Y la diferencia fue enorme.»
— Verónica, madre de un adolescente de 15 años.

Un ejemplo común:
Julia, de 15 años, llega del instituto con cara de pocos amigos. Su madre le pregunta: “¿Cómo te fue el examen de mates?”, y Julia contesta: “¡Ya, déjame, todo me sale mal!”. La madre se siente rechazada, pero lo que Julia está intentando decir es: “Hoy me sentí frustrada y no sé cómo manejarlo”. Lo que necesita no es un sermón, sino un espacio seguro para sentirse comprendida.

Los adolescentes muchas veces no entienden por qué reaccionan como lo hacen. Su sistema emocional va a toda velocidad, pero su capacidad de autorregulación aún se está formando.

Cambiar el chip: no se trata de controlarlos, sino de guiarlos

Educar a un adolescente hoy no puede hacerse desde el “porque lo digo yo”. No se trata de soltar el timón, pero sí de cambiar la forma en la que nos relacionamos.

Educar hoy implica:

1. Entender el funcionamiento de su cerebro

Sus áreas racionales (como el córtex prefrontal) aún están madurando, mientras que las zonas emocionales (como la amígdala) están hiperactivadas.

Ejemplo
Marcos, de 14 años, se pelea con su mejor amigo por algo que le escribió en WhatsApp. Llega a casa diciendo: “¡No quiero volver al cole nunca más!”. Su padre le dice: “No exageres”. En lugar de calmarlo, eso lo hace sentir más solo. Lo que necesita es: “Entiendo que estés dolido. ¿Te gustaría contarme qué pasó?”.
Testimonio
«Cuando empecé a validar lo que sentía mi hija en lugar de minimizarlo, noté que dejó de gritar y empezó a hablar. No fue magia, fue sentir que yo ya no estaba contra ella, sino con ella.»
— Andrés, padre de una adolescente de 16 años.

2. Nombrar lo que sienten

Cuando les ayudamos a poner palabras a sus emociones, fortalecemos su regulación interna.
Ejemplo
Sofía, de 16 años, se pone a llorar cuando su grupo de amigas hace un plan sin ella. En lugar de decirle “no llores por eso”, su madre le dice: “Debe doler sentirse excluida. ¿Quieres hablarlo?”. Eso genera seguridad emocional

3. Aceptar el “ni niño ni adulto”

Quieren autonomía, pero aún necesitan guía. Este equilibrio es complejo y delicado.

Ejemplo
Pedro, de 17 años, quiere irse de viaje con amigos por primera vez. Su madre, con miedo, en lugar de negarse rotundamente, dice: “Hablemos de cómo podrías hacerlo de forma responsable. Me preocupa tu seguridad, pero quiero confiar en ti”.

Testimonio
«Me resistí mucho al primer permiso para que saliera de noche. Pero cuando lo hablamos juntos, le propuse acuerdos en lugar de imponerle normas. Hoy, cuando sale, me manda mensajes por decisión propia. Nunca pensé que llegaría a eso.»
— Laura, madre de un chico de 17 años.

 

¿Y nosotros, qué?

Muchos adultos educamos desde lo que aprendimos: obediencia, castigos, silencios. Pero este mundo ya no es el mismo. Hoy los adolescentes se comparan constantemente en redes sociales, lidian con ansiedad escolar, se sienten desbordados… y no siempre saben cómo pedir ayuda.

Educar hoy implica actualizarnos emocionalmente

Testimonio
«Mi hija me dijo una vez: ‘No quiero que me resuelvas el problema, quiero que me escuches’. Me dolió, pero fue una bofetada de realidad. Desde entonces, intento estar más presente, no más perfecta.»
— Cecilia, madre de una adolescente de 15 años.

Ejemplo
Ana, madre de tres hijos, dice en consulta: “Me doy cuenta de que repito con mi hija las frases que me decía mi madre, pero luego me siento culpable”. Empezó a respirar antes de contestar, a pedir perdón cuando se equivocaba. Notó que su hija empezó a acercarse más.

Ser madre o padre de hoy: más humanos, más presentes, más reales

Nuestros adolescentes necesitan adultos que los miren con respeto, no con juicio. Que no interpreten su silencio como desinterés, ni su irritabilidad como mala educación.

Ejemplo
Cuando Tomás, de 13 años, contestó con brusquedad, su padre optó por no responder desde el enfado. Más tarde le dice: “No me gustó cómo me hablaste antes. ¿Te pasa algo? Estoy aquí si necesitas hablar”. A la noche, Tomás se acercó a su padre. A su manera, estaba pidiendo ayuda.

Testimonio
«La adolescencia me obligó a revisar mis formas, mi paciencia, mis heridas. Es duro, pero también hermoso ver cómo, cuando me muestro vulnerable, mi hijo baja la guardia también.»
— Marcos, padre de un adolescente de 14 años.

Educar hoy con las fórmulas de hoy

Educar no se trata de tener razón, sino de construir un vínculo sano con nuestros/as hijos/as.
Nuestros adolescentes no necesitan adultos perfectos, sino adultos presentes y disponibles emocionalmente. Que sepan decir: “No sé lo que te pasa, pero quiero entenderte”.

Y que comprendan que educar no es controlar</strong»>. Es acompañar el crecimiento en un mundo complejo, con amor firme, presencia real y mucha humanidad.

¿Qué significa estar disponible emocionalmente?

Muchas madres y padres sienten culpa por no poder estar todo el tiempo con sus hijos/as adolescentes. Jornadas laborales largas, responsabilidades familiares o económicas, incluso enfermedades u obligaciones que no pueden evitar. Pero estar disponible emocionalmente no es lo mismo que estar disponible físicamente a todas horas.

Un padre o una madre puede pasar todo el día en casa y no estar disponible emocionalmente si cada vez que su hijo/a se acerca está con el móvil, contesta con monosílabos o evita el conflicto. En cambio, un padre o una madre que llega a casa a las ocho de la noche, pero se sienta cinco minutos sin pantalla, con la intención de escuchar y conectar con su hijo/a, está emocionalmente presente.

Ejemplo
Carolina trabaja doble jornada. Sabe que no puede recoger a su hija del instituto ni estar en sus tardes de estudio. Sin embargo, al final del día, se sienta con ella y le pregunta: “¿Qué fue lo mejor y lo peor de tu día?”. A veces la hija responde poco, a veces mucho. Pero sabe que su madre está ahí. Eso crea un puente, aunque el tiempo sea escaso.

Testimonio
«Yo pensaba que debía estar todo el día con mi hijo para que sintiera mi amor. Pero cuando comprendí que lo importante era cómo estaba emocionalmente cuando él me necesitaba, solté mucha culpa. Aprendí a mirar, escuchar y validar, aunque solo tuviera 15 minutos por la noche.»
— Miriam, madre de un chico de 13 años.

Estar disponibles emocionalmente implica:

  • Mostrar interés real cuando nos hablan, aunque sea un tema trivial.>
  • Aceptar sus emociones sin minimizar (“no es para tanto”) ni anular (“eso no es importante”).
  • Dar espacio cuando lo piden, pero también mostrar que seguimos cerca.
  • Estar dispuestos a reparar cuando cometemos errores, pidiendo “perdón” o diciendo “me equivoqué”.

Ejemplo:
Una madre que trabaja fuera de casa deja una nota a su hija adolescente cada mañana: “Te quiero. Estoy pensando en ti. Estoy aquí si me necesitas.” La hija, aunque no lo comente, la guarda. Esas pequeñas acciones construyen el apego emocional seguro.

No se trata de hacerlo perfecto, sino de que sientan que estamos ahí con ellos, aunque no estemos todo el tiempo junto a ellos.

 

 

Estamos aquí para ayudarte.

Pide cita:

Rellena nuestro formulario

Para mantenerte informado/a de todos nuestros artículos, síguenos en Instagram.

Sandra Ribeiro

Psicóloga General Sanitaria (M-34885)

Profesora del Dpto. de Psicología de la Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la UNED

Profesora del Máster en Psicología General Sanitaria de la Universidad Villanueva

Responsable de formación y supervisora de casos clínicos en el Servicio de Psicología Aplicada (SPA) de la UNED

 

Pide cita

Pedir-cita
¿Cuándo prefieres tener tu cita?
Marca todas las opciones que prefieras
¿Y en qué horario?
Marca todas las opciones que prefieras
Modalidad
Marca todas las opciones que prefieras