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Apego: “El guion secreto que dirige tu manera de amar y relacionarte”

Apego: “El guion secreto que dirige tu manera de amar y relacionarte”

Apego: “El guion secreto que dirige tu manera de amar y relacionarte” 800 800 Sandra Ribeiro

¿Alguna vez te has preguntado por qué en algunas relaciones te sientes seguro, libre y conectado, mientras que en otras experimentas ansiedad, miedo al abandono o dificultad para abrirte emocionalmente? La respuesta puede estar en el apego, ese vínculo emocional profundo que empezamos a desarrollar desde los primeros días de vida y que sigue influyendo en nosotros durante toda la existencia. 

El apego no es un concepto abstracto reservado para psicólogos o investigadores. Afecta a tu manera de relacionarte con tu pareja, a cómo gestionas la intimidad, a tu capacidad de confiar en los demás e incluso a cómo manejas el estrés y las emociones. Comprenderlo es como mirar en el mapa de tu vida emocional, de repente muchas cosas empiezan a tener sentido. 

En este artículo vamos a explorar de forma clara y práctica qué es el apego, cómo se forma en la infancia, cuáles son sus principales tipos, de qué manera influye en nuestras relaciones a lo largo de la vida, qué consecuencias puede tener y, lo más importante, cómo se puede trabajar a través de la psicoterapia para desarrollar vínculos más sanos y seguros. 

¿Qué es el apego? 

El apego es el vínculo emocional profundo que los seres humanos establecemos con nuestras figuras de cuidado principales en los primeros años de vida. John Bowlby, psiquiatra y psicoanalista británico, fue el pionero en estudiar este fenómeno. Según él, los bebés nacen con la necesidad biológica de formar lazos con los adultos que los protegen, porque de esa conexión depende su supervivencia. 

Pero el apego no se limita a la supervivencia física. También es crucial para el desarrollo emocional, cognitivo y social. Cuando un bebé llora y su cuidador responde con calma y afecto, el niño aprende que el mundo es un lugar seguro, que sus necesidades importan y que puede confiar en los demás. Esa experiencia, repetida cientos de veces en los primeros años, se convierte en un patrón interno que guiará sus futuras relaciones. 

En otras palabras, el apego es el modelo invisible que llevamos dentro sobre cómo funciona el amor, la intimidad y la confianza.  

Cómo se forma el apego en la infancia 

El apego se construye en las interacciones cotidianas entre el bebé y sus cuidadores principales. Lo importante no es que los padres sean perfectos (nadie lo es), sino que sean suficientemente sensibles y constantes a las necesidades del niño. 

  • Si el bebé tiene hambre y alguien lo alimenta, aprende que puede contar con los demás. 
  • Si siente miedo y alguien lo consuela, entiende que sus emociones son válidas y manejables. 
  • Si busca explorar y alguien lo observa desde cerca, se siente seguro para descubrir el mundo. 

Cuando estas experiencias se repiten, el niño desarrolla lo que Bowlby llamó un “modelo operativo interno”, una especie de guion mental sobre cómo funcionan las relaciones y qué esperar de los demás. 

Mary Ainsworth, psicóloga que colaboró con Bowlby, diseñó un famoso experimento llamado la Situación Extraña. Consistía en observar cómo reaccionaban los bebés de alrededor de un año cuando su madre salía de la habitación y luego regresaba. A partir de esas observaciones, identificó distintos patrones de apego, que luego se han confirmado en la edad adulta. 

Tipos de apego 

Aunque en la realidad existen matices y combinaciones, los psicólogos suelen clasificar el apego en cuatro grandes tipos: seguro, evitativo, ansioso (o ambivalente) y desorganizado. Veamos cada uno con ejemplos cotidianos. 


  1. Apego seguro

  • En la infancia: el niño confía en que su cuidador estará disponible cuando lo necesite. Puede llorar cuando se separa, pero se calma al reencontrarse. Se siente libre para explorar el mundo porque sabe que tiene una “base segura”. 
  • En la adultez: las personas con apego seguro suelen tener relaciones equilibradas. Se sienten cómodas con la intimidad, saben pedir apoyo y también darlo. Pueden estar solas sin angustia, pero disfrutan de la cercanía. 
  • Ejemplo práctico: alguien con apego seguro en pareja puede decir: “Me molesta lo que pasó, ¿podemos hablarlo?”, confiando en que será escuchado. 

  1. Apego evitativo

  • En la infancia: el niño aprende que expresar necesidades no siempre obtiene respuesta. Sus cuidadores pueden ser fríos, distantes o demasiado preocupados en sí mismos. Entonces el niño minimiza sus emociones y aparenta autosuficiencia. 
  • En la adultez: estas personas tienden a evitar la intimidad emocional, temen volverse dependientes o “perder libertad”. Pueden tener éxito en lo profesional, pero les cuesta abrirse en lo personal. 
  • Ejemplo práctico: en pareja, cuando surge un conflicto, tienden a retirarse, a no hablar o a minimizar: “No pasa nada, ya está”. 

  1. Apego ansioso o ambivalente

  • En la infancia: el niño experimenta una respuesta inconsistente de sus cuidadores: a veces están, a veces no. Esto genera inseguridad y el niño intensifica sus demandas de atención. 
  • En la adultez: suelen tener un gran deseo de cercanía, pero miedo al abandono. Pueden ser muy sensibles al rechazo y vivir las relaciones con altibajos emocionales. 
  • Ejemplo práctico: en pareja, pueden enviar muchos mensajes si no reciben respuesta inmediata, interpretar silencios como desinterés y necesitar constante reafirmación. 

  1. Apego desorganizado

  • En la infancia: aparece cuando el niño experimenta miedo hacia sus cuidadores, que son a la vez fuente de protección y de amenaza (por ejemplo, en casos de maltrato o negligencia). Esto genera una mezcla confusa de atracción y rechazo. 
  • En la adultez: las personas pueden sentir un fuerte deseo de intimidad, pero al mismo tiempo miedo intenso a ella. Esto provoca relaciones caóticas, con conductas contradictorias y dificultades para confiar. 
  • Ejemplo práctico: alguien que quiere estar muy cerca de su pareja, pero de repente se aleja de manera brusca porque siente miedo de ser herido. 

El apego a lo largo de la vida 

El apego no se queda en la infancia. Es un patrón que influye en todas nuestras relaciones: con la pareja, con los amigos, en el trabajo e incluso en la relación con nosotros mismos. 

En la pareja 

El apego seguro favorece vínculos estables, con confianza mutua y capacidad de sostener la cercanía sin miedo. El apego ansioso, en cambio, suele traducirse en celos, necesidad constante de validación y discusiones frecuentes. El apego evitativo tiende a expresar temor al compromiso, dificultad para mostrar emociones y una inclinación a cortar la relación cuando aparece la presión. Por último, el apego desorganizado puede dar lugar a relaciones muy intensas, pero también inestables y dolorosas, marcadas por la ambivalencia entre buscar cercanía y temerla.

En la amistad 

Las personas con apego seguro suelen mantener amistades de apoyo mutuo. En cambio, quienes tienen apego inseguro pueden evitar profundizar, depender demasiado de un amigo o tener relaciones de amistad conflictivas. 

En el trabajo 

En el ámbito laboral, un apego seguro suele asociarse con mayor resiliencia, cooperación y confianza para trabajar en equipo. Cuando predomina un patrón evitativo, es común funcionar con excesiva independencia y mostrar resistencia a pedir ayuda. El apego ansioso, por su parte, puede traducirse en miedo desmesurado a la crítica o a no ser valorado, lo que incrementa la inseguridad. En cambio, un apego desorganizado tiende a generar dificultades en contextos jerárquicos o muy demandantes, con respuestas impredecibles ante la presión y la autoridad.

En la relación con uno mismo 

El apego también influye en la autoestima y en la regulación emocional. Quienes crecieron en entornos seguros tienden a confiar en sí mismos y a manejar mejor el estrés. Quienes no, pueden experimentar autocrítica excesiva, sensación de no ser suficientes o dificultades para calmarse en momentos de ansiedad. 

Consecuencias de un apego inseguro 

Un apego inseguro no es una sentencia definitiva, pero sí puede generar ciertos desafíos a lo largo de la vida: 

  1. Dificultades en las relaciones: patrones repetitivos de ruptura, miedo al compromiso, dependencia emocional o aislamiento. 
  2. Problemas emocionales: ansiedad, depresión, baja autoestima, sensación de vacío. 
  3. Estrés y problemas de salud: la dificultad para regular emociones puede influir en el sistema inmune y en la salud general. 
  4. Ciclos intergeneracionales: de una forma no premeditada, podemos repetir con nuestros hijos las dinámicas de apego inseguro que vivimos en la infancia. 

La buena noticia es que el apego se puede trabajar y transformar. No importa cómo empezamos, siempre es posible aprender nuevas formas de relacionarnos. 

Cómo trabajar el apego en psicoterapia 

La psicoterapia ofrece un espacio seguro para revisar y reconstruir los patrones de apego. Algunas claves y enfoques son: 

1. La relación terapéutica como base segura

El vínculo con el terapeuta puede ser en sí mismo una experiencia reparadora. Sentirse escuchado sin juicio, comprendido y sostenido, ayuda a reescribir el modelo interno de cómo son las relaciones. 

2. Terapias basadas en el apego

Algunos enfoques trabajan directamente con estos patrones, como la Terapia Focalizada en las Emociones (EFT), muy útil en terapia de pareja, o la Terapia Basada en la Mentalización (MBT), que ayuda a comprender mejor los propios estados internos y los de los demás. 

3. Terapia cognitivo-conductual (TCC)

Ayuda a identificar los pensamientos automáticos ligados al apego (“si me dejo ver como soy, me van a abandonar”) y a reemplazarlos por creencias más realistas y sanas. 

4. EMDR y otras terapias de trauma

El apego desorganizado suele estar ligado a experiencias traumáticas. Métodos como el EMDR permiten reprocesar esos recuerdos y reducir su impacto emocional. 

5. Mindfulness y autocompasión

Aprender a observar las emociones sin juicio y cultivar una relación más amable con uno mismo es fundamental para fortalecer un apego interno seguro. 

6. Trabajo en la vida cotidiana

  • En pareja: aprender a comunicar necesidades de forma directa, practicar la escucha activa, construir confianza. 
  • En uno mismo: reconocer patrones de apego, practicar el autocuidado y rodearse de personas que ofrezcan vínculos sanos. 
  • En la crianza: ofrecer a los hijos presencia, coherencia y sensibilidad, aunque con imperfecciones humanas. 

La esperanza de un apego más seguro 

El apego es como la raíz invisible de un árbol, aunque no la veamos, determina la fuerza, la estabilidad y la dirección de nuestro crecimiento. Nace en la infancia, pero no está escrito en piedra. Podemos transformarlo a lo largo de la vida. 

Con ayuda de la psicoterapia, con vínculos sanos y con un trabajo personal de autoconciencia, es posible construir un apego más seguro. Eso significa relacionarnos desde la confianza, la apertura y la calma, tanto con los demás como con nosotros mismos. 

En definitiva, entender el apego es entendernos mejor, y eso nos abre la puerta a vivir relaciones más libres, auténticas y satisfactorias.

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