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Sandra Ribeiro

10 de septiembre – Día Mundial para la Prevención del Suicidio 650 650 Sandra Ribeiro

10 de septiembre – Día Mundial para la Prevención del Suicidio

Según la terminología internacional, el suicidio se define como el acto deliberado de quitarse la vida. Considerado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) un grave problema de salud pública mundial, es un tema bastante complejo, pero demasiado importante como para ignorarlo.

La conducta suicida no se refiere solamente al suicidio consumado, es decir, la muerte autoinfligida en la que la persona tenía la intención de quitarse la vida, sino también a otros fenómenos como puede ser la tentativa suicida y la ideación suicida. En la tentativa suicida, el individuo se autolesiona con intención (implícita o explícita) de morir, aunque no llega a un resultado fatal. Ya en la ideación suicida, el individuo tiene pensamientos de quitarse la vida.

Son muchas las investigaciones que señalan que la conducta suicida es un problema multicausal, es decir, no se debe a una única causa, y en la que participan variables sociales, culturales, biológicas, psicológicas y ambientales.

La magnitud e impacto epidemiológico del suicidio en el mundo

La OMS señala que cerca de 800.000 personas se suicidan cada año, estimando que cada 40 segundos se consuma un suicidio en el mundo. Así mismo, nos retrata la situación de nuestros jóvenes con relación a esta casuística, indicando que el suicidio es la segunda causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años.

El Instituto Nacional de Estadística (INE), publica cada año la Estadística de defunciones según la causa de muerte en España. En su última publicación (2018), el suicidio (3.539 fallecidos) causó más muertes que el accidente de tráfico (1.896 fallecidos) en todo territorio

Suicidio

nacional. El INE indica que la tasa de hombres que comenten suicidio (2.619) es casi tres veces mayor que la tasa de mujeres (920). Si hablamos de la diferencia entre los países, los países de altos ingresos presentan un número mucho más elevado de suicidios comparados con los de bajos y medios ingresos. Lamentablemente, en España el suicidio es la primera causa de muerte externa (no natural).

Factores de riesgo

Son muchos los factores que intervienen en la conducta suicida, la lista puede ser exhaustiva. Nosotros citaremos algunos:

  • Presencia de trastornos mentales (depresión, ansiedad, trastorno bipolar, esquizofrenia, trastorno de la personalidad límite, entre otros).
  • Consumo de alcohol, sustancias psicoactivas y otras drogas.
  • Historia de trauma.
  • Historia de abuso sexual, físico y emocional.
  • Antecedentes de intentos de suicidio en la historia previa del individuo.
  • Sensación de aislamiento.
  • Algunos factores sociodemográficos e incapacidad para afrontarlos como el desempleo, las rupturas de relaciones, los problemas económicos, los dolores y enfermedades crónicas, entre otros.

Factores protectores

Además de los factores de riesgo, es importante tener en cuenta los factores protectores de la conducta suicida. Los más relevantes son:

  • Habilidades sociales (es muy importante disponer de apoyo social).
  • Estrategias de resolución de problemas (estas estrategias pueden influir en la decisión de no suicidarse).
  • Hábitos saludables.
  • Autoestima adecuada.
  • Buen manejo del estrés.
  • Necesidades básicas aseguradas.
  • Buen vínculo familiar.
  • Reconocimiento de logros.

Cómo obtener ayuda:

  • Servicios de Emergencias a través del 112 – Madrid SUMMA
  • Teléfono de la Esperanza de Madrid (funciona las 24 horas del día. Tel.: 91 459 00 50)

*También puedes consultar la Guía de autoayuda de prevención del suicidio de la Comunidad de Madrid. Suicidio

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Sandra Ribeiro

Psicóloga General Sanitaria (M-34885)

Profesora Asociada del Dpto. de Psicología de la Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la UNED

Profesora del Máster en Psicología General Sanitaria de la Universidad Villanueva

Responsable de formación y supervisora de casos clínicos en el Servicio de Psicología Aplicada (SPA) de la UNED

 

 

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Coronavirus y Salud Mental 1024 1024 Sandra Ribeiro

Coronavirus y Salud Mental

Es imposible hablar o pensar en otra cosa que no sea el coronavirus. El miedo a ser contagiado y la incertidumbre que nos depara la situación actual amenaza la salud mental de la población.

Además de la necesidad de combatir de forma directa al enemigo que nos acecha, también existe la necesidad de combatir los impactos de la pandemia provocada por el COVID-19 en la salud mental de la población general y, especialmente, de las personas más vulnerables.

El malestar emocional encontrado en la mayoría de las personas al inicio de la cuarentena se ha ido transformando poco a poco en un bloqueo emocional que, en muchas personas, paraliza y les impide mantener una rutina diaria o encontrar estrategias medianamente adaptativas que les ayude a afrontar esa crisis sanitaria por coronavirus.

Coronavirus

El miedo al contagio de uno mismo y de su familia y la incertidumbre (en la salud, en el trabajo, en los estudios) son sólo algunas de las preocupaciones que encontramos en la actualidad. Y no sin razón. La falta de previsión y las incontables recomendaciones que cambian de un día al otro generan incredulidad y una sensación de falta de protección.

El aislamiento social, la soledad y la preocupación por una futura crisis económica, nos afecta a todos y empeora la situación de las personas que ya estaban pasando por ciertas dificultades en sus vidas. Sin embargo, esto afecta de forma contundente a las personas que ya presentaban problemas psicológicos como puede ser la depresión o la ansiedad.

La depresión es un trastorno emocional que podemos identificar a través de síntomas como el sentimiento de tristeza constante, pérdida de interés por actividades habituales, falta de energía, sentimientos de inutilidad o culpa, entre otros. Las personas con un cuadro depresivo también pueden presentar pensamientos recurrentes sobre la muerte o suicidio.

En el caso de la ansiedad, ésta puede presentarse con palpitaciones (taquicardia), dificultad para respirar o respiración rápida, sudores, temblores, náuseas, entre otros.

Es importante que estemos pendientes de nuestro entorno, de nuestros familiares y amigos, así como de nosotros mismos. Si identificamos estos síntomas o sentimos malestar emocional, lo mejor es buscar ayuda profesional poniéndonos en contacto con los diversos servicios que están brindando apoyo psicológico gratuito durante la alarma sanitaria.

Sin embargo, dentro de la anormal situación que estamos viviendo, es una reacción normal que notemos cambios de humor, irritabilidad, aburrimiento, falta de motivación, alteraciones del sueño y de la alimentación. Buscar mantener una rutina diaria con una alimentación saludable, ejercicio físico, estudio y trabajo, actividades en familia, contacto con los amigos y familiares, evitar la sobreinformación e informaciones que no vengan de fuentes fiables, intentar mantener una actitud optimista, es muy importante para superar con éxito dicha situación.

Es importante sentirnos acompañados y cuidados durante esa crisis sanitaria. La manera que adoptemos para gestionar esa situación y poder contar con nuestra red de apoyo serán esenciales para responder de forma adaptativa a la situación en la que nos encontramos y recomponernos psicológicamente cuando todo eso pase, porque pasará.

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7 pasos en dirección a tus objetivos 600 600 Sandra Ribeiro

7 pasos en dirección a tus objetivos

Todos tenemos sueños y objetivos que alcanzar, aún más cuando empezamos un nuevo año. Tener sueños y establecer metas es siempre motivador, pero tener la disciplina para lograrlos es ir un paso más allá.

¿Cuántas veces hemos imaginado cómo sería nuestra vida si consiguiéramos realizar algunos de nuestros sueños? Sin embargo, cuando llega la hora de poner de nuestra parte, de luchar por conseguirlos, estamos muy ocupados, muy cansados y, quizás, hartos de intentar alcanzarlos una y otra vez sin éxito. Lo que pasa es que, aunque el objetivo exista y las ganas de conseguirlo también, simplemente estamos “dando palos de ciego”, haciendo muchas cosas sin sentido y sin dirección, que no nos llevarán a ningún lado.

Antoine de Saint-Exupéry dijo, muy acertadamente, que “un objetivo sin un plan es sólo un deseo”. No sólo necesitamos un objetivo bien definido, sino también un plan de acción para lograrlo.

En este artículo, te enseñaré en 7 pasos cómo llevar a cabo un plan de acción para lograr tus objetivos y no morir en el intento.

Paso 1: Elige un objetivo y escríbelo.
Paso 2: El objetivo debe ser alcanzable.
Paso 3: El objetivo debe ser significativo.
Paso 4: ¿Tengo las habilidades necesarias?
Paso 5: ¿Qué cosas me pueden impedir conseguir mi objetivo?
Paso 6: ¿A qué cosas tienes que renunciar para lograr tu objetivo?
Paso 7: Dividir el objetivo en pasos más pequeños y ponerles fecha para alcanzarlos.

¿Estás listo/a? ¡Empezamos!

 

Paso 1 – Elige un objetivo y escríbelo

¿Qué es lo que quiero conseguir? Elije y plasma el objetivo en un papel: eso te ayudará a aclarar las ideas y a enfocar tus esfuerzos. Sólo debemos elegir un objetivo a la vez. Al establecer demasiados objetivos, nos estresamos y acabamos por no realizar ninguno.

Es muy importante que escribas tu objetivo en algún lugar. Puedes escribirlo en un papel, en un bloc de notas, en la agenda, en un administrador de tareas, en una aplicación… Yo, personalmente, utilizo la aplicación Trello (pronto publicaré un tutorial de cómo utilizarla. ¡Es de mucha ayuda! ¿Quieres estar al tanto?) y el Google Calendar, pero puedes utilizar lo que te venga mejor. Lo importante es que lo plasmes en algún sitio que puedas verlo y que te recuerde que lo tienes pendiente.

Paso 2 – El objetivo debe ser alcanzable

¿Es realista? ¿Puedes lograrlo? Los objetivos poco realistas están abocados al fracaso y al abandono de los mismos.

Ejemplo: puede que tu objetivo sea correr la San Silvestre y obtener un buen resultado. Nunca has corrido y tienes un mes para prepararte.

Si es así, quizás, necesitas reelaborar tu objetivo y empezar con algo más realista, como empezar saliendo a correr o apuntarte a un gimnasio. La San Silvestre ocurre cada año y podrá esperar a que realmente estés preparado/a.

 

Paso 3 – ¿Por qué quieres lograr ese objetivo? ¿Cuán significativo es para ti?

Haz una lista de tus motivaciones para alcanzar dicho objetivo.

Ejemplo: hace mucho que quiero hacerlo. Quiero tener hábitos saludables. Todos mis amigos van a correr la San Silvestre. Si consigo un buen resultado voy a sentirme más seguro/a, etc.

 

Paso 4 – ¿Tengo las habilidades necesarias?

¿Lo podré lograr?  ¿Qué cosas ya respaldan este objetivo? Haz una lista de 5 cosas que ya dispones y que te pueden ayudar a lograr tu objetivo.

Siguiendo con el ejemplo anterior: sé correr, tengo zapatillas de carrera, tengo un amigo que me ha invitado a salir a correr con él, etc.

 

Paso 5 – ¿Qué cosas me pueden impedir conseguir mi objetivo?

Lista 5 cosas que hacen que sea más difícil consiguir tu objetivo.

Ejemplo: trabajo todo el día y estoy cansado, los fines de semana no me apetece salir a hacer ejercicio, ando corto/a de dinero para apuntarme a un gimnasio, cuando empiezo a hacer ejercicio me duelen las rodillas, etc.

Ahora para un poco y pregúntate: ¿cuáles de las cosas que he escrito son reales y cuáles son excusas?

Muchas veces, tenemos muchos sueños y hacemos una lista de los objetivos que queremos conquistar en un corto plazo de tiempo. Sin embargo, lo que realmente queremos es que, por arte de magia, esos objetivos aparezcan cumplidos, sin esfuerzo, sin “pérdida de tiempo”, así, de la noche a la mañana. Infelizmente, si piensas así, tengo una mala noticia para ti: si no te preparas con conciencia, esfuerzo y disciplina no podrás lograr tus objetivos.

 

Paso 6 – ¿A qué cosas tienes que renunciar para lograr tu objetivo?

Ejemplo: al llegar a casa no podré estar tirado en el sofá toda la tarde, no podré dormir hasta tarde los fines de semana, no podré comer tanta “comida basura”, etc.

 

¡Hola! ¿Sigues ahí?

Si es que sí, es que estás de verdad determinado/a a conseguir tu objetivo y más cerca de alcanzar tu meta.

 

Paso 7 – Plazos, a corto plazo

Vamos a descomponer tu objetivo en pasos más pequeños y ponerle fecha a cada uno (no te olvides de escribir todo en tu agenda, aplicación, etc.).

¿Qué puedo hacer hoy para lograr mi objetivo? Por ejemplo, puedo imprimir una rutina que he encontrado (en una página fiable) en Internet y puedo irme a comprar ropa de deporte.

¿Qué puedo hacer esta semana? Puedo salir tres veces a caminar y correr unos minutos cada vez.

¿Qué puedo hacer este mes? Como ya habré conseguido correr más tiempo que caminar, voy a hablar con mi amigo por si la invitación de salir a correr juntos sigue en pie.

Como puedes ver, cada paso tiene su tiempo para lograrlo. Es necesario paciencia y disciplina. También es importante saber que no todo saldrá a la primera. Es posible que tengas que pasar más semanas de las que pensabas en una de las etapas.

¡Qué esto no te desanime, vas por buen camino!

Es mejor esperar el tiempo adecuado y ser sinceros/as con nosotros mismos, respetando nuestros límites y siendo conscientes de nuestras limitaciones. ¡Si sigues tan comprometido/a, determinado/a y disciplinado/a, lo vas a lograr!

NOTAS IMPORTANTES:

  • Los primeros pasos son los más cruciales, ya que son los que te van a sacar de tu zona de confort y ponerte en movimiento en dirección a tu objetivo. Al conseguir estos primeros pasos, lo demás se hacen más fáciles.
  • Mantén a la vista tu plan mensual y tu plan semanal. Eso te ayudará a mantenerte comprometido y a contemplar lo que vas a conseguir y lo que ya has logrado.
  • Míralo siempre que surjan invitaciones que te llevarían a romper tu compromiso. A veces, decir “sí” a los planes de otras personas es decir “no” a los tuyos. No digo que abandones todos tus planes con tus amigos y familiares, lo que digo es que te organices para que no tengas que elegir.
  • ¡Cuidado con el perfeccionismo! Si ves que pierdes mucho tiempo para lograr un objetivo porque te dedicas a perfeccionar cada pequeño detalle, puede que tengas que bajar tus altos estándares. Hacer las cosas bien no es malo. Lo malo es dar mil vueltas en todo lo que haces y acabar por desesperarte.
  • Revisa tu progreso cada semana. ¿Qué funcionó? ¿En qué puedo mejorar? ¡Se flexible! Si necesitas modificar tu plan inicial porque las circunstancias cambiaron, no pasa nada. Haz los cambios que sean necesarios, pero no te desvíes de la meta.
  • Tip de profesional: Ve tachando todo lo que has conseguido y los días que ya has pasado de tu rutina. ¡Descubrirás el subidón que te da el ver todos los pasos que ya has conseguido dar!

Conseguir tu objetivo llevará algún tiempo. Nadie dijo que sería fácil. Pero te prometo que ¡valdrá la pena!

Si prefieres, te podemos acompañar paso a paso en tu camino hacia la conquista de tus objetivos. ¿Hablamos?

 

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Depresión navideña 1024 1024 Sandra Ribeiro

Depresión navideña

Depresión Navideña. Estamos en Navidades y éstas suelen ser unas fechas para estar feliz, encontrar la paz interior y estar agradecido por poder compartir estos días con las personas que queremos. Con todos estos estereotipos que fueron creados entorno a las Navidades, la presión social aumenta y estar feliz es casi una obligación.

En la práctica clínica es frecuente encontrarnos con un síndrome caracterizado por un estado de ánimo melancólico que aparece en las fiestas navideñas. Parte del problema es el bombardeo de situaciones felices y familias exageradamente perfectas que nos enseñan cada día en estas fechas los medios de comunicación. Al depararnos con estas situaciones idílicas, puede que empecemos a cuestionar la calidad de nuestras relaciones.

Sin embargo, son muchas las personas que, simplemente, no entran en el “espíritu de Navidad” y no sienten la misma alegría que otras personas en estas fechas. Es importante tener en cuenta que muchos no disponen de este escenario perfecto y ese tan deseado sentimiento de alegría puede transformarse en tristeza y soledad cuando se encuentran obligados a realizar un esfuerzo de convivencia y paz que se diferencia mucho del tipo de relación que mantienen durante todo el año.

Si a todo esto añadimos una cierta predisposición a la depresión, las fiestas navideñas pueden funcionar como un desencadenante de este trastorno o ampliar cuadros psicológicos ya diagnosticados que, por estas fechas, exacerban los síntomas.

La conocida depresión navideña no está en ningún manual y no es considerada un trastorno, sino un estado de ánimo melancólico, negativo y temporal.

Cuando se experimenta depresión navideña, todo lo que conlleva esta época del año parece descontextualizado. La forma en la que pensamos y sentimos es diferente de la de los demás y, fácilmente, podemos entrar en una espiral de síntomas y colapsarnos ante la presión de la realidad en la que nos encontramos.

Buscamos energía para hacer las cosas que los demás esperan que hagamos y, al no conseguirlo, nos invade la frustración y una sensación de fracaso y de no pertenencia. Empezamos a cuestionarnos todo, ¿por qué no estoy feliz? ¿por qué no me apetece estar con mis seres queridos? ¿por qué no siento lo mismo que ellos? Es como si no encajásemos en toda esa felicidad, donde todo está pintado de rojo, verde y dorado y nuestros sentimientos son en tonos grises. Cuantas más vueltas damos a estas preguntas, menos conseguimos alejar los pensamientos negativos que tenemos sobre nosotros mismos, sobre el mundo y sobre el futuro y, el resultado, muchas veces, es aislarnos.

El aislamiento social, muchas veces, aumenta el sentimiento de soledad y, por consiguiente, los síntomas depresivos, siendo uno de los mayores predictores de la depresión, especialmente por estas fechas.

Algunos síntomas de la depresión navideña son:

  • Estado de ánimo triste la mayor parte del tiempo.
  • Sensación de vacío.
  • Dificultades para concentrarse.
  • Déficit o aumento de apetito.
  • Problemas de sueño.

¿Necesito ayuda?

La depresión como tal es una enfermedad compleja y su tratamiento es absolutamente necesario. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la depresión afecta a más de 300 millones de personas en el mundo. Tendemos a pensar que con un poco de fuerza de voluntad podemos “salir por nosotros mismos”. Sin embargo, es importante saber que, por sí sola, la fuerza de voluntad no es suficiente para actuar sobre la depresión. Intentar no mostrar a los demás lo que estamos sintiendo sólo aumenta nuestro sufrimiento y la sensación de irritabilidad, lo que hace que nos aislemos cada vez más.

Es muy importante que sepamos que la depresión es tratable y que existen tratamientos efectivos disponibles. Cuanto antes busquemos ayuda, mejor el pronóstico.

Dicho esto, existen algunas estrategias que nos pueden ayudar a sentirnos mejor en estas fechas navideñas:

  • Marca expectativas reales sobre cómo celebrar las Navidades.
  • Trata de estar con personas que son importante para ti.
  • Habla con ellos para recibir el apoyo que necesitas.
  • Evita tomar bebidas alcohólicas. El alcohol es un depresivo del sistema de nervioso central y, una vez pase el efecto sedativo, te sentirás más deprimido.
  • Si has perdido a un ser querido, estas son fechas difíciles. Busca ver las ausencias con perspectiva y asumir los cambios de manera natural y saludable. Es una buena oportunidad de recordarlo y celebrar su vida.
  • Céntrate en recuerdos positivos.
  • Haz ejercicio.

Si, a pesar de todo el esfuerzo y tiempo empleados para controlar la situación, continúas sintiéndote deprimido/a, ansioso/a, irritable, con dificultades para dormir, es necesario buscar la ayuda de un profesional lo antes posible para revertir ese cuadro depresivo antes que el trastorno se torne más grave.

¡Nunca es tarde para buscar la ayuda de un profesional!

*Saber más sobre la depresión.

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Trastornos de la Conducta Alimentaria, un tema tabú 1024 1024 Sandra Ribeiro

Trastornos de la Conducta Alimentaria, un tema tabú

La adolescencia es una fase compleja de transición entre la niñez y la edad adulta. Es una etapa fundamental en el desarrollo de la identidad del niño, en la que los adolescentes pasan por una auténtica crisis entre el “quién soy” y el “qué quieren que sea”.

Muchos son los cambios corporales que culminarán en un cuerpo adulto, exigiendo así una readaptación a la imagen corporal, así como manifestaciones sociales y emocionales que ocurren paralelamente a la formación de la personalidad, tornándose un trabajo arduo y poco comprensible para el adolescente.

Todos estos cambios tornan al adolescente muy vulnerable para ciertos tipos de trastornos psicológicos como, por ejemplo, los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA).

Los Trastornos de la Conducta Alimentaria se desarrollan mayoritariamente en la adolescencia o en la adultez temprana y, a pesar de que son más comunes en las mujeres, también y cada vez más, afectan a los hombres. Según estudios recientes, la edad de aparición de dichos trastornos ha disminuido de forma alarmante en los últimos cinco años, llegando a aparecer en torno a los 12 años, e incluso antes.

Los Trastornos de la Conducta Alimentaria más conocidos son la anorexia nerviosa y la bulimia nerviosa, aunque existen otros como, por ejemplo, el trastorno por atracón. Estos trastornos son problemas graves de salud que ponen en riesgo la vida de la persona que los padece.

Trastornos de la Conducta Alimentaria

Trastornos de la Conducta Alimentaria

La diferencia entre el peso actual y el peso ideal promovido por los medios de comunicación, la presión social, los valores y creencias de la familia (como el culto al cuerpo perfecto), el perfeccionismo, la autoexigencia y una baja autoestima son factores que pueden determinar una insatisfacción corporal, aumentando el riesgo de padecer Trastornos de la Conducta Alimentaria.

Actualmente, vivimos en una sociedad que valora mucho la apariencia y, el estar delgado es una de las grandes obsesiones de la actualidad. En el caso del adolescente, es muy fácil que, la presión por ser aceptado y formar parte de su grupo de iguales, pueda desencadenar una obsesión por bajar de peso.

Está claro que los adolescentes algunas veces se saltan una comida o quieren experimentar con otro tipo de dieta. A menudo, son cambios que pasan rápidamente y vuelven a los patrones normales de alimentación. Ahora bien, existen algunas señales y síntomas al que debemos estar alertas. Algunas veces, estos síntomas pueden ser muy visibles, pero no siempre, especialmente al principio del trastorno las señales se hacen casi imperceptibles y la persona hará lo que pueda para ocultarlos.

Algunas señales o síntomas de los trastornos de la conducta alimentaria son:

  • Saltarse comidas.
  • Esconder alimentos.
  • Comer a escondidas.
  • Preocupación excesiva por la figura o por el peso.
  • Iniciar dietas injustificadas.
  • Centrarse excesivamente en la comida.
  • Centrarse excesivamente en las etiquetas nutricionales de los alimentos.
  • Trocear mucho los alimentos.
  • Usar ropas anchas como forma de esconder su cuerpo.
  • Evitar mirarse en el espejo o mirarse de forma obsesiva.
  • Hacer actividad física de manera excesiva, a solas o a escondidas.
  • Ir al baño inmediatamente después de comer o durante las comidas de forma habitual.
  • Uso abusivo de laxantes o diuréticos como método compensatorio.
  • Vómito autoinducido.
  • Evitar las comidas familiares.
  • Mostrarse más irritado, agresivo y aislado familiar y socialmente.

Estas señales no son un criterio diagnóstico con tal y, por lo tanto, no se puede decir que el adolescente padece un trastorno alimentario, pero, ante estas señales, sería recomendable consultar a un profesional.

Mucha gente siente que los trastornos alimentarios es un tema demasiado tabú para hablar sobre ello, pero crear conciencia en aquellos que no terminan de entender las implicaciones de estos trastornos puede ayudar a los que tienen a su alrededor y que padecen este problema.

Recuerda que puedes pedir ayuda, ya sea porque quieres conocer más sobre estos trastornos de la conducta alimentaria o porque tienes a alguien en tu entorno que pudiera padecerlos.

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Cómo hablar de la muerte a los niños 340 340 Sandra Ribeiro

Cómo hablar de la muerte a los niños

Cómo hablar de la muerte a los niños. La muerte en nuestra cultura sigue siendo un tema tabú, especialmente cuando tenemos que explicarla a los niños.

Cuando nuestros hijos nos preguntan sobre la muerte, es común que cambiemos de asunto, zanjemos el tema o contestemos con evasivas. Cualquier cosa antes que hablar de la tan temida muerte. La pérdida de un ser querido es siempre muy dolorosa y tendemos a evitar el dolor y el sufrimiento a nuestros hijos y la ansiedad que nos genera a nosotros dicha situación.

Abordar este tema y hablar de sentimientos tan complejos con los más pequeños no es tarea fácil, pero es importante tener en cuenta que tarde o temprano vamos a tener que hablar con ellos de esta realidad.

¿Pero cómo hablar de la muerte con mi hijo si yo mismo como adulto he pasado toda la vida intentando mantener este asunto a raya?

Es común que intentemos proteger a nuestros hijos de aquello que nos produce ansiedad. Muchas veces, intentamos evitar hablar de la muerte porque pensamos que el sufrimiento y la pena que puede causar dicho tema al niño no lo podamos o sepamos gestionar o mismo que hablar de ello puede ser demasiado traumático para ellos. Por tanto, intentamos alejarlos del dolor y evitar el asunto a todo costo.

¿Cuándo y cómo se lo cuento?

Cada persona es un mundo y afronta los problemas de la vida de manera diferente. El momento que escogemos para hablar con nuestro hijo sobre la muerte, dependerá de la edad que tenga y de sus experiencias vitales, así como dependerá también de nuestras propias experiencias, nuestra cultura, nuestras creencias y la situación actual. Sin embargo, independiente de todo lo citado anteriormente, debemos ser honestos con los niños. Quizás, no sepamos contestar el aluvión de preguntas que seguro vendrá, pero es importante que lo intentemos y que creamos un ambiente de seguridad y confianza, transmitiéndoles que cada persona puede sentirse de una manera diferente ante la muerte de un ser querido, que no hay una manera correcta o incorrecta de sentirse.

Los niños quieren y necesitan respuestas para sus inquietudes y, si no se las damos nosotros, figuras de confianza, crearán sus propias teorías, basadas, claro está, en su corta edad. Hay que tener en cuenta que, debido a la etapa evolutiva en la que se encuentra el niño y la limitación de su desarrollo cognitivo, pueden crear teorías erróneas y limitadas basadas en su poca experiencia vital y su inmadurez emocional.

hablar de la muerte a los niños

Es importante que los niños puedan ver la muerte como un hecho natural e ineludible de la vida. Por tanto, debemos hablar sobre la muerte de manera clara y con naturalidad, transmitiéndoles tranquilidad y confianza. Este es un tema más a tratar como cualquier otro. Al hablar de la muerte con nuestros hijos, podemos averiguar cuánto saben sobre el asunto, cuáles son sus miedos y preocupaciones, y así poder ayudarlos con información y arroparlos si lo necesitan, acogiendo sus sentimientos y validando sus emociones.

Según Jean Piaget, en la etapa preoperacional, de los dos a los siete años aproximadamente, los niños perciben la muerte como un acontecimiento temporario, que puede ser revertido, es decir, se puede morir sólo un poquito y luego volver (pensamientos que son reforzados muchas veces por los cuentos de hadas o dibujos animados). Por tanto, se debe evitar el uso de metáforas para explicar la muerte como, por ejemplo, “sueño o viaje eterno”, ya que pueden causar confusión con la vida diaria en la que duermes y despiertas o viajas, con ida y vuelta. Cuando los niños son muy pequeños, lo mejor es no hacer grandes cambios en sus rutinas y horarios, manteniendo un ambiente estable. Eso no quiere decir que debemos actuar como se no hubiera ocurrido nada, ya que los niños sienten y perciben lo que está ocurriendo. Si evitamos hablar de sus sentimientos, estamos enseñando al niño que debe ocultarlos.

Entre los siete y los diez años, el niño pasa a comprender mejor y a ver la muerte como una ida sin retorno y comienza a hacer cuestionamientos sobre el asunto. Ya a partir de los once años, el pequeño asimila qué es realmente la muerte y la acepta como algo natural.

También es muy importante no dejar pasar el tiempo para comunicar la noticia de la muerte. Los niños perciben los cambios en su entorno y pueden desarrollar ansiedad debido a las alteraciones de comportamiento de sus familiares.

Algunas pautas para hablar de la muerte a los niños:

    • hablar de la muerte a los niñosNo dejes pasar el tiempo para comunicar la noticia.
    • Habla de forma clara, sencilla y honesta.
    • No digas al niño que él debe olvidar lo ocurrido. Al contrario, incentiva los recuerdos de los momentos agradables con el ser querido. Dile que las personas siempre permanecen en nuestros recuerdos y nuestros corazones.
    • Acoge sus sentimientos y valida sus emociones. Muestra que tienes los mismos sentimientos que él.
    • Haz que se sienta arropado y seguro, el amor es muy importante para superar el proceso de duelo.
    • Apóyate en los libros que tratan esta temática y están recomendados para niños.

Recuerda que no estás solo, siempre puedes apoyarte en la figura de un profesional para gestionar esta etapa tan difícil.

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Dependencia emocional
Amor o dependencia emocional 650 650 Sandra Ribeiro

Amor o dependencia emocional

La dependencia emocional se ha tornado un problema muy frecuente en las consultas psicológicas.

¿Qué es la dependencia emocional?

La dependencia emocional puede ser comparada a otras adicciones. Por tanto, así como ocurre en otros tipos de adicciones, en la dependencia emocional también se dan mecanismos de refuerzo positivo que culminan en la dependencia psicológica, lo que causa una necesidad desproporcionada de algo, en este caso, del otro.

La dependencia emocional puede ser experimentada respecto a las personas que mantenemos una relación interpersonal como familiares y amigos, pero, fundamentalmente, se da respecto a la pareja. Es importante no confundir este tipo de dependencia con la necesidad de afecto que tenemos todos los seres humanos. La dependencia emocional se da cuando desarrollamos conductas patológicas, desproporcionadas y desadaptativas para conseguir el afecto de alguien.

Las relaciones basadas en la dependencia emocional se caracterizan por ser destructivas y están marcadas por excesiva entrega, angustia ante la separación, sentimiento extremo de anhelo del otro, necesidad de atención constante y de gestos de aprobación por parte del otro para reafirmar la relación.

Dependencia emocional

La dependencia emocional tiene un carácter puramente afectivo y no se puede explicar por otro tipo de dependencia como, por ejemplo, la dependencia económica. La persona de la que se depende es el objeto de una idealización en la que la persona idealizada está por encima de cualquier otra cosa o persona, incluso de uno mismo.

A pesar de que esta relación de dependencia suele generar sufrimiento y malestar, la persona dependiente trata de complacer constantemente al otro, sobreestimando sus cualidades e infraestimando las propias, aumentando así, la sensación de inferioridad y baja autoestima de sí mismo. Los deseos y las necesidades del otro están por encima de las propias, creando una relación donde existe una disfuncionalidad y asimetría en el rol de cada miembro de la pareja, así como un desequilibrio en la relación en sí. Así, el dependiente emocional suele ir abandonando poco a poco todas sus aficiones, amistades, familia y actividades de su vida diaria para poder pasar más tiempo junto a la otra persona.

Cuando este tipo de relación llega a su fin, la ruptura es vivida por la persona dependiente como algo verdaderamente catastrófico y que no lo puede soportar. Por tanto, busca de todas las maneras reanudar la relación. En el caso de que no tenga éxito, el dependiente centrará todos sus esfuerzos en encontrar a otra persona que cubra la necesidad desmesurada de estar siempre acompañado y calmar la sensación de soledad y abandono, estableciendo así, otro ciclo de dependencia afectiva, cambiando una adicción por otra.

Un primer paso para romper ese círculo vicioso es trabajar el amor propio. Cuando hablo en amor propio o amar hacia uno mismo, no estoy hablando del egoísmo de relacionarse con el otro manipulándolo para conseguir satisfacer sus propios deseos – en este caso estaríamos hablando de narcisismo, pero este tema sería para otro artículo –. El amor propio sería más bien ser responsable de que estemos bien, de que nos sintamos a gusto en nuestra propia compañía, de que no tengamos la necesidad de estar con otra persona, sino que deseamos estar acompañados y, sólo en este caso, poder compartir nuestra vida con el otro.

Es necesario conocernos, saber qué nos hace felices, qué nos angustia, respetar nuestro espacio y nuestros derechos, y también los del otro, en definitiva, tener un equilibrio de nuestras propias emociones, aceptarnos, cuidarnos y, sobre todo, querernos.

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Sandra Ribeiro

Psicóloga General Sanitaria (M-34885)

Profesora Asociada del Dpto. de Psicología de la Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la UNED

Profesora del Máster en Psicología General Sanitaria de la Universidad Villanueva

Responsable de formación y supervisora de casos clínicos en el Servicio de Psicología Aplicada (SPA) de la UNED

 

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El hambre emocional 650 650 Sandra Ribeiro

El hambre emocional

¿Por qué comemos más cuando estamos nerviosos, ansiosos o estresados?

Muchas veces confundimos el hambre física con el hambre emocional. Muchas veces compensamos nuestro malestar con la comida, es decir, hacemos grandes ingestas en función de nuestro estado de ánimo.

Claro que no es sano estar sin comer mucho tiempo: comer es una necesidad física y biológica. Sin embargo, existe un hambre que es de fondo emocional y que es muy fácil confundir con el hambre físico. El hambre emocional aparece a menudo en situaciones marcadas por el estrés, la ansiedad o el nerviosismo, y está situada en la mente.

Llamamos “Comedor Emocional” (CE) a la persona que ingiere una cantidad excesiva de alimentos según su estado emocional, principalmente, bajo las emociones negativas. Además de la preferencia por alimentos más calóricos, la sensación de hambre no se va a pesar de ingerir dichos alimentos y, muchas veces, aparecen la culpabilidad y la vergüenza por comer de forma excesiva. Esa sensación de hambre y la necesidad de realizar una ingesta excesiva de alimentos suelen acompañar a situaciones estresantes como un examen, una entrevista de trabajo u otra situación importante.

 ¿Por qué algunas personas bajo situaciones estresantes tienen la sensación de que se le “cierra el estómago” y pierden el apetito, mientras que en otras la ansiedad funciona como un desencadenante del hambre?

El hecho de que algunas personas pierdan el apetito cuando están ansiosas o nerviosas tiene una explicación fisiológica. Nuestro organismo percibe las emociones negativas como un riesgo o una amenaza a nuestro equilibrio físico o psicológico, lo que provoca una respuesta fisiológica que sería la liberación de glucosa en sangre, lo que, a su vez, suprime la sensación de hambre. Ya en el caso de que las emociones desencadenen el hambre, no hay un mecanismo fisiológico que lo explique, sino que comer en respuesta a determinados estados emocionales es una conducta socialmente aprendida y es algo que está muy arraigado en nuestra cultura.

La comida se tornó el centro de cualquier reunión social: “quedamos para comer/cenar y luego vemos”. Además, siempre tenemos una excusa para comer lo que queremos: un café para ayudarnos a despertar, chocolate para darnos energía, dulce porque estamos “deprimidos”, etc. Siempre nos mimamos a nosotros y a los demás con algún “caprichito” alimentario.

A todos nos ha pasado alguna vez dejarnos llevar y consumir alimentos en exceso, pero cuando esta conducta se realiza de forma habitual, sobre todo cuando no somos conscientes de ella, comer para calmar el hambre emocional puede afectar no solo al peso como al bienestar psicológico y a la salud en general.

Es muy importante que aprendamos a gestionar de forma correcta las emociones negativas provocadas por determinadas situaciones estresantes que, muchas veces, son situaciones que ocurren a menudo en nuestra vida diaria, y no recurrir a grandes ingestas para encontrar el bienestar emocional.

¿Cuáles son las posibles consecuencias del hambre emocional?

Entre las consecuencias físicas más importantes que podemos encontrar cuando recurrimos a este tipo de conducta, son el sobrepeso y la obesidad, y todo lo que conlleva: enfermedades cardiovasculares, respiratorias, diabetes, hipertensión, entre otras. Aunque no nos podemos olvidar que, con el hambre emocional, existe también la posibilidad de que suframos otros trastornos alimentarios como la anorexia, la bulimia o el trastorno por atracón.

Si utilizas la comida de forma compulsiva, como anestésico para gestionar las emociones negativas, y eso te produce más emociones negativas, entrando en una espiral, es hora de buscar ayuda de un profesional. Hay tratamientos y técnicas consolidadas que te pueden ayudar a salir de esta situación.

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Psicóloga General Sanitaria (M-34885)

Profesora Asociada del Dpto. de Psicología de la Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la UNED

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Adolescencia: el desarrollo de una identidad individual 650 650 Sandra Ribeiro

Adolescencia: el desarrollo de una identidad individual

La adolescencia es un periodo de cambios y transformaciones importantes tanto a nivel físico, como a nivel psicológico, relacional, afectivo e intelectual. La adolescencia es una etapa turbulenta por excelencia con grandes conflictos familiares, en la que la búsqueda de una identidad individual produce una ruptura con el mundo infantil y el inicio de una nueva forma de relacionarse con los padres.

Todos los individuos caminamos hacia el desarrollo de una identidad individual. Tenemos la necesidad de individuación de nuestras figuras de referencia. La individuación, según Carl Jung, consiste en que las personas tienen que reconocerse y distinguirse como individuo, principalmente de las figuras de referencia, que son la madre, el padre, el cuidador o cualquier individuo que haya tenido un gran peso en la crianza del niño. Es un proceso de construcción de la propia imagen e identidad y es considerado central en el proceso evolutivo.

¿En qué consiste el proceso de individuación?

Cuando hablamos de individuación no nos referimos a una separación física, sino a la percepción del propio espacio y a la conciencia del propio cuerpo y de la mente. El objetivo es llegar a la percepción de si mismo como un individuo único con una identidad autónoma y diferenciada.

En la infancia, los procesos de imitación e identificación son adaptativos y vitales, esenciales en la formación de la personalidad, pero ya en la adolescencia el niño busca diferenciarse de sus progenitores introduciendo elementos de distinción (criterios propios, estilo musical, actividades y eventos diferentes de los que solían disfrutar en familia) que, muchas veces, suponen la ruptura del vínculo familiar y, a menudo, son la causa de muchos conflictos paterno-filial existentes en esta etapa.

Identidad individual

Jung indica que este proceso no siempre se logra y lo plantea como una elección en la que algunos prefieren renunciar a tener una identidad propia para enmarcarse dentro de un rol que sea más aceptado socialmente. Cuando el proceso de individuación no es exitoso, el individuo no consigue la diferenciación necesaria para obtener una identidad autónoma y saludable, manteniendo una relación muchas veces dependiente y fusionada con el progenitor. Estos individuos expresan una representación de sí mismos mucho más parecida a la figura de referencia de lo que realmente es, sacrificando, así, los elementos distintivos que en la realidad existen. Es entonces cuando aparecen problemas como baja autoestima, falta de determinación, miedo al fracaso, ansiedad, depresión, entre otros.

En este sentido, consideramos que es de suma importancia que los padres conozcan y sean respetuosos con los ciclos evolutivos de sus hijos, ya que éstos pasarán por diferentes fases en sus vidas. Una de estas fases es la necesidad de imitar y ser parecidos a sus cuidadores primarios y, en el otro extremo, la necesidad de ser lo más diferentes posible, reconociéndose, así, como persona. Esto no quiere decir que cuando culmine la formación de su identidad, vayan a mantener todos los elementos distintivos que han probado a lo largo de las diferentes fases que han experimentado.

De todas maneras, es deseable que los padres no descuiden a los niños en el proceso de individuación, y que estén preparados para acompañarlos en este difícil camino que es la construcción de su propia identidad.

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