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Altas capacidades: cuando el mundo te parece lento

Altas capacidades: cuando el mundo te parece lento

Altas capacidades: cuando el mundo te parece lento 800 800 Sandra Ribeiro

¿Alguna vez has sentido que tu entorno va a cámara lenta y que tú funcionas en otra velocidad? Quizá en una reunión de trabajo ya vislumbraste la solución al problema antes de que los demás terminaran de plantearlo, o notas que tu mente nunca se apaga, siempre saltando de un pensamiento a otro. Tal vez un momento estás entusiasmado con una idea y al siguiente te desanimas por un comentario ajeno. Tener altas capacidades intelectuales (lo que tradicionalmente se llamaba ser “superdotado”) no es nada fácil. A pesar del mito de que las personas con un coeficiente intelectual alto lo tienen todo más sencillo –que su talento les permite triunfar sin esfuerzo–, la realidad es más compleja. Las altas capacidades no te hacen un genio omnipotente; simplemente implican una forma diferente de pensar y percibir el mundo. Y esa diferencia, aunque llena de potencial, a veces puede hacerte sentir fuera de sincronía con los demás.

Una mente en modo rápido

Desde pequeño es posible que hayas destacado por tu curiosidad insaciable y tu rapidez para aprender. Quienes tienen altas capacidades suelen mostrar una capacidad de análisis y de asociación de ideas fuera de lo común. Absorbes la información y detectas patrones donde otros no ven nada, y si algo te interesa de verdad, puedes concentrarte en ello durante horas hasta parecer obsesivo.
¿El problema? Cuando la actividad no te supone un reto, es casi seguro que te aburres. En el colegio quizá terminabas los ejercicios años por delante de tus compañeros, y luego venían interminables períodos de “inactividad forzada” haciendo tareas repetitivas que te provocaban tedio profundo. En el mundo adulto pasa algo parecido: en un trabajo poco estimulante o rutinario, la impaciencia y el enfado pueden hacer acto de presencia si no hay suficiente desafío intelectual. Tu jefe explica algo por enésima vez y tú piensas: “¡ya lo pillé, vamos al grano!”. Es esa sensación de estar siempre un paso (o diez) por delante.

No es solo cuestión de velocidad, sino de estilo de pensamiento. Tu mente puede ser como un árbol frondoso, con muchas ramas de ideas brotando a la vez . Comienzas enfocándote en algo, pero enseguida saltas a otra cosa, y luego a otra, en una cascada imparable de pensamientos. Esta hiperactividad mental es apasionante, pero también puede ser agotadora. Con tantos estímulos internos, a veces te cuesta mantener la concentración en una sola tarea. Puede que incluso te hayan tildado de despistado o que alguna vez algún profesional sugiriera si tenías TDAH, cuando en realidad tu atención simplemente se dispara hacia donde encuentra interés. Si algo no te motiva, desconectas; si te apasiona, te hiperfocalizas.

Otra consecuencia de esa voracidad mental es la dificultad para “parar la máquina”. Quizá te cuesta relajarte porque tu cerebro sigue encendido hasta altas horas de la noche, enganchado hilando ideas o dándole vueltas a mil cuestiones. Este sobrepensar es común en personas de altas capacidades y puede derivar en estrés o ansiedad si no aprendes a gestionarlo. A veces desearías tener un botón de off para tu cabeza. Irónicamente, también puedes pecar de lo contrario: dejar proyectos a medias en cuanto les has “sacado todo el jugo”. Muchas personas con altas capacidades confiesan que, después del subidón inicial de aprender algo nuevo o emprender un proyecto, pierden el interés una vez dominado lo esencial y se lanzan a otra cosa. Esto puede dar la impresión de inconstancia, cuando en realidad se trata de esa sed de nuevos estímulos e ideas.

Al final del día, vivir con una mente tan rápida significa que a menudo el mundo se te antoja lento. Como resume la psicóloga María Gómez, es como “tener que vivir en un mundo que va dolorosamente lento para una persona con una mente excepcionalmente rápida” . Esa sensación puede ser tan frustrante como lo imaginas: quieres que todo y todos aceleren, pero el mundo sigue con su ritmo… y tú debes encontrar la manera de coexistir con esa diferencia.

Emociones intensas a flor de piel

Si lo cognitivo va a mil, las emociones tampoco se quedan atrás. Lejos del estereotipo frío del “cerebrito”, muchas personas con altas capacidades sienten todo en alta intensidad. Tienen una hipersensibilidad emocional marcada: pueden emocionarse o afectarse profundamente por situaciones que a otros apenas inquietan. Tal vez te han dicho “¡no exageres!” porque lloras con una película, o te conmueves con una canción, o te indignas ante una injusticia lejana. No es que seas dramático; es que tu umbral emocional es diferente. De hecho, estudios clásicos de la psicóloga Leta Hollingworth encontraron que hasta el 90% de los niños superdotados presentan una sensibilidad muy alta, experimentando el mundo de forma más intensa en lo sensorial, emocional y social. Esa gran sensibilidad puede ser un don –te permite percibir bellezas y matices que otros pasan por alto– pero también una carga: te hace más vulnerable al estrés, la ansiedad y la sobrestimulación cuando tu entorno no comprende ni atiende esa intensidad.

¿Te molestan ruidos que nadie más nota? ¿Te agobian las multitudes, las luces fuertes o ciertas texturas de ropa? No es imaginación tuya: es parte de esa sensibilidad aumentada que a menudo acompaña a las altas capacidades. Te sobrecargas sensorialmente con facilidad; por ejemplo, un centro comercial un sábado puede dejarte exhausto. A nivel emocional, vives con el “volumen” subido. La empatía es un rasgo destacado: quizás percibes al instante el estado de ánimo de quienes te rodean y casi sientes el dolor ajeno como propio. Esto puede llevarte a sufrir mucho por las desgracias de otros o por las injusticias del mundo, a tal punto que es como si cargaras con el peso del mundo en los hombros. Mientras los demás comentan una tragedia lejana y al rato siguen con su día, tú te quedas rumiando, con el corazón encogido, preguntándote ¿por qué nadie más se inmuta?.

Además de la empatía, probablemente tienes un agudo sentido ético. Las personas de altas capacidades suelen poseer una fuerte brújula moral y un gran sentido de la justicia. Esto significa que te cuesta mucho aceptar las arbitrariedades o las “mentiras a medias” del día a día. Si algo va contra tus valores, lo sientes intensamente: enfado, tristeza, frustración. Y si eres además altamente sensible, los conflictos o enfrentamientos no solo te disgustan, sino que pueden alterarte profundamente a nivel físico (taquicardia, nudo en el estómago, ganas de llorar). Por eso, a veces prefieres evitar decir lo que piensas para no generar discusiones que luego te dejen temblando. Te vuelves más callado de lo que en realidad querrías, autocensurándote para protegerte.

También es común en personas con AACC una tendencia a la reflexión existencial. Desde joven quizá te has hecho las “grandes preguntas” sobre la vida, la muerte, el sentido (o sinsentido) de todo esto. Esa profundidad de pensamiento, sumada a la lucidez con la que analizas el mundo, a veces puede traducirse en una especie de melancolía o tristeza existencial. No es depresión clínica en sí misma (aunque puede confundirse), sino una sensación de vacío o de dolor por la lucidez. Ves las injusticias, la fragilidad de la vida, la hipocresía social, y te afecta más de lo que quisieras. Algunos autores lo llaman “depresión existencial del superdotado” – no porque estés condenado a ella, sino porque es una reacción comprensible de una mente preocupada por los grandes temas en un mundo que a veces parece superficial. Puede que desde niño te hayas sentido un poco mayor que tu edad en este sentido, cargando con preguntas y preocupaciones que ningún compañero compartía.

La soledad de sentirse diferente

Con todo lo anterior, no es sorprendente que a menudo te hayas sentido solo o alienígena en medio de la gente. Crecer y vivir con altas capacidades a veces equivale a sentirse como un extranjero en tu propio mundo. Es esa sensación de no encajar del todo, de que las conversaciones triviales te aburren pero si sacas tus temas apasionantes “no hablas el mismo idioma” que los demás. Desde siempre tal vez arrastras una soledad existencial difícil de explicar, “como un eco sordo” que te acompaña desde la niñez. Te ha costado encontrar a otros como tú, personas con quienes compartir esas inquietudes intensas o ese humor peculiar que otros no entienden . Es posible que con el tiempo incluso te resignaras a sentirte solo entre la multitud , pensando que eras el raro, el incomprendido.

Muchas personas con altas capacidades aprenden a disimular para encajar. Como nos cuenta la psicóloga María Gutiérrez, muchos adultos superdotados sienten vergüenza de identificarse así porque les suena a creerse superiores, y arrastran historias de rechazo o burlas en la infancia por ser “el listo de la clase”. Así que, igual que una persona muy alta intenta encorvarse para no destacar, alguien con altas capacidades a menudo se encoge metafóricamente: oculta sus ideas, finge que no sabe tanto, se queda callado en grupo aunque por dentro tenga mil cosas que decir . Todo para no desentonar ni despertar envidias o críticas. Quizá te has sorprendido a ti mismo rebajando tu entusiasmo o fingiendo que no entendiste un chiste cuando en realidad ya pensaste tres remates mejores, solo para no parecer pedante. Es un mecanismo de protección: has aprendido que destacar puede traer aislamiento o comentarios despectivos, así que prefieres pasar desapercibido. El problema es que, al callar y guardarte tanto, esa riqueza interior no desaparece: simplemente se vuelve contra ti. Puede traducirse en rabia acumulada, en tristeza, o en sentir que nadie te conoce de verdad porque nunca muestras tu yo completo .

En las relaciones personales, esta brecha se nota. Hacer amigos puede haber sido difícil en distintos momentos de tu vida. No es que no quieras compañía, al contrario: anhelas conexiones profundas, conversaciones significativas, compartir intereses y sueños. Pero muchas veces te has topado con incomprensión. En la pareja, por ejemplo, es común que surja un desajuste si tu media naranja no logra entender tu forma particular de pensar y sentir. Puede que te digan “es que no te entiendo” o “no sé por qué te complicas tanto”, lo cual duele porque ataca justo esa parte esencial de ti. A largo plazo, esta falta de sintonía intelectual o emocional puede generar distancia e incluso ruptura si no se aborda con comunicación y empatía. Y en la amistad igual: quizás te ha costado encontrar grupos donde realmente encajes, donde puedas hablar tanto de las últimas noticias científicas como de la película de moda, y sentir que los demás te siguen el ritmo.

Con el tiempo, el autoaislamiento se vuelve una tentación: mejor solo que mal acompañado, podrías pensar. Hay adultos con altas capacidades que, tras repetidos intentos fallidos de pertenencia, optan por la soledad antes que la incomprensión. Sin embargo, ese aislamiento autoimpuesto no deja de ser doloroso. En el fondo, deseas conectar, pertenecer sin dejar de ser tú mismo. Deseas poder mostrar tu entusiasmo sin miedo, que alguien diga “¡yo también pienso eso!”. Cuando eso no ocurre fácilmente, la soledad se magnifica. Tareas sociales comunes como “hacer amigos” o “encajar en un equipo de trabajo” pueden resultarte excepcionalmente complicadas . Te sientes raro, los demás quizás te ven raro, y ese círculo vicioso refuerza la idea de que eres un bicho raro. Pero déjame decirte algo importante: no lo eres. O al menos, no eres el único. Hay más personas como tú, aunque cueste encontrarlas, viviendo esas mismas experiencias de sentirse fuera de lugar. Saber eso ya es un pequeño alivio: comprender que tu diferencia es real pero compartida por otros, y que tiene un nombre (altas capacidades), puede ayudarte a quitarte de encima la pesada losa de la culpa o la rareza personal.

Desafíos cotidianos: trabajo, relaciones y sobrepensar

En el día a día, llevar esta “mochila” de altas capacidades trae retos muy concretos. Por ejemplo, en el ámbito laboral. A pesar de que muchos esperarían que una persona muy inteligente tuviera un camino profesional brillante, la realidad es que a veces te cuesta encontrar tu lugar en las estructuras convencionales. Si el trabajo es demasiado rutinario, te aburres y pierdes motivación rápidamente. Si es interesante pero el entorno es rígido o poco innovador, te sientes sofocado. Puedes haber pasado por múltiples empleos o incluso reinvenciones profesionales buscando ese sitio donde puedas aportar todo tu potencial. De hecho, es común que las personas con altas capacidades tengan currículos “atípicos”, con varios giros, formaciones diversas o cambios de trabajo frecuentes. Desde fuera, alguien de recursos humanos podría ver eso y pensar que eres inestable, cuando en realidad estás persiguiendo el match adecuado entre tus múltiples intereses y el trabajo. La multipotencialidad (tener muchas pasiones y habilidades) es un arma de doble filo: por un lado, hace que puedas desempeñarte en campos distintos con éxito; por otro, elegir una sola carrera o permanecer años en el mismo puesto puede sentirse asfixiante. “Has estudiado tantas cosas y probado tantos trabajos que acabas sintiéndote inútil, sin encontrar tu sitio, mientras el resto parece seguir un camino trazado” decía un testimonio, reflejando esa frustración. Incluso con un trabajo “bueno” en apariencia, quizás sientes que no encajas del todo y que te estás conformando con menos de lo que podrías dar.

Las relaciones con jefes y compañeros también pueden ser complicadas. Tu sentido crítico y tu honestidad podrían haber chocado con alguna jerarquía. Si ves que algo no tiene lógica o podría mejorarse, te cuesta morderte la lengua y seguir órdenes sin más. Tiendes a cuestionar lo establecido si carece de sentido, y no soportas la frase “siempre se ha hecho así” como justificación. Esto, aunque suele ser con buena intención (buscar la mejora), a veces no es bien recibido. Puede que hayas experimentado roces por imponer sin querer tu criterio, simplemente porque estabas muy seguro de tu idea y no entendías por qué los demás no la veían tan clara. A eso súmale que te irrita la ineficiencia: reuniones eternas para decidir minucias, procesos burocráticos absurdos… en tu cabeza gritabas “¡vamos, avancemos!” y te costaba disimular la impaciencia. Trabajar en equipo puede volverse un desafío si sientes que el equipo va a paso de tortuga o no comparte tu nivel de compromiso. No es que falte humildad de tu parte; es una diferencia de ritmos y perspectivas. Algunas personas con AACC se desenvuelven mejor en trabajos más independientes, donde pueden “ir a su bola” y gestionar su tiempo y métodos a su manera. Otras, sin embargo, disfrutan trabajando en grupo siempre que el grupo sea estimulante y –ejem– tal vez liderado por ellas (no es raro que quienes tienen altas capacidades asuman roles de liderazgo, formal o informalmente, porque ven cómo coordinar mejor las cosas).

En el terreno personal y emocional, otro gran desafío suele ser la autoexigencia. Eres probablemente tu peor crítico. La combinación de perfeccionismo y alta autocrítica típica en las personas con altas capacidades puede conducirte al síndrome del impostor: por muy bien que hagas algo, siempre encuentras defectos, siempre crees que no es para tanto o que “te sobrestiman” . Puedes volverte intolerante a tus propios fallos, al mínimo error, y eso en vez de impulsarte muchas veces te paraliza. ¿Te suena dedicarle muchísimo tiempo a un trabajo o proyecto porque sientes que nunca queda perfecto? Esa parálisis por análisis es común: «los adultos con altas capacidades suelen ser perfeccionistas (a veces hasta la parálisis)» señala el psicólogo Federico F. Gil. Este nivel de exigencia autoimpuesta mina tu autoestima, porque es como perseguir un horizonte que siempre se aleja. Irónicamente, desde fuera puede haber también la expectativa de que “como eres tan listo, no puedes equivocarte”, lo que añade presión externa a la interna. Es una doble losa: la sociedad espera excelencia constante de ti y tú mismo no te permites menos. Resultado: estrés, miedo al fracaso y una sensación de nunca ser suficiente.

Esta dinámica puede desembocar en episodios de ansiedad o depresión. No porque las altas capacidades en sí sean un trastorno (¡para nada!), sino porque sentirse diferente y rechazado repetidamente lleva a pensar que el problema está en uno mismo. Si durante años te han hecho sentir “el raro” o has tenido dificultades para encajar, es lógico que se hayan generado inseguridades. Muchos adultos con altas capacidades cargan con heridas emocionales de su infancia o adolescencia: bullying, incomprensión familiar o escolar, fracasos en relaciones… Todo eso puede dejar cicatrices en forma de fobias sociales, ansiedad crónica o tristeza latente. A veces, incluso, en la búsqueda de aliviar ese malestar, algunas personas pueden caer en conductas de riesgo (abusar de alcohol, por ejemplo, para “anestesiar” la mente, o engancharse a algo que les abstraiga). No es que vaya a pasarte obligatoriamente, pero es un recordatorio de que la salud mental puede resentirse cuando vives tanto tiempo sintiendo que no encajas.

Llegados a este punto, podrías preguntarte: ¿Entonces todo es negativo? ¿Estoy condenado a una vida de frustración?
La respuesta es no, para nada.
Sí, hemos pintado un panorama con muchas aristas dolorosas, porque es importante validarlas y reconocerlas. Pero las altas capacidades también traen alegrías intensas, creatividad desbordante, humor ingenioso y capacidad de maravillarte con el mundo. Seguramente has vivido momentos de “flow” increíbles, en los que tu mente rápida resolvió un problema complejo en un santiamén o en los que conectaste ideas de forma tan original que encontraste soluciones únicas. Tal vez disfrutas enormemente de tus hobbies (música, arte, ciencia, juegos, lo que sea) con una pasión contagiosa. Muchas personas con AACC ven belleza donde otros no, aprecian los pequeños detalles cotidianos, experimentan placer intelectual descubriendo cosas nuevas y tienen un sentido del humor muy agudo (aunque a veces los chistes solo los pilles tú, y eso también tiene su gracia). En resumen, no todo es un problema: tu forma de ser tiene un montón de luces además de sombras. El objetivo es aprender a manejar esas sombras para que las luces brillen plenamente.

Entenderte mejor y buscar apoyo

El primer paso para convertir lo que a veces sientes como desventaja en una ventaja es reconocer y aceptar tus altas capacidades . Puede sonar obvio, pero muchos adultos pasan media vida sin ponerle nombre a eso que les pasa, culpándose por sentirse como se sienten. Darte cuenta de que, oye, no estás roto ni eres un bicho raro, sino que tienes un perfil cognitivo-emocional distinto, puede ser liberador. Entender que el aburrimiento que sientes cuando el mundo va lento, o esa intensidad emocional, forman parte de quién eres, te ayudará a dejar de verlo como un fallo. A partir de ahí, puedes aprender estrategias para manejarlo. Piensa que así como un atleta de alto rendimiento necesita entrenamiento especializado, una “mente de alto rendimiento” también puede beneficiarse de guía y apoyo especializados.

Aquí es donde entra en juego la posibilidad de buscar ayuda profesional. Esto no significa ni mucho menos que estés enfermo o que haya algo mal contigo. Significa simplemente que a veces un psicólogo/a con experiencia en altas capacidades puede darte herramientas valiosas. Muchos adultos con altas capacidades descubren que trabajar la parte emocional y de gestión de sus pensamientos resulta determinante para su bienestar. Un terapeuta que entienda este perfil puede ayudarte a desenredar ese ovillo de sobrepensamiento, a rebajar ese crítico interno implacable, y a encontrar maneras de comunicarte con los demás sin sentir que hablas en otro idioma. También puede ayudarte a sanar esas heridas de la infancia (el sentimiento de no encajar, las inseguridades acumuladas) para que dejen de frenarte en tu vida presente.

Además del apoyo individual, buscar comunidad puede marcar la diferencia. Hoy en día existen grupos, foros y asociaciones de personas adultas con altas capacidades donde, por primera vez, muchos dicen “¡por fin alguien que me entiende!”. Compartir experiencias con pares puede aliviar mucho esa soledad interna. No se trata de hacer un club exclusivo ni de alimentar el ego; se trata de sentir pertenencia y comprensión mutua, que es algo a lo que todos los seres humanos aspiramos. Si no conoces a nadie en persona, incluso leer libros o blogs sobre el tema (como este) ya te puede brindar ese efecto espejo: reconocer en las palabras de otros rasgos y vivencias que creías únicas de ti. Verás que hay todo un vocabulario y conocimiento desarrollado en torno a las altas capacidades en la vida adulta, lo cual legitima lo que sientes.

También es importante destacar que una evaluación psicológica completa no solo sirve para detectar las altas capacidades, sino que también permite identificar otras posibles dificultades o condiciones que pueden estar presentes y afectar al desarrollo emocional y cognitivo. Contar con un diagnóstico integral facilita orientar mejor la intervención y el apoyo necesario para que la persona pueda desarrollarse de forma saludable y plena.

En última instancia, tú mereces vivir plenamente con tus particularidades. No tienes que resignarte a la amargura ni a la apatía. Como muchas personas de altas capacidades descubren, con la orientación correcta aquello que antes te hacía tropezar puede convertirse en tu fortaleza. Esa imaginación desbordante, canalizada, te hará crear proyectos maravillosos. Esa sensibilidad te permitirá disfrutar de la belleza y empatizar profundamente con quienes amas. Esa mente rápida te dará soluciones brillantes y te hará destacar en lo que verdaderamente te motive. El camino no siempre es sencillo –habrá que desaprender la vergüenza, ajustar expectativas y practicar mucha auto-compasión– pero vale la pena. No estás solo en esto, aunque a veces lo hayas sentido así. Hay profesionales, comunidades y recursos dedicados justamente a acompañar a personas como tú en este viaje de autodescubrimiento y crecimiento.

Si te has visto reflejado en estas líneas, quizás hayas comenzado a sospechar que el mundo te parece lento porque tu mente va rápido. Permítete sentir alivio por entenderte mejor y, si lo consideras oportuno, da el siguiente paso: infórmate más, habla con gente de confianza o busca apoyo especializado. Tu bienestar intelectual y emocional lo merece. Al fin y al cabo, tener altas capacidades es solo una forma distinta de ser humano – con sus retos, sí, pero también con un enorme potencial de disfrute, creatividad y aportación a los demás. Se trata de aprender a vivir a tu propio ritmo sin que el mundo te pese tanto, y de encontrar tu sitio, ese en el que puedas ser tú mismo sin la necesidad de frenarte constantemente. No estás solo, y no estás condenado a ir desincronizado para siempre. Con comprensión y apoyo, podrás convertir esa velocidad extra en tu aliada y vivir una vida más plena y auténtica, a tu manera. Y quizás descubras que, después de todo, el mundo no es tan lento – o que tú puedes aportarle un poco de tu velocidad para hacerlo avanzar. ¡Ánimo en el camino!

En nuestra clínica estamos aquí para ayudarte a comprenderte, a sanar y a construir una vida más alineada con quien eres. Escríbenos y empieza tu proceso de forma segura y respetuosa.

 

 

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