La adolescencia es un periodo de cambios y transformaciones importantes tanto a nivel físico, como a nivel psicológico, relacional, afectivo e intelectual. La adolescencia es una etapa turbulenta por excelencia con grandes conflictos familiares, en la que la búsqueda de una identidad individual produce una ruptura con el mundo infantil y el inicio de una nueva forma de relacionarse con los padres.
Todos los individuos caminamos hacia el desarrollo de una identidad individual. Tenemos la necesidad de individuación de nuestras figuras de referencia. La individuación, según Carl Jung, consiste en que las personas tienen que reconocerse y distinguirse como individuo, principalmente de las figuras de referencia, que son la madre, el padre, el cuidador o cualquier individuo que haya tenido un gran peso en la crianza del niño. Es un proceso de construcción de la propia imagen e identidad y es considerado central en el proceso evolutivo.
¿En qué consiste el proceso de individuación?
Cuando hablamos de individuación no nos referimos a una separación física, sino a la percepción del propio espacio y a la conciencia del propio cuerpo y de la mente. El objetivo es llegar a la percepción de si mismo como un individuo único con una identidad autónoma y diferenciada.
En la infancia, los procesos de imitación e identificación son adaptativos y vitales, esenciales en la formación de la personalidad, pero ya en la adolescencia el niño busca diferenciarse de sus progenitores introduciendo elementos de distinción (criterios propios, estilo musical, actividades y eventos diferentes de los que solían disfrutar en familia) que, muchas veces, suponen la ruptura del vínculo familiar y, a menudo, son la causa de muchos conflictos paterno-filial existentes en esta etapa.
Jung indica que este proceso no siempre se logra y lo plantea como una elección en la que algunos prefieren renunciar a tener una identidad propia para enmarcarse dentro de un rol que sea más aceptado socialmente. Cuando el proceso de individuación no es exitoso, el individuo no consigue la diferenciación necesaria para obtener una identidad autónoma y saludable, manteniendo una relación muchas veces dependiente y fusionada con el progenitor. Estos individuos expresan una representación de sí mismos mucho más parecida a la figura de referencia de lo que realmente es, sacrificando, así, los elementos distintivos que en la realidad existen. Es entonces cuando aparecen problemas como baja autoestima, falta de determinación, miedo al fracaso, ansiedad, depresión, entre otros.
En este sentido, consideramos que es de suma importancia que los padres conozcan y sean respetuosos con los ciclos evolutivos de sus hijos, ya que éstos pasarán por diferentes fases en sus vidas. Una de estas fases es la necesidad de imitar y ser parecidos a sus cuidadores primarios y, en el otro extremo, la necesidad de ser lo más diferentes posible, reconociéndose, así, como persona. Esto no quiere decir que cuando culmine la formación de su identidad, vayan a mantener todos los elementos distintivos que han probado a lo largo de las diferentes fases que han experimentado.
De todas maneras, es deseable que los padres no descuiden a los niños en el proceso de individuación, y que estén preparados para acompañarlos en este difícil camino que es la construcción de su propia identidad.
Si crees que no puedes hacerlo solo/a, estamos aquí para ayudarte.
Pide cita:
Rellena nuestro formulario
Para mantenerte informado/a de todos nuestros artículos, síguenos en Instagram.
Sandra Ribeiro
Psicóloga General Sanitaria (M-34885)
Profesora Asociada del Dpto. de Psicología de la Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la UNED
Profesora del Máster en Psicología General Sanitaria de la Universidad Villanueva
Responsable de formación y supervisora de casos clínicos en el Servicio de Psicología Aplicada (SPA) de la UNED