La exposición a la violencia de género en el entorno familiar durante la infancia y la adolescencia tiene profundos efectos en la salud mental y emocional de las personas, que pueden manifestarse en la vida adulta de diversas formas. Los hijos e hijas que crecen en hogares donde ocurre violencia de género son, directa o indirectamente, víctimas de esta dinámica. Aunque no siempre sean blanco directo de agresiones físicas, el simple hecho de estar presentes en un ambiente de violencia tiene consecuencias significativas.
Impactos en la salud mental en la vida adulta de los hijos/as de la violencia de género
- Trastornos de ansiedad y depresión: La exposición temprana a entornos violentos puede generar una hiperactivación constante del sistema de respuesta al estrés, lo que predispone a problemas de ansiedad crónica, ataques de pánico y depresión.
- Trastorno de estrés postraumático (TEPT): Muchos de estos hijos/as pueden revivir los eventos traumáticos mediante flashbacks, pesadillas o una hipervigilancia constante que afecta sus relaciones y bienestar.
- Dificultades en la regulación emocional: Las personas que han crecido en un entorno de violencia suelen tener dificultades para identificar, expresar y manejar sus emociones. Esto puede llevar a explosiones de ira, problemas para empatizar o tendencia al aislamiento.
- Baja autoestima: La exposición a la violencia de género puede inculcar sentimientos de inutilidad, vergüenza o culpa, lo que afecta la autopercepción y dificulta alcanzar metas personales y profesionales.
- Patrones disfuncionales en relaciones: Es común que estas personas repliquen modelos de relación aprendidos, ya sea desde el rol de víctima o agresor/a, o evitando relaciones íntimas por miedo al conflicto.
- Consumo de sustancias: Algunas personas recurren a sustancias como forma de afrontar el dolor emocional o la disociación derivada del trauma.
Consecuencias emocionales en la vida adulta de los hijos/as de la violencia de género
- Inseguridad y miedo constante: Los niños/as que viven en ambientes violentos pueden desarrollar una desconfianza generalizada hacia el mundo, dificultando su capacidad para construir vínculos seguros.
- Dificultades para establecer límites: Por la exposición a dinámicas de poder abusivo, es frecuente que estas personas no aprendan a reconocer y defender sus propios límites.
- Sentimientos de culpa o responsabilidad: En algunos casos, los hijos/as sienten que podrían haber hecho algo para detener la violencia o proteger a uno de sus progenitores.
¿Puede un hombre que maltrata a su pareja ser un buen padre?
A la pregunta sobre si un hombre que ha maltratado a su pareja puede ser un buen padre, mi respuesta, como psicóloga y especialista en violencia de género, apego y trauma, es clara y rotunda: NO. Sin embargo, como el tema toca aspectos éticos, psicológicos y emocionales que impactan a todos los involucrados en la violencia, siento la necesidad de argumentar mi respuesta.
Un buen padre no se define únicamente por su trato directo hacia los hijos/as, sino también por el ambiente que crea en el hogar y por el modelo de comportamiento que les ofrece. En este caso:
- Violencia hacia la madre: Ser violento con la pareja implica un incumplimiento fundamental del rol protector y de respeto que un padre debería enseñar.
- Dinámica familiar tóxica: La violencia no afecta únicamente a la pareja, sino al ecosistema familiar completo, en el cual los hijos/as son participantes obligados.
Aunque el hombre pueda tener momentos de ternura o apoyo hacia sus hijos/as, estas acciones quedan eclipsadas por el daño causado al hogar como un todo. Ser un buen padre implica más que un trato individual positivo: requiere crear un entorno seguro y saludable.
La dualidad del rol paterno en la violencia de género
Es posible que un hombre maltratador hacia su pareja muestre conductas aparentemente afectuosas o protectoras hacia sus hijos. Sin embargo, esta dualidad puede generar disonancia cognitiva en los hijos/as, quienes experimentan sentimientos contradictorios hacia su padre:
- Por un lado, sienten aprecio por el cuidado o el afecto que reciben directamente.
- Por otro, son testigos (o, en algunos casos, víctimas colaterales) de la violencia ejercida hacia su madre.
Esto genera confusión, porque la figura del padre deja de ser consistente y predecible, elementos esenciales para un apego seguro.
Impacto en la vida adulta de los hijos/as de la violencia de género
- Confusión moral y emocional: Los hijos/as crecen con un mensaje contradictorio: su padre puede ser amoroso con ellos, pero violento y controlador con su madre. Esto los lleva a cuestionar qué es aceptable en las relaciones y en el comportamiento de las figuras de autoridad.
- Normalización de la violencia: Cuando los hijos/as ven que la violencia no tiene consecuencias, pueden asumir que este comportamiento es normal o incluso justificable en determinadas circunstancias.
- Lealtad dividida: Los niños/as pueden sentirse obligados a «elegir» entre sus padres, lo cual genera culpa y ansiedad. Podrían querer proteger a su madre, pero también temer o idolatrar a su padre.
- Heridas invisibles: Aunque el padre no sea violento directamente con los hijos/as, el ambiente de tensión y control afecta su desarrollo emocional, cognitivo y social. La violencia de género es una forma de maltrato hacia los hijos/as, incluso si no son víctimas directas.
- Dificultades en las relaciones futuras: La exposición a estas dinámicas puede influir negativamente en cómo los hijos/as establecen relaciones en la vida adulta, replicando patrones tóxicos o evitando el compromiso por miedo al conflicto.
Definitivamente…
Un hombre que maltrata a su pareja difícilmente puede cumplir plenamente el rol de un «buen padre», porque su violencia afecta la estabilidad emocional, el desarrollo y el bienestar de sus hijos/as, independientemente de su trato directo hacia ellos. La ambivalencia que esto genera en los hijos/as tiene un costo emocional significativo, que solo puede ser mitigado con un entorno seguro, consistente y respetuoso.
Intervención terapéutica en los hijos/as adultos/as de la violencia de género
La intervención terapéutica con hijos/as adultos/as de la violencia de género tiene como objetivo sanar las heridas emocionales y psicológicas que surgen de crecer en un entorno marcado por la violencia y el control. Estas personas suelen experimentar efectos prolongados en su salud mental, sus relaciones y su autoestima, incluso muchos años después de haber salido de ese entorno.
- Psicoterapia individual: Trabajar con una psicóloga/o especializada/o en trauma y violencia de género es esencial para procesar el impacto de la infancia y desarrollar estrategias para el presente.
- Grupos de apoyo: Participar en espacios con personas que han vivido experiencias similares puede ser sanador, ofreciendo comprensión y validación.
- Educación emocional: Aprender a identificar y gestionar emociones puede marcar un antes y un después en el desarrollo personal.
- Prevención y concienciación: Reconocer los efectos intergeneracionales de la violencia de género es clave para romper el ciclo y ofrecer mejores oportunidades a las nuevas generaciones.
El proceso terapéutico con hijos/as adultos/as de la violencia de género es profundo y transformador. Más allá de sanar las heridas del pasado, permite a estas personas construir una vida más plena y relaciones sanas, libre de las cadenas emocionales y psicológicas impuestas por su historia.
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Sandra Ribeiro
Psicóloga General Sanitaria (M-34885)
Profesora del Dpto. de Psicología de la Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la UNED
Profesora del Máster en Psicología General Sanitaria de la Universidad Villanueva
Responsable de formación y supervisora de casos clínicos en el Servicio de Psicología Aplicada (SPA) de la UNED