¿Te cuesta recordar tu infancia? ¿Sientes que algunos momentos importantes están cubiertos por una niebla? Tal vez alguien te cuenta anécdotas de cuando eras niño/a y te sorprendes de no recordarlas. Si es así, no estás solo/a.
Posibles causas
- ¿Has crecido en un entorno difícil, en un hogar disfuncional?
- ¿Tus padres o cuidadores tenían una relación conflictiva y/o de violencia?
- ¿Sentías que cada día era una lucha para seguir adelante?
Si has pasado por algo parecido y no te acuerdas de tu infancia, no significa que haya algo «mal» en ti, sino que tu cuerpo y mente estaban enfocados en sobrevivir.
¿Por qué no recuerdo mi infancia?
Cuando crecemos en un ambiente lleno de conflictos, estrés o incluso violencia, nuestra mente prioriza protegernos. En vez de registrar recuerdos detallados, nuestro sistema nervioso se enfoca en mantenernos a salvo. Esto puede provocar que tengamos pocos recuerdos conscientes de esos años. En su lugar, el cuerpo retiene la memoria en forma de sensaciones, miedos o comportamientos.
Cuando vivimos en hogares caóticos, nuestro cerebro solo tiene espacio para enfocar en la supervivencia. De esta forma, no conseguimos recordar nuestra infancia porque estábamos bloqueados/as o disociados/as para protegernos y lidiar con el estrés.
El cuerpo no olvida
Aunque no recuerdes exactamente lo que pasó, tu cuerpo lo recuerda. Tal vez te asustas fácilmente, sientes ansiedad constante o tienes dificultad para confiar en las personas. Estas son señales de que tu sistema nervioso está alerta, porque alguna vez aprendió que el mundo no era un lugar seguro.
Cuando atravesamos experiencias difíciles en la infancia, especialmente en un hogar caótico o lleno de conflictos, nuestro cuerpo actúa como un refugio silencioso. Si bien nuestra mente puede bloquear o minimizar esos recuerdos para protegernos, nuestro cuerpo sigue llevando las huellas de esas vivencias, como un archivo que guarda todo lo que sentimos, pero no pudimos expresar.
¿Cómo guarda el cuerpo el trauma?
El trauma no solo vive en nuestra memoria; también se almacena en nuestro sistema nervioso, músculos y sensaciones corporales. Si creciste en un entorno donde te sentías inseguro o en peligro, tu sistema nervioso aprendió a estar en alerta constante. Esto puede manifestarse de muchas maneras:
- Tensión muscular constante, como si estuvieras siempre «preparado para lo peor».
- Sensación de vacío o desconexión, como si estuvieras separado de tus emociones y cuerpo.
- Hipersensibilidad a ciertos ruidos, tonos de voz o situaciones que te recuerdan al pasado, incluso sin que seas consciente de ello.
Esto sucede porque, en su momento, tu cuerpo intentó protegerte. Cuando no había espacio para procesar lo que vivías, tu cuerpo asumió la tarea de guardar esas emociones no expresadas. El problema es que, si no se libera esa energía acumulada, el trauma sigue actuando en segundo plano, como una alarma que nunca se apaga.
El impacto del trauma en las relaciones en la vida adulta
El trauma que no se procesa no solo afecta cómo nos sentimos con nosotros/as mismos/as, sino también cómo nos relacionamos con los demás. Esto puede aparecer en forma de patrones que, aunque parecen inexplicables, tienen raíces profundas en las experiencias de la infancia:
- Dificultad para confiar en las personas: Si creciste en un entorno donde no te sentías seguro, es natural que, como adulto, te cueste creer que los demás puedan ofrecerte apoyo o cariño sincero. Esto puede llevarte a mantener distancia emocional o, por el contrario, a buscar constantemente pruebas de que los demás no te abandonarán.
- Miedo a los conflictos: Si los desacuerdos en tu hogar eran intensos o violentos, tu cuerpo puede asociar cualquier discusión con peligro. Esto puede hacer que evites confrontaciones o que te sientas extremadamente ansioso en situaciones de tensión.
- Ansiedad en las relaciones románticas: Las relaciones cercanas pueden activar recuerdos inconscientes de cómo te sentías con tus cuidadores. Tal vez temas ser rechazado o te sientas inseguro incluso cuando la relación es saludable. Este patrón puede sabotear relaciones importantes si no se aborda.
- Hipervigilancia emocional: Algunas personas se vuelven muy sensibles a los cambios en el tono de voz, las expresiones faciales o el estado de ánimo de los demás. Esto puede ser agotador y afectar la capacidad de relajarse y disfrutar de las interacciones.
La terapia como camino de sanación del trauma
La buena noticia es que, aunque el cuerpo guarda el trauma, también tiene la capacidad de liberarlo.
Sanar del trauma no es un proceso lineal ni inmediato, pero es posible. Muchas personas han logrado transformar su vida y sus relaciones al trabajar con sus emociones y las señales de su cuerpo.
El primer paso es entender que estas respuestas no son «fallos» tuyos, sino estrategias que tu cuerpo desarrolló para protegerte. A partir de ahí, la terapia puede ayudarte a:
- Reconocer y liberar las tensiones acumuladas en tu cuerpo.
- Identificar patrones en tus relaciones y entender su conexión con tu pasado.
- Crear nuevas maneras de relacionarte contigo mismo/a y con los demás, desde un lugar de mayor calma y confianza.
En terapia, no necesitamos forzarte a recordar todo lo que viviste. El objetivo no es revivir el pasado, sino entender cómo esas experiencias están afectando tu vida hoy y ayudarte a encontrar alivio.
Aunque no puedas cambiar el pasado, puedes aprender a vivir con más calma y confianza en el presente. La terapia es un espacio donde no estás solo, donde tu historia importa y donde puedes empezar a sanar.
Si te identificas con lo que has leído, no tienes que enfrentar este camino solo/a. Si sientes que este puede ser tu momento para sanar, estamos aquí para acompañarte. En el Centro de Psicología Sandra Ribeiro, encontrarás psicólogas especializadas en trauma y un espacio seguro y acogedor donde podemos explorar juntos/as el camino hacia tu bienestar emocional y, poco a poco, puedes reencontrarte contigo mismo/a y construir relaciones más auténticas y saludables.
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Sandra Ribeiro
Psicóloga General Sanitaria (M-34885)
Profesora del Dpto. de Psicología de la Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la UNED
Profesora del Máster en Psicología General Sanitaria de la Universidad Villanueva
Responsable de formación y supervisora de casos clínicos en el Servicio de Psicología Aplicada (SPA) de la UNED