Cuando un niño tiene Altas Capacidades (AACC), no solo destaca por su forma de aprender, sino también por la manera en que siente, se relaciona y entiende el mundo. Lejos de la imagen de “niño prodigio” que a veces se transmite entre la población, hablamos de niños y niñas con una manera diferente de procesar la información, percibir el entorno y vivir sus emociones. Ser madre, padre o cuidador de un niño con AACC puede suponer un reto, porque no consiste en exigir más, sino en comprender mejor sus necesidades emocionales, sociales y cognitivas.
Lo que puedes observar en un niño con Altas Capacidades
El desarrollo de un niño con AACC suele ir acompañado de una serie de características que pueden hacerse visibles desde edades tempranas:
- Intereses intensos y específicos, que pueden resultar poco comunes en comparación con otros niños de su edad.
- Necesidad constante de estímulos mentales, acompañada de preguntas incesantes y complejas que a menudo sorprenden a los adultos.
- Gran sensibilidad emocional, que puede expresarse como empatía profunda o, por el contrario, como una baja tolerancia a la frustración.
- Dificultades en las relaciones sociales, derivadas de sentirse diferentes, no encontrar iguales con quienes conectar o percibir el mundo de un modo distinto al grupo.
- Perfeccionismo y miedo al error, que a veces los lleva a evitar tareas que no dominan de inmediato o a frustrarse fácilmente si no alcanzan la excelencia.
Es importante recordar que la presencia de algunas de estas características no confirma por sí sola una condición de Altas Capacidades. Para formalizar un diagnóstico es necesario llevar a cabo un estudio completo mediante una batería de pruebas psicométricas y neuropsicológicas adaptadas a la edad del niño, que permitan evaluar su perfil cognitivo, emocional y social de manera rigurosa.
Acompañar desde casa: más allá de lo académico
El acompañamiento familiar es un pilar clave en el bienestar de los niños con Altas Capacidades. Aunque muchas veces la atención se centra en lo académico, la realidad es que su desarrollo emocional y social es igual de importante. En casa, madres, padres y cuidadores juegan un papel fundamental para que estos niños aprendan a gestionar sus emociones, se sientan comprendidos y puedan crecer de manera equilibrada.
Algunas estrategias recomendadas son:
- Validar sus emociones:Reconocer lo que sienten, incluso cuando sus reacciones parezcan “exageradas” para su edad. Por ejemplo, si tu hijo llora porque no logra resolver un rompecabezas, puedes decirle: “Entiendo que te frustra, es normal sentirse así cuando algo no sale como esperamos”. Este tipo de respuestas les ayuda a poner nombre a sus emociones y sentirse aceptados.
- Reforzar el esfuerzo más que el resultado:Evita frases como “tú eres muy listo, seguro lo logras”, ya que pueden generar presión extra. En su lugar, resalta su proceso: “Me gusta cómo lo intentaste de varias maneras”. De esta forma aprenden a valorar la perseverancia y entienden que equivocarse forma parte del aprendizaje.
- Ofrecer espacios seguros para equivocarse y crear:Los niños con AACC a veces sienten miedo al error. Permitirles experimentar sin juicios, ya sea dibujando, inventando historias o construyendo con materiales, fomenta su creatividad y les enseña que el error no es un fracaso, sino una oportunidad de aprendizaje.
- Estimular su curiosidad de forma equilibrada:Es común que quieran aprender de todo y hagan preguntas constantemente. Está bien alimentar esa curiosidad, pero también es importante enseñarles a tolerar el aburrimiento y a tener momentos de calma. Por ejemplo, alternar entre actividades estructuradas (talleres, lecturas) y tiempo libre no dirigido.
- Cuidar el desarrollo social:Muchos niños con Altas Capacidades sienten que “no encajan” con sus compañeros. Desde casa, es útil enseñarles habilidades sociales básicas: cómo iniciar una conversación, cómo compartir intereses o cómo negociar en un juego. También se puede favorecer que se relacionen con otros niños que compartan inquietudes similares, a través de actividades extracurriculares o asociaciones.
- Escuchar de forma activa y sin juicios:Dedicar momentos del día a conversar con ellos, mostrando interés genuino por lo que cuentan, sin corregir ni minimizar sus preocupaciones. Preguntas como “¿Qué fue lo que más disfrutaste hoy?” o “¿Hubo algo que te hizo sentir incómodo?” abren la puerta a que expresen su mundo interno y fortalezcan el vínculo de confianza con la familia.
El papel del sistema educativo
El sistema educativo muchas veces no está preparado para responder a la diversidad cognitiva que suponen las Altas Capacidades. Por eso, resulta fundamental que las familias mantengan una comunicación constante con el centro escolar, que se informen sobre los protocolos y recursos disponibles y que participen activamente en la construcción de planes de enriquecimiento o de adaptación para el alumnado de AACC. Estos planes deben respetar los ritmos individuales del niño y favorecer que desarrolle su potencial, sin perder de vista en ningún momento su bienestar emocional y social.
¿Cuándo buscar apoyo profesional?
Aunque muchos niños con AACC crecen de forma sana con el acompañamiento familiar y escolar adecuado, en algunos casos puede ser recomendable el apoyo de un profesional de la psicología. Los motivos más frecuentes por los que familias con hijos o hijas con AACC acuden a consulta suelen ser porque está experimentando:
- Ansiedad o bloqueos emocionales, relacionados con el perfeccionismo o el miedo al error.
- Baja autoestima, derivada de la sensación de no encajar o de sentirse “diferentes”.
- Problemas en las relaciones sociales, aislamiento o rechazo por parte de los iguales.
El trabajo que hacemos en terapia puede aportar tanto a la familia como al propio niño herramientas para afrontar estos desafíos, fortalecer la autoestima y facilitar un desarrollo más equilibrado.
Las Altas Capacidades no se limitan a lo académico; también impactan en la forma de sentir, relacionarse y construir la propia identidad. Acompañar a estos niños implica validar sus emociones, entender sus necesidades y ofrecer un entorno que favorezca tanto su desarrollo cognitivo como personal y social.
Cuando familia, escuela y profesionales colaboran, se crean las condiciones para que el niño crezca de manera equilibrada, sintiéndose aceptado y comprendido en toda su globalidad. En definitiva, no se trata de que llegue más lejos, sino de que pueda crecer pleno, seguro y en armonía consigo mismo y con los demás.
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