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Estrés y autoexigencia: cuando nunca es suficiente

Estrés y autoexigencia: cuando nunca es suficiente

Estrés y autoexigencia: cuando nunca es suficiente 800 800 Sandra Ribeiro

La autoexigencia, entendida como la tendencia a imponernos altos niveles de esfuerzo y rendimiento, es una cualidad ampliamente valorada en nuestra sociedad. Una persona autoexigente suele ser vista como alguien constante, perseverante y con éxito en sus objetivos. Sin embargo, cuando esta actitud supera ciertos límites, puede transformarse en una fuente importante de estrés y sufrimiento.

El lado funcional de la autoexigencia

En su forma adaptativa, la autoexigencia puede ser un motor positivo. Establecer metas claras y trabajar con determinación para alcanzarlas, fomenta el crecimiento personal y profesional. Este comportamiento es saludable cuando:

  • Se alinea con nuestras capacidades reales.
  • Tiene en cuenta nuestras circunstancias y recursos.
  • No afecta negativamente nuestro bienestar emocional o físico.

En estas condiciones, la autoexigencia se convierte en una herramienta para la realización personal.

Cuando la autoexigencia se vuelve disfuncional

El problema surge cuando la autoexigencia se basa en expectativas irreales o en un crítico interno implacable. Este comportamiento, lejos de ser funcional, puede generar consecuencias negativas como:

  • Estrés crónico: La constante presión por alcanzar la perfección agota los recursos físicos y mentales.
  • Sentimientos de insuficiencia: A pesar de los logros obtenidos, la sensación de “nunca es suficiente” predomina.
  • Problemas de salud: Dolores de cabeza, insomnio, tensión muscular o incluso trastornos cardiovasculares pueden estar relacionados con este tipo de estrés.
  • Deterioro emocional: Ansiedad, depresión y baja autoestima suelen acompañar a las personas con un nivel elevado de autoexigencia.

¿Estás siendo demasiado autoexigente? Hazte estas preguntas

Para identificar si la autoexigencia podría estar afectando tu bienestar, reflexiona sobre las siguientes preguntas:

  1. ¿Te cuesta disfrutar de tus logros porque siempre sientes que podrías haberlo hecho mejor?
  2. ¿Te resulta difícil delegar tareas porque piensas que nadie las hará tan bien como tú?
  3. ¿Sientes culpa cuando tomas un descanso o no eres productivo?
  4. ¿Te impones metas que a menudo te parecen inalcanzables o poco realistas?
  5. ¿Te criticas severamente por cualquier error, incluso cuando los demás lo consideran insignificante?
  6. ¿Evitas pedir ayuda por miedo a parecer incapaz?

Si respondiste afirmativamente a varias de estas preguntas, podría ser útil explorar cómo la autoexigencia está impactando tu vida.

Ejemplos de autoexigencia disfuncional en la vida diaria

La autoexigencia disfuncional puede manifestarse de formas muy concretas en el día a día. Algunos ejemplos incluyen:

  • En el trabajo: Una persona que se queda hasta tarde todos los días revisando cada detalle de un proyecto, aunque ya haya recibido feedback positivo por su calidad.
  • En la vida personal: Alguien que siente que debe mantener su casa impecable en todo momento, incluso sacrificando el tiempo para descansar o disfrutar con su familia.
  • En el estudio: Un estudiante que rehace repetidamente sus tareas porque siempre encuentra algo que «podría mejorar», aunque su rendimiento ya sea sobresaliente.
  • En la apariencia física: Una persona que se somete a dietas o rutinas de ejercicio extremas porque nunca está conforme con su imagen corporal, a pesar de recibir comentarios positivos.

Estrategias para gestionar la autoexigencia y el estrés

Si bien la autoexigencia no es algo que deba erradicarse por completo, es fundamental aprender a gestionarla de manera saludable. Algunas estrategias incluyen:

  1. Revisar tus expectativas: Pregúntate si tus metas son realistas y alcanzables dentro de tus posibilidades actuales.
  2. Practicar la autocompasión: Trata de hablarte con la misma amabilidad y comprensión que le brindarías a un amigo.
  3. Permitirse: Permítete descansar y disfrutar de tus momentos contigo mismo, con tu familia y/o amigos.
  4. Celebrar los logros: Reconoce tus avances, por pequeños que sean. Cada paso cuenta.
  5. Establecer límites: Aprende a decir no a las demandas externas e internas que excedan tus recursos.
  6. Buscar apoyo: Hablar con un terapeuta puede ayudarte a identificar patrones de pensamiento disfuncionales y a desarrollar herramientas para manejarlos.

La autoexigencia no es negativa en sí misma, pero necesita ser equilibrada para evitar que se convierta en una fuente de estrés y desgaste. Recordemos que el éxito no consiste solo en alcanzar metas, sino también en disfrutar del camino, cuidar de nuestra salud y cultivar relaciones significativas. Aprender a relacionarnos con nosotros mismos desde un lugar de comprensión y equilibrio es esencial para vivir una vida plena y satisfactoria.

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Sandra Ribeiro

Psicóloga General Sanitaria (M-34885)

Profesora del Dpto. de Psicología de la Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la UNED

Profesora del Máster en Psicología General Sanitaria de la Universidad Villanueva

Responsable de formación y supervisora de casos clínicos en el Servicio de Psicología Aplicada (SPA) de la UNED

 

 

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