Es muy común que los adolescentes rechacen la idea de ir al psicólogo. No es por “llevar la contraria”, sino porque están en una etapa en la que proteger su independencia es clave. Además, puede que no comprendan del todo qué es una terapia, o tengan miedo de sentirse juzgados.
Es importante que comprendas que esa resistencia es normal, esperable y que tiene sentido desde su etapa de desarrollo y sus experiencias. Respira. No estás sola/o.
¿Por qué muchos adolescentes no quieren ir al psicólogo?
Rechazar la terapia no significa que no la necesiten. A menudo, hay motivos profundos detrás de ese «no quiero ir», aunque no siempre sepan expresarlos. Aquí algunos de los más frecuentes:
- “No quiero que me vean como alguien con un problema”: Tienen miedo de ser etiquetados, juzgados o tratados de forma distinta.
- “No quiero contarle mis cosas a un/a desconocido/a”: La confianza se construye con el tiempo. Al principio, puede sentirse incómodo o incluso amenazante.
- “Me van a decir que lo estoy haciendo todo mal”: Algunos creen que ir al psicólogo es como estar en un interrogatorio o recibir órdenes.
- “Si voy, mis padres se van a enterar de todo”: Temen perder su privacidad y ser traicionados, sobre todo si no entienden cómo funciona la confidencialidad (te la explicamos en otro apartado).
- “Yo no necesito ayuda”: El orgullo, la negación del malestar o el deseo de ser autónomos les hacen resistirse, aunque por dentro estén sufriendo.
- “Mi madre/padre es quien debería ir, no yo”: A veces sienten que su malestar tiene que ver con lo que pasa en casa, y no quieren cargar con toda la responsabilidad.
- “No sé cómo hablar de lo que me pasa”: No tienen aún el lenguaje emocional o sienten que sus problemas “no son tan graves” como para merecer ayuda.
Y en el fondo…
Resistirse a la terapia puede ser una forma de protegerse. No significa que no necesiten hablar. Significa que necesitan sentir que pueden hacerlo en un lugar seguro, donde no serán juzgados, forzados ni tratados como un problema.
Te ofrecemos algunas pautas que te pueden ayudar a ayudarlo/a:
- Valida, en lugar de presionar.
Evita frases como “¡Vas porque lo digo yo!” o “Te hace falta.” Aunque venga de una buena intención, este enfoque suele levantar más muros.
Prueba con:
«Sé que no te apetece, y lo entiendo. A veces también me cuesta pedir ayuda. Pero me preocupa cómo te sientes y quiero que tengas otro espacio, distinto a casa, donde puedas hablar si lo necesitas.»
- Habla con honestidad emocional.
Los adolescentes perciben cuando estamos actuando o imponiendo. Sé sincera/o:
«Yo también estoy aprendiendo a manejar esto. No siempre sé cómo ayudarte y me siento perdida. Me haría sentir más tranquila saber que estás acompañado por alguien que sabe cómo escuchar y ayudarte.»
- Ofrécele poder de decisión.
En lugar de obligar, ofrece opciones:
- Proponer una única sesión “de prueba” sin compromiso.
- Mostrarle fotos o vídeos del terapeuta o del espacio.
- Preguntarle si quiere elegir el horario, si prefiere presencial u online.
- No lo conviertas en un conflicto.
Evita hablar del tema en momentos de tensión o delante de otras personas. Mantén conversaciones cortas, tranquilas y repetidas en el tiempo. A veces, la semilla necesita tiempo para germinar.
- Cuida tu propio lenguaje emocional.
Frases como “me estás volviendo loca” o “ya no sé qué hacer contigo” lo colocan como el problema. Mejor: “Estoy preocupada por ti, y quiero que podamos buscar soluciones juntos.”
- A veces, empieza por ti.
Hay momentos en que lo más útil es que seas tú quien acuda primero a terapia. Esto no solo te dará herramientas para manejar mejor la situación, sino que puede despertar en tu hijo/a la curiosidad: “¿Qué es eso que hace que mi madre esté más tranquila últimamente?”
Para padres y madres: sobre la confidencialidad en la terapia con adolescentes
Una de las razones por las que muchos adolescentes se resisten a ir a terapia es el miedo a que todo lo que digan sea contado luego a sus padres. Es importante que sepan que eso no va a ocurrir, y que tú también estés informada/o.
¿Qué significa la confidencialidad terapéutica?
Todo lo que tu hijo/a comparta con su psicóloga quedará entre ellos, salvo que se dé alguna situación excepcional en la que esté en riesgo su vida o la de otras personas.
Por ejemplo:
- Riesgo grave de autolesión o suicidio.
- Riesgo grave de agresión a otros.
- Situaciones de abuso o desprotección.
¿Y tú, como madre/padre, qué puedes saber?
Podrás tener contacto con la psicóloga para compartir tu visión y preocupaciones, y podrás recibir orientación general si se considera útil para el proceso. Pero no tendrás acceso al contenido específico de las sesiones. Esto no es por excluirte, sino porque proteger ese espacio confidencial es esencial para que tu hijo/a confíe y se abra con libertad.
¿Y si tu hijo/a pudiera leer algo escrito solo para él/ella?
A veces, lo que no pueden escuchar de nosotros, sí lo pueden leer a su manera. En la segunda parte de esta guía, hablamos directamente con adolescentes que no quieren ir al psicólogo, sin presionar, sin juzgar. Te invitamos a compartirlo con tu hijo/a, si sientes que puede ayudar.
Lee la continuación: “Para ti, adolescente que no quiere ir al psicólogo (y está bien sentirse así)”
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Sandra Ribeiro
Psicóloga General Sanitaria (M-34885)
Profesora del Dpto. de Psicología de la Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la UNED
Profesora del Máster en Psicología General Sanitaria de la Universidad Villanueva
Responsable de formación y supervisora de casos clínicos en el Servicio de Psicología Aplicada (SPA) de la UNED