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enero 2025

Mi Hijo Habla de Dietas: Cómo Abordar sus Preocupaciones con Amor y Comprensión
Mi hijo habla de dietas: cómo abordar sus preocupaciones con amor y comprensión 800 800 Sandra Ribeiro

Mi hijo habla de dietas: cómo abordar sus preocupaciones con amor y comprensión

“¿Por qué mi hijo tan pequeño ya se preocupa por su cuerpo?” 

“¿Por qué mi hija empieza a hablar de dietas?”

Estas preguntas, aunque angustiantes, reflejan un fenómeno creciente en nuestra sociedad. En nuestra clínica, hemos notado un aumento en las consultas de padres preocupados porque sus hijos/as se preocupan excesivamente por su peso o apariencia corporal y comienzan ha hablar de dietas o suprimen ciertos alimentos. Estas inquietudes, muchas veces, están alimentadas por comentarios en el colegio, en las redes sociales o incluso en el ámbito familiar. En este artículo, queremos ofrecerte herramientas para identificar este problema y actuar de manera preventiva y constructiva.

El entorno que moldea la percepción corporal

Los niños no nacen preocupándose por su cuerpo; estas ideas surgen de su entorno. En edades tempranas, los niños son como esponjas: absorben mensajes y comportamientos de lo que ven, escuchan y experimentan. Algunos factores clave incluyen:

  1. La influencia de los medios de comunicación: Desde anuncios publicitarios hasta personajes en películas o videojuegos, los niños están constantemente expuestos a imágenes de cuerpos que se presentan como ideales. Muchas de estas representaciones son editadas digitalmente o seleccionadas para cumplir con estándares irreales. Además, redes sociales como Instagram y TikTok refuerzan estos ideales mediante filtros y tendencias que promueven cierto tipo de apariencia física. Incluso los contenidos dirigidos a niños, como dibujos animados o juguetes, a menudo muestran personajes con proporciones imposibles, enviando mensajes sutiles sobre cómo «deberían» lucir.
  2. Comentarios en el entorno cercano: Las palabras tienen poder, especialmente cuando provienen de figuras significativas como padres, abuelos o profesores. Comentarios aparentemente inofensivos como “Te ves mejor cuando bajas de peso” o “No comas tanto dulce que engorda” pueden sembrar inseguridades. Comparaciones entre hermanos o primos, como “Mira qué delgada está tu prima”, también refuerzan la idea de que el valor de una persona está ligado a su apariencia.
  3. Presión social y escolar: El entorno escolar es un espacio donde los niños están expuestos a comentarios de sus pares. Las burlas relacionadas con el peso, la altura o cualquier característica física pueden dejar huellas profundas en su autoestima. Actividades como clases de educación física o eventos sociales también pueden convertirse en escenarios de comparación y crítica. Además, los niños que perciben que su apariencia no cumple con ciertos estándares pueden empezar a evitar situaciones donde se sientan expuestos, como natación o deportes en grupo.
  4. Modelos familiares: Los niños aprenden mucho al observar a los adultos que los rodean. Padres o familiares que frecuentemente hablan de dietas, se pesan en voz alta a menudo o expresan insatisfacción con su propio cuerpo pueden influir en cómo los niños perciben el suyo. Incluso comentarios casuales como “Hoy comí mucho, mañana no ceno” pueden enviar el mensaje de que el control sobre el cuerpo es una prioridad.
  5. El papel de la cultura y tradiciones: En algunas culturas, ciertos tipos de cuerpos son valorados más que otros, y estas creencias pueden transmitirse de generación en generación. Por ejemplo, en algunas familias se asocia un cuerpo delgado con disciplina y éxito, mientras que un cuerpo más grande puede ser objeto de crítica o preocupación y asociarse con pereza y falta de cuidado. Estas narrativas culturales pueden influir profundamente en la percepción corporal de los niños.

Señales de alerta en niños y adolescentes

Es crucial estar atentos a ciertos comportamientos que pueden indicar que un niño o adolescente está desarrollando una preocupación excesiva por su cuerpo. Estas señales varían dependiendo de la edad, pero comparten un origen común: la influencia del entorno y los mensajes culturales sobre la apariencia.

En niños/as:

  1. Rechazo a ciertos alimentos: Los niños pueden empezar a evitar comidas específicas porque han escuchado que “engordan” o porque alguien les ha dicho que no son «saludables». Esto puede manifestarse como un rechazo inesperado a sus alimentos favoritos o la adopción de conductas restrictivas.
  2. Juegos o conversaciones sobre dieta: Frases como “Voy a comer menos para estar más delgado” o imitaciones de adultos que hablan de dietas pueden ser indicativos de que el niño está internalizando mensajes negativos sobre su cuerpo.
  3. Dibujos o juegos temáticos: A veces, los niños expresan sus pensamientos a través del juego o el arte. Dibujos que enfatizan cuerpos idealizados o juegos donde “perder peso” es el objetivo pueden ser señales sutiles.
  4. Cambios en su relación con el ejercicio: Aunque el ejercicio es positivo, si el niño lo percibe como una obligación o un medio para cambiar su cuerpo, puede indicar una preocupación emergente.

En adolescentes:

  1. Evitar ciertos alimentos: En esta etapa, el rechazo a ciertas comidas puede volverse más sofisticado, con preguntas frecuentes sobre calorías, ingredientes o etiquetados nutricionales. Algunos adolescentes pueden adoptar dietas restrictivas bajo el pretexto de «ser más saludables».
  2. Cambios drásticos en hábitos alimenticios: Modificaciones repentinas en la dieta, como omitir comidas, saltarse el desayuno o consumir solo un tipo de alimento, son señales claras de alarma.
  3. Inseguridad al vestirse: Los adolescentes pueden evitar ropa ajustada, preferir prendas que cubran más su cuerpo o incluso dejar de participar en actividades como natación o deportes en grupo por temor a ser juzgados.
  4. Comentarios frecuentes sobre cuerpos ajenos: La obsesión con las apariencias físicas de celebridades, influencers o compañeros de clase puede ser una forma de proyectar sus propias inseguridades. Esto puede incluir elogiar excesivamente ciertos tipos de cuerpo o criticar a otros.
  5. Autocrítica excesiva: Comentarios constantes sobre defectos percibidos en su propio cuerpo (“Soy feo”, “Estoy gordo”) son señales preocupantes. Esto puede ir acompañado de conductas como evitar los espejos, pesarse con frecuencia o compararse con otros.
  6. Aislamiento social: Los adolescentes pueden rechazar invitaciones a eventos sociales que impliquen comer en grupo o actividades donde puedan sentirse evaluados por su apariencia. Este aislamiento puede ser un mecanismo de defensa frente al miedo al juicio externo.
  7. Comportamientos extremos relacionados con el ejercicio: Algunos adolescentes pueden adoptar rutinas de ejercicio excesivas, sintiéndose culpables si no logran cumplirlas. Esto puede ser una respuesta a la presión social por cumplir con ciertos estándares corporales.

Trabajando con la familia

Para abordar preocupaciones relacionadas con la imagen corporal en niños y adolescentes, es imprescindible involucrar a la familia en el proceso terapéutico. Esto no solo significa centrarse en el individuo que manifiesta el síntoma, sino también analizar el entorno familiar donde se desarrolla. Todos somos seres sociales y estamos profundamente influenciados por las dinámicas, valores y comportamientos de quienes nos rodean. La familia actúa como un microsistema social, donde, desde niños, aprendemos a relacionarnos y a construir nuestra autoestima.

Durante los primeros años de vida, este entorno familiar puede ser una fuente de seguridad y desarrollo positivo, pero también puede contribuir a la aparición de problemas relacionados con la autoestima y la percepción corporal sin ser conscientes de ello. Por esta razón, es crucial trabajar en equipo con la familia para ayudar al niño o adolescente a desarrollar una visión saludable de sí mismo y de su cuerpo. Este enfoque incluye:

1. Revisar patrones de comunicación

Analizar el lenguaje utilizado en casa es fundamental. Comentarios que, aunque no intencionados, pueden ser percibidos como críticos o comparativos (“No comas tanto porque engordas” o “Mira lo bien que se ve tu hermano con ese peso”) deben ser sustituidos por mensajes de apoyo y aceptación. En el caso de los niños, esto implica usar un lenguaje positivo y centrado en sus habilidades, no en su apariencia. Para los adolescentes, es esencial reforzar mensajes que promuevan su autoconfianza y diversidad corporal.

2. Cuestionar creencias familiares sobre la imagen corporal

Muchas veces, los valores sobre el cuerpo y la alimentación son transmitidos de generación en generación. Reflexionar sobre cómo estas creencias influyen en los niños y adolescentes puede ayudar a romper ciclos negativos. Por ejemplo, desafiar la idea de que “ser delgado es igual a ser exitoso” o que “algunos alimentos son malos por naturaleza” puede abrir espacio para una perspectiva más equilibrada.

3. Crear un entorno de apoyo y aceptación

Los niños y adolescentes necesitan sentir que su hogar es un lugar seguro donde no serán juzgados por su apariencia. Esto incluye fomentar conversaciones abiertas sobre sus sentimientos y preocupaciones, validando sus emociones sin minimizarlas. Por ejemplo, en niños, esto puede significar explicar cómo todos los cuerpos son diferentes y especiales. En adolescentes, es vital escuchar activamente sin imponer soluciones inmediatas, demostrando empatía y comprensión.

4. Participar activamente en el tratamiento

La participación de la familia en la terapia no solo fortalece el proceso de recuperación, sino que también envía un mensaje claro de apoyo al niño o adolescente. Esto puede incluir asistir a sesiones familiares, implementar las estrategias sugeridas por los especialistas y modelar conductas saludables en casa. Por ejemplo, involucrar a toda la familia en actividades positivas como cocinar juntos o realizar ejercicios recreativos puede reforzar hábitos saludables y fortalecer los lazos familiares.

5. Educar a la familia sobre la diversidad corporal y los estereotipos sociales

Es esencial que los padres y cuidadores comprendan cómo los estereotipos sociales y los ideales irreales de belleza impactan a los niños y adolescentes. Esto puede lograrse a través de talleres, lecturas recomendadas o incluso conversaciones con los terapeutas, ayudándoles a ser aliados conscientes en el proceso de cambio.

El impacto del trabajo familiar

Cuando la familia se involucra activamente en el proceso terapéutico, no solo se mejora la autoestima del niño o adolescente, sino también se transforma el entorno en un espacio más saludable y enriquecedor. Esto no solo fortalece su relación consigo mismos, sino también con los demás, proporcionándoles herramientas para enfrentar los desafíos de la vida con resiliencia y confianza.

El trabajo conjunto con la familia crea un modelo positivo que puede extenderse más allá del hogar, impactando de manera significativa en la manera en que los niños y adolescentes perciben su lugar en el mundo. Un enfoque sistémico y colaborativo es clave para garantizar un desarrollo saludable y una visión corporal positiva.

La importancia de prevenir

Ayudar a los adolescentes a desarrollar una autoestima saludable es clave para prevenir trastornos alimentarios y otras problemáticas asociadas. Los padres tienen un papel fundamental en este proceso, no sólo brindando apoyo, sino también revisando sus propios comportamientos y discursos sobre el cuerpo y la comida.

El impacto a largo plazo

Fomentar una relación sana con el cuerpo en niños y adolescentes es una inversión en su futuro emocional y mental. Al ayudarles a desarrollar confianza y aceptación, estamos sembrando las bases para que crezcan como adultos seguros de sí mismos, resilientes y capaces de enfrentar los desafíos de la vida sin ser prisioneros de los ideales impuestos por la sociedad.

Como padres, el mayor regalo que podemos darles a nuestros hijos es un entorno donde se sientan amados por quienes son, no por cómo lucen. Esto significa ofrecer un espacio en el que puedan expresarse libremente, recibir apoyo emocional y aprender que su valor va más allá de la apariencia física. Cuando los niños y adolescentes se sienten seguros en su entorno, pueden explorar su identidad con confianza y desarrollar una autoestima sana.

Los niños no solo escuchan nuestras palabras, también observan nuestras acciones. Convertirse en un modelo de aceptación y cuidado propio es fundamental para guiar a nuestros hijos hacia una relación positiva con su cuerpo. Esto implica hablar de nosotros mismos con amabilidad, evitar comentarios críticos sobre nuestra apariencia y mostrar cómo cuidar de nuestro cuerpo de manera saludable y equilibrada.

En nuestra clínica, estamos comprometidos a brindar apoyo a las familias en este camino. Entendemos que cada niño y adolescente es único, y trabajamos para ofrecer orientación personalizada que les ayude a sentirse cómodos consigo mismos y a construir una relación sana con su cuerpo. Ya sea a través de terapia individual, sesiones familiares o talleres educativos, estamos aquí para acompañaros.

 

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Miedo a la Soledad: Las Consecuencias de Saltar de una Relación a Otra
Miedo a la Soledad: Las Consecuencias de Saltar de una Relación a Otra 800 800 Sandra Ribeiro

Miedo a la Soledad: Las Consecuencias de Saltar de una Relación a Otra

La soledad ha sido objeto de estudio durante décadas en el ámbito de la psicología, con expertos como John Bowlby, Donald Winnicott y Carl Jung, quienes han resaltado la importancia del desarrollo de un yo sólido e independiente. Estar solo no es sinónimo de vacío, sino una oportunidad para reconectar con uno mismo y fortalecer el crecimiento personal. La capacidad de disfrutar de la propia compañía puede llevar a una vida más plena, equilibrada y significativa.

La Soledad como Espacio de Crecimiento

La soledad, lejos de ser un castigo o una señal de fracaso, es un espacio fértil para el autodescubrimiento. Estar solo permite reflexionar sin interferencias, reconocer nuestras emociones y fortalecer nuestra autoestima. Donald Winnicott, por ejemplo, hablaba de la capacidad de estar solo como una señal de madurez emocional, lo que nos permite desarrollar una mayor autonomía afectiva y resiliencia.

Estar solo no implica aislamiento social ni desconexión del mundo, sino encontrar momentos de calma y silencio donde podamos atender nuestras necesidades internas. Cuando aprendemos a estar cómodos con nuestra soledad, dejamos de buscar validación constante en los demás, lo que nos permite establecer relaciones más sanas y equilibradas.

El Miedo a la Soledad y las Relaciones en Cadena

Muchas personas viven con un profundo temor a la soledad. Este miedo puede llevar a lo que los psicólogos describen como «relaciones en cadena»: la tendencia a enganchar una relación tras otra sin permitir espacios de pausa o reflexión. Detrás de esta conducta suele encontrarse un miedo subyacente al vacío emocional o al enfrentamiento con heridas no resueltas.

El miedo a la soledad o a estar sin pareja genera tanta angustia que afecta la vida cotidiana de quienes lo experimentan, llegando incluso a propiciar relaciones amorosas infelices. En muchos casos, la persona deja su relación anterior para iniciar inmediatamente una nueva o, incluso, no llega a dejarla. Este patrón se repite de forma continuada, configurando la manera en que la persona construye sus vínculos sentimentales.

Aquellas personas que encadenan relaciones no cuentan con un tiempo de duelo y de conexión consigo mismas que les permita cerrar la etapa anterior y sanar. Como resultado, enfrentan dificultades para sentir emociones como la tristeza, la soledad o el vacío, las cuales son necesarias para procesar lo ocurrido, aceptarlo y recomponerse antes de iniciar una nueva relación.

En algunos casos, la persona se “engancha” a los sentimientos y emociones propias de la primera fase del amor: el enamoramiento. Como señala el psicólogo Robert Sternberg con su teoría triangular del amor, el enamoramiento es solo una de las fases iniciales, pero no siempre conduce a relaciones duraderas. Una vez que esta fase pasa y comienzan a surgir emociones menos placenteras, además de iniciar los ajustes naturales entre ambos miembros de la pareja, algunas personas deciden abandonar la relación e iniciar otra para experimentar nuevamente esas sensaciones iniciales.

¿Eres de los que piensan que un clavo saca a otro clavo?

El famoso dicho «un clavo saca a otro clavo» suele aplicarse a las relaciones amorosas, pero ¿realmente funciona? Desde la psicología, se ha demostrado que esta estrategia no solo es ineficaz, sino que puede perpetuar patrones de dependencia emocional. Saltar de una relación a otra sin tiempo para sanar puede llevar a repetir los mismos errores, eligiendo parejas similares o cayendo en dinámicas poco saludables.

Las relaciones que nacen desde el dolor o el vacío personal rara vez aportan la estabilidad y plenitud que se busca. La sanación y el crecimiento personal requieren de pausas y espacios de reflexión. Tomarse el tiempo para procesar una ruptura no es un signo de debilidad, sino una forma de honrar nuestras emociones y construir bases más sólidas para futuras relaciones.

Romper el Ciclo: Aprender a Estar Solo

Romper este ciclo de dependencia emocional requiere aprender a abrazar la soledad. Los psicólogos recomiendan diversas estrategias para lograrlo:

  1. Cultivar la Autoexploración: Dedicar tiempo a conocer nuestros gustos, intereses y deseos personales. La introspección nos ayuda a desarrollar una identidad más sólida.
  2. Establecer Límites Saludables: Aprender a decir «no» a relaciones que no aportan bienestar y a priorizar nuestro crecimiento personal.
  3. Practicar el Autocuidado: Desarrollar hábitos que fomenten el bienestar emocional, físico y mental.
  4. Buscar Apoyo Terapéutico: Acompañar el proceso de autodescubrimiento con la ayuda de un profesional puede ser clave para romper patrones y sanar heridas emocionales. La terapia de apego, por ejemplo, trabaja directamente con los miedos al abandono y la soledad.

La Soledad Como Camino Hacia Relaciones Más Plenas

Lejos de ser una experiencia negativa, la soledad puede convertirse en una aliada poderosa. Aceptarla y abrazarla permite construir relaciones desde la libertad, no desde la necesidad. Al aprender a convivir con nosotros mismos, estamos sentando las bases para una vida más auténtica, consciente y enriquecedora, tal como lo sugieren muchos psicólogos en sus investigaciones y trabajos clínicos.

 

 

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Sandra Ribeiro

Psicóloga General Sanitaria (M-34885)

Profesora del Dpto. de Psicología de la Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la UNED

Profesora del Máster en Psicología General Sanitaria de la Universidad Villanueva

Responsable de formación y supervisora de casos clínicos en el Servicio de Psicología Aplicada (SPA) de la UNED

 

 

Entendiendo la Diferencia entre Narcisismo Natural y Narcisismo Patológico
Entendiendo la Diferencia entre Narcisismo Natural y Narcisismo Patológico 800 800 Sandra Ribeiro

Entendiendo la Diferencia entre Narcisismo Natural y Narcisismo Patológico

El término «narcisismo» suele evocar imágenes de personas egocéntricas, preocupadas únicamente por sí mismas. Sin embargo, existe una faceta del narcisismo que es inherente a la condición humana y que juega un papel esencial en la supervivencia y en la construcción de vínculos. El narcisismo natural nos impulsa a proteger lo que amamos, a cuidar de nosotros mismos y a mantener relaciones significativas. Es parte del equilibrio entre el amor propio y el cuidado hacia los demás.

No obstante, cuando este narcisismo se desequilibra y se convierte en el centro de nuestras acciones, puede transformarse en narcisismo patológico, una dinámica que distorsiona las relaciones y convierte a los demás en instrumentos para satisfacer nuestras necesidades. Comprender esta diferencia es clave para mantener relaciones saludables y conscientes.

Narcisismo Natural: Un motor para el vínculo

El narcisismo natural se manifiesta en acciones cotidianas. Por ejemplo, cuidar a nuestros hijos no solo responde a su bienestar, sino también a nuestra necesidad de verlos bien y sentirnos satisfechos como padres. Llorar por la pérdida de un ser querido refleja el amor que sentíamos por esa persona, pero también la tristeza por no poder compartir más momentos juntos. Estas respuestas, aunque involucran nuestros sentimientos, no son patológicas, sino humanas.

Este tipo de narcisismo nos ayuda a mantener relaciones significativas, pues implica una reciprocidad emocional. Queremos que las personas que amamos estén bien porque eso también nos brinda paz y satisfacción. Es una simbiosis natural en la que ambas partes se benefician.

Cuando el narcisismo se vuelve patológico

El problema surge cuando esta necesidad de bienestar propio predomina sobre las necesidades y el bienestar de los demás. Un ejemplo claro ocurre en la crianza: si un padre cuida a su hijo no por su desarrollo, sino para evitar sentirse ansioso o garantizar que el hijo lo cuide en el futuro, el amor se convierte en un medio para obtener algo. Aquí, la figura del hijo deja de ser vista como un individuo con sus propias necesidades y pasa a ser una herramienta para satisfacer carencias emocionales.

Un ejemplo similar puede observarse en las relaciones de pareja. Imaginemos que una pareja planea un viaje romántico y, poco antes de partir, una de las partes expresa que no se encuentra bien de salud. En una relación equilibrada, la pareja se preocuparía por el bienestar del otro, poniendo el viaje en segundo plano. Sin embargo, en una dinámica marcada por el narcisismo patológico, la respuesta podría ser: «¿Por qué te sientes así justo ahora, sabiendo que teníamos este viaje programado?». En este caso, el deseo personal prevalece sobre la empatía y el cuidado hacia el otro.

Narcisismo Abierto vs. Narcisismo Encubierto

Es importante distinguir entre dos formas de narcisismo patológico: el narcisismo grandioso y el narcisismo encubierto.

  • Narcisismo Abierto o Grandioso: Se caracteriza por una actitud dominante y despectiva hacia los demás. La persona narcisista grandiosa humilla, menosprecia y deja claro que él o ella es el único que importa. Los demás son vistos como instrumentos para servirle, y sus logros o necesidades se desprecian o ignoran.
    • Ejemplo cotidiano: Una pareja queda para ver una película y, al momento de elegir, uno de ellos menosprecia la elección del otro diciendo: «Esa película es aburrida, la que yo elijo es mucho mejor». Aquí, el objetivo es imponer su criterio desvalorizando el del otro.
  • Narcisismo Encubierto: Este tipo de narcisismo se disfraza de victimización o fragilidad. En lugar de exhibir superioridad de manera explícita, el narcisista encubierto manipula a través de la culpa, la enfermedad o el sufrimiento. Puede hacerse la víctima, exigiendo atención constante y generando dependencia emocional en su entorno.
    • Ejemplo cotidiano: Ante la misma situación de la película, la respuesta de la persona con narcisismo encubierto sería: «No pasa nada, nunca acierto con las películas. Tú siempre eliges mejor que yo». A través de esta autocrítica velada, busca que se elija lo que quiere sin imponerlo directamente, generando culpa en el otro.

Ambos tipos de narcisismo distorsionan las relaciones y convierten a los demás en meros recursos para satisfacer necesidades propias, aunque se manifiestan de formas diferentes.

Reconocer los signos del Narcisismo Patológico

Identificar cuándo el narcisismo comienza a distorsionar nuestras relaciones es fundamental. Algunas señales incluyen:

  • Priorizar constantemente las propias necesidades sin considerar las de los demás.
  • Manipular o culpar a otros cuando las cosas no salen como se esperaba.
  • Sentir que las personas cercanas deben cumplir ciertos roles para mantener el equilibrio emocional propio.
  • Falta de empatía ante las dificultades de los demás.
  • Actuar desde una posición de superioridad (narcisismo grandioso) o victimización (narcisismo encubierto).

Cultivar Relaciones Saludables

Reconocer que el narcisismo natural es parte de nuestra vida puede ayudarnos a ser más comprensivos con nosotros mismos y con los demás. Sin embargo, es importante equilibrar este amor propio con una verdadera empatía y consideración por las necesidades ajenas.

Para mantener relaciones saludables:

  • Practica la escucha activa y valida las emociones de los demás.
  • Reflexiona sobre tus motivaciones: ¿estás actuando desde el amor y el cuidado genuino o desde una necesidad personal no resuelta?
  • Fomenta la reciprocidad, permitiendo que tanto tú como los demás puedan expresar y satisfacer sus necesidades.

El narcisismo en pequeñas dosis es parte del tejido que une nuestras relaciones. El desafío está en evitar que este se convierta en el único hilo conductor de nuestras interacciones.

 

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Psicóloga General Sanitaria (M-34885)

Profesora del Dpto. de Psicología de la Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la UNED

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Cómo salir de la Codependencia Emocional con tu Madre
Cómo salir de la Codependencia Emocional con tu Madre 800 800 Sandra Ribeiro

Cómo salir de la Codependencia Emocional con tu Madre

La relación madre-hijo/hija es una de las más profundas y significativas en la vida de una persona. Sin embargo, en algunas familias, esta relación puede tornarse codependiente, creando una dinámica en la que el hijo o hija asume la responsabilidad emocional de hacer feliz a su madre. Esta codependencia se convierte en una trampa silenciosa que limita el crecimiento personal, la autonomía y afecta otras áreas de la vida. En este artículo, exploraremos cómo reconocer esta dinámica y los pasos para liberarse de ella, sin romper el vínculo afectivo con la madre.

Origen de la Codependencia Emocional con tu Madre

La codependencia no surge de la nada. Muchas veces, las madres que desarrollan este tipo de vínculo con sus hijos han experimentado vacíos emocionales, abandonos o relaciones insatisfactorias en su propia vida. Para llenar esos vacíos, colocan a sus hijos en el centro de su mundo, convirtiéndose en su fuente principal de afecto, validación y sentido de identidad.

Desde la infancia, el hijo o hija percibe que su bienestar está intrínsecamente ligado al estado emocional de su madre. Este rol de «cuidador emocional» puede empezar de manera sutil, pero con el tiempo se convierte en una carga que limita su desarrollo personal.

Señales de Codependencia

Reconocer las señales de codependencia es el primer paso para salir de ella. Algunas manifestaciones comunes incluyen:

  • Dificultad para poner límites: Temor a decepcionar o a ser rechazado por la madre si no se cumplen sus expectativas.
  • Sentimiento de culpa al priorizarse: La sensación de estar traicionando a la madre al atender necesidades propias.
  • Búsqueda constante de aprobación: La felicidad de la madre se convierte en la medida del éxito personal.
  • Relaciones personales conflictivas: Dificultad para mantener relaciones de pareja o amistades profundas por miedo a que la madre se sienta desplazada.

El Impacto en la Vida Adulta

La codependencia no se detiene en la infancia o adolescencia; sigue afectando la vida adulta. Los hijos que han crecido en esta dinámica pueden experimentar:

  • Problemas de autonomía emocional: Dificultad para tomar decisiones sin consultar o considerar a la madre.
  • Ansiedad y baja autoestima: Sensación de no ser suficiente por sí mismos.
  • Patrones repetitivos: Buscar relaciones de pareja o laborales donde se repita el rol de «cuidador» o «salvador».
  • Relaciones de pareja desequilibradas: Puede haber miedo a comprometerse profundamente o dificultad para confiar en la pareja. A menudo, el hijo o hija siente que debe priorizar a la madre sobre la pareja, generando conflictos.
  • Miedo a la independencia: La sensación de que la independencia emocional o física se percibe como abandono.
  • Dificultad para expresar necesidades: En la adultez, el hijo o hija puede minimizar sus propias necesidades para no incomodar o preocupar a los demás, repitiendo el patrón aprendido.
  • Síntomas físicos y emocionales: Dolores crónicos, fatiga, insomnio y otros problemas psicosomáticos asociados con la ansiedad y el estrés.

La Madre Codependiente como Suegra

La codependencia con la madre puede extenderse a las relaciones que los hijos construyen en su vida adulta, afectando de manera significativa la relación de pareja. Cuando una madre codependiente se convierte en suegra, pueden surgir las siguientes dinámicas:

  • Interferencias constantes: La madre puede intentar participar activamente en la vida de la pareja, generando tensiones y disputas.
  • Celos y competencia: La madre puede percibir a la pareja de su hijo/hija como una amenaza, creando rivalidades sutiles o abiertas.
  • Dependencia emocional en el hijo/hija: La madre puede recurrir al hijo/hija en busca de apoyo emocional constante, lo que afecta la intimidad y el desarrollo de la relación de pareja.
  • Desgaste en la relación de pareja: El hijo o hija puede sentirse dividido, intentando satisfacer las demandas de su madre y de su pareja, lo que genera conflictos y distanciamiento.

Ejemplos:

  •   Una madre codependiente puede aparecer sin previo aviso en la casa de la pareja, alegando «querer pasar tiempo» pero invadiendo la privacidad.
  •  Puede hacer comentarios sutiles que descalifican las decisiones de la pareja, como «No creo que esa sea la mejor manera de educar a los niños, pero tú sabrás».
  •   Si la pareja planea un viaje, la madre puede insinuar sentirse sola o abandonada para disuadirlos de ir.

 

El Camino hacia la Libertad Emocional

Salir de esta dinámica es posible, pero requiere valentía y trabajo personal. Algunos pasos clave son:

  • Reconocimiento: Aceptar que existe una dinámica de codependencia es esencial para iniciar el cambio.
  • Establecer límites saludables: Aprender a decir «no» y definir espacios personales sin sentir culpa.
  • Individuación: Redescubrir intereses, deseos y metas propias que no estén ligados a la validación materna ni a la presencia de la madre.
  • Buscar apoyo profesional: La terapia es una herramienta poderosa para comprender y transformar estas dinámicas.
  • Construir redes de apoyo: Fomentar relaciones fuera del núcleo familiar ayuda a reforzar la identidad personal.

La Culpa: El Obstáculo más Grande

Uno de los mayores retos al intentar salir de la codependencia con una madre es la culpa. Es importante recordar que establecer límites no implica dejar de amar a tu madre. Amar también significa permitir que cada uno tenga su propio espacio para crecer y desarrollarse.

La culpa es una señal de que se está rompiendo un patrón. A medida que se fortalecen los límites, esta sensación disminuye y es reemplazada por una mayor sensación de libertad y equilibrio.

Reconfiguración del Vínculo

No es necesario cortar la relación con tu madre para superar la codependencia. El objetivo es reconfigurar el vínculo desde un lugar de autonomía y amor saludable. Esto implica:

  • Aceptar que tu madre tiene su propio camino emocional.
  • Permitir que otras personas entren en tu vida y en la suya.
  • Fomentar la independencia emocional mutua.

Salir de la codependencia emocional con una madre es un proceso que requiere tiempo, pero es una inversión en el bienestar personal y en la construcción de relaciones más sanas y equilibradas. A través del reconocimiento, el establecimiento de límites y el apoyo profesional, es posible romper las cadenas invisibles y vivir una vida plena y auténtica.

 

 

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¿Por qué nos da miedo ir al psicólogo?
¿Por qué nos da miedo ir al psicólogo? 800 800 Sandra Ribeiro

¿Por qué nos da miedo ir al psicólogo?

Ir al psicólogo sigue siendo, para muchas personas, un paso que genera miedo o incomodidad. Aunque cada vez hay más conciencia sobre la importancia de cuidar nuestra salud mental, todavía persisten ciertos prejuicios y temores que dificultan dar el primer paso hacia la terapia. En este artículo quiero acompañarte a comprender esos miedos y ayudarte a disiparlos.

1. ¿Tengo que tener un trastorno mental para ir al psicólogo?

No, no es necesario tener un trastorno mental diagnosticado para acudir al psicólogo. La terapia es una herramienta útil para cualquier persona que quiera conocerse mejor, gestionar sus emociones, afrontar cambios importantes o simplemente mejorar su bienestar.

A veces, acudir a terapia es una forma de prevenir dificultades mayores, aprender nuevas estrategias de afrontamiento o trabajar en el crecimiento personal. No tienes que esperar a que las cosas se vuelvan insostenibles para pedir ayuda.

La psicología no solo trata trastornos, también acompaña procesos de vida, ayuda a resolver conflictos internos y fortalece habilidades emocionales. Cuidar de tu salud mental es igual de importante que cuidar de tu salud física.

2. Miedo a ser juzgados

Uno de los temores más comunes es el miedo a ser juzgados por el psicólogo. ¿Y si piensa que lo que me pasa es absurdo o insignificante?

Es importante que sepas que los psicólogos estamos entrenados para escuchar sin juzgar. No importa cuán pequeño o grande te parezca tu problema, tu experiencia es válida y merece ser escuchada. La terapia es un espacio seguro donde puedes expresar tus pensamientos y emociones libremente, sin temor a la crítica.

3. Miedo a sentirse vulnerable

Hablar sobre nuestras emociones puede hacernos sentir expuestos y vulnerables. Es normal sentir cierto recelo al abrirnos con alguien que no conocemos.

Quiero que sepas que en terapia no tienes que contar nada que no quieras o para lo que no estés preparado. El proceso va a tu ritmo, no al del psicólogo. Nos adaptamos a ti y respetamos tus tiempos. Si hay algo que prefieres no abordar en un momento dado, siempre será respetado.

4. Desconocimiento del proceso

Otro factor que genera miedo es no saber cómo se desarrolla una terapia. ¿Qué voy a tener que decir? ¿Será como en las películas?

La terapia es una conversación guiada, un espacio de reflexión y aprendizaje sobre uno mismo. Al principio, nos centramos en conocer tu historia, tus objetivos y aquello que te preocupa. A partir de ahí, trabajamos juntos para encontrar herramientas y formas de abordar las dificultades.

5. Miedo a que se sepa lo que contamos

La privacidad es otro aspecto que genera preocupación. Muchas personas temen que lo que compartan en sesión pueda ser revelado a otros.

Debes saber que los psicólogos estamos sujetos a un estricto secreto profesional. Todo lo que nos cuentes permanece confidencial. La única excepción a esta regla es si existe un riesgo grave para tu seguridad o la de otra persona, pero incluso en esos casos se te informará y se buscará la mejor manera de actuar.

6. Miedo a que la terapia no funcione

El temor a invertir tiempo y energía en terapia y no ver resultados también es común.

La terapia es un proceso, y como cualquier proceso, requiere tiempo y compromiso. Los avances no siempre son inmediatos, pero con paciencia y constancia, es posible lograr cambios significativos. Recuerda que cada pequeño paso cuenta.

7. La terapia como acto de valentía y cuidado

Pedir ayuda no es una señal de debilidad, sino de valentía. Ir a terapia es una forma de cuidarte, de darte el espacio que necesitas para crecer y sentirte mejor contigo mismo.

Si estás considerando acudir a terapia, pero el miedo te frena, te invito a reflexionar sobre estos puntos y a darte la oportunidad de probar. El primer paso es, muchas veces, el más difícil, pero también el más importante.

¡Te estamos esperando!

 

 

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Heridas emocionales que causan relaciones desequilibradas 800 800 Sandra Ribeiro

Heridas emocionales que causan relaciones desequilibradas

La necesidad de mantener vínculos y relaciones que no son recíprocas o desequlibradas suele reflejar una herida emocional que, en muchos casos, tiene sus raíces en experiencias tempranas de vida. Esta dinámica se alimenta de una búsqueda inconsciente de validación, afecto o seguridad que, por alguna razón, no se obtuvo en la medida adecuada durante etapas cruciales del desarrollo emocional.

El origen de la herida emocional

  • Carencias afectivas en la infancia: Cuando un niño crece en un entorno donde el amor está condicionado o es inconsistente, aprende que debe esforzarse para ser querido. Esto puede crear la creencia de que su valor depende de lo que hace por los demás, no de lo que es.
  • Relaciones desequilibradas con figuras de autoridad: En familias donde los roles se invierten (el niño se convierte en cuidador emocional de los padres) o se privilegian las necesidades de los adultos, el niño internaliza que sus propias necesidades son menos importantes.
  • Rechazo o abandono: Experiencias de rechazo, abandono o pérdida temprana pueden generar un miedo profundo a ser dejado de lado, lo que lleva a aferrarse a relaciones, incluso cuando no son saludables.

La expresión de la herida emocional

Esa entrega desmedida, el poner las necesidades de los demás por encima de las propias y la autoexigencia por mantener vínculos que no son recíprocos, suelen ser reflejo de heridas emocionales profundas.

Esto puede venir de patrones de crianza donde el valor propio dependía de complacer a otros o de evitar conflictos, lo que lleva a desconectarse de uno mismo. También puede estar relacionado con una necesidad de validación externa para llenar vacíos internos, mientras se deja de lado el autocuidado y el respeto hacia las propias emociones.

El momento de claridad surge al entender que no podemos controlar cómo nos tratan los demás, pero sí cómo nos tratamos a nosotros mismos. Reconocer que la raíz de ese dolor muchas veces está en la falta de amor propio es un paso esencial hacia la sanación. Aprender a poner límites, priorizar el propio bienestar y redefinir la manera en que se busca conexión emocional son procesos que pueden cambiar profundamente esta dinámica.

Patrones de crianza que pueden desencadenar en heridas emocionales

Los patrones de crianza donde el valor propio dependía de complacer a otros o de evitar conflictos suelen surgir en familias donde el amor y la aceptación están condicionados a ciertas conductas. Por ejemplo, en un hogar donde se refuerza la obediencia absoluta, la adaptación a las expectativas familiares o el sacrificio personal para mantener la armonía, los niños aprenden que su valor está ligado a satisfacer las necesidades emocionales de los demás, incluso a costa de las propias.

En este contexto, frases como «Sé buena chica», «No hagas enojar a papá/mamá», o «No seas egoísta» enseñan a los niños que sus emociones y deseos son secundarios. En lugar de aprender a identificar y expresar lo que sienten, desarrollan un rol complaciente o mediador. Este rol puede protegerlos en el ambiente familiar, pero con el tiempo, se convierte en un esquema de comportamiento que, además de acompañarlos en la vida adulta, puede llevar a la desconexión de uno mismo.

Lo que lleva a desconectarse de uno mismo


Esta desconexión se da porque la persona, en su afán de complacer o evitar conflictos, prioriza constantemente los deseos, emociones y necesidades de los demás, mientras ignora o minimiza las suyas propias. Con el tiempo, esto puede generar una incapacidad para identificar lo que realmente quiere o necesita.

Algunas señales de esta desconexión incluyen:

  • Dificultad para tomar decisiones sin consultar a otros.
  • Sensación de vacío o falta de propósito.
  • Estrés constante al tratar de anticipar las necesidades de los demás.
  • Culpa al priorizarse a sí misma o decir «no».

Es como si hubiera una ruptura interna donde la persona ha aprendido a sobrevivir, dejando de lado partes esenciales de su ser, como sus emociones auténticas, sus sueños o sus límites. Esto puede llevar a relaciones desequilibradas y a una autoimagen basada únicamente en lo que hace por los demás.

Caminos hacia la reconexión


Sanar y romper con estos patrones requiere un proceso de autoconocimiento y de aprendizaje emocional:

  • Identificar las creencias limitantes: Reconocer mensajes internalizados como «Solo valgo si soy útil» o «Debo evitar problemas a toda costa».
  • Validar las propias emociones: Aprender a escuchar lo que se siente sin juzgarlo o reprimirlo.
  • Practicar poner límites: Empezar con pequeñas acciones para decir «no» o expresar desacuerdos.
  • Cultivar el amor propio: Trabajar en actividades y espacios que reconecten con los propios deseos, como la terapia, la escritura reflexiva o actividades creativas.

En este camino, es fundamental entender que cuidar de uno mismo no es egoísmo, sino un acto de respeto y amor hacia la persona que también somos.

El camino hacia la sanación

La sanación de estas heridas comienza por identificar su origen y transformar las creencias que las sostienen. Algunas estrategias incluyen:

  1. Reconocer la falta de reciprocidad: Aceptar que no todas las relaciones tienen que mantenerse a toda costa.
  2. Trabajar en el amor propio: Fortalecer la relación consigo mismo para no depender del reconocimiento externo.
  3. Aprender a establecer límites: Decir «no» a relaciones o dinámicas que no son saludables.
  4. Revaluar el concepto de vínculo: Entender que un lazo sano se construye en equilibrio, con respeto mutuo y reciprocidad.

La clave está en comprender que mantener relaciones unilaterales no llena el vacío emocional, sino que lo amplifica. Es a través de la conexión con uno mismo y el trabajo interno que se pueden construir vínculos más sanos y satisfactorios.

Estrategias para ayudar a abordar y sanar la herida emocional que lleva a mantener vínculos no recíprocos

1. Reconocer la dinámica y su impacto

  • Practicar la autoobservación: Reflexiona sobre tus relaciones. ¿Qué sientes al dar más de lo que recibes? ¿Qué intentas evitar o ganar al hacerlo?
  • Identificar patrones: Pregúntate si esta dinámica se repite en diferentes vínculos (amistad, pareja, familia) y qué emociones surgen al pensarlo.
  • Escribir un diario emocional: Llevar un registro de interacciones en las que te sientas poco valorado/a puede ayudarte a identificar patrones y gatillos emocionales.

2. Reconstruir el amor propio

  • Realizar afirmaciones positivas: Escribe y repite frases como «Soy digno/a de amor sin necesidad de probarlo» o «Mis necesidades son importantes».
  • Reconocer tus logros: Haz una lista de cualidades, logros y momentos en los que te sientas orgulloso/a de ti mismo/a.
  • Dedicar tiempo a ti mismo/a: Encuentra actividades que disfrutes y hazlas solo/a para reconectar contigo mismo/a.

3. Establecer límites saludables

  • Practicar el «no»: Empieza a decir «no» en pequeñas situaciones. Por ejemplo, rechazar una invitación que no te apetezca aceptar sin sentirte culpable.
  • Definir tus límites personales: Reflexiona sobre qué conductas estás dispuesto/a a aceptar y cuáles no. Comunícalos con firmeza pero sin agresividad.
  • Tolerar el malestar inicial: Al poner límites, puede surgir incomodidad o miedo al rechazo. Reconoce esta sensación como parte del proceso de cambio.

4. Reenfocar las expectativas sobre los demás

  • Practicar la aceptación radical: Reconoce que no puedes cambiar a los demás ni controlar su nivel de reciprocidad. Acepta las relaciones tal como son y decide si deseas mantenerlas.
  • Distinguir entre querer y necesitar: Pregúntate si estás buscando en la otra persona algo que solo puedes darte tú mismo/a, como validación o seguridad.
  • Evaluar tus relaciones: Haz un balance de las personas en tu vida. ¿Cuáles aportan reciprocidad y cuáles drenan tu energía?

5. Sanar la herida de origen

  • Explorar el pasado: Reflexiona sobre tus experiencias tempranas de amor, rechazo y validación. ¿Qué creencias se formaron a partir de esas vivencias?
  • Reparentarte: Imagina qué necesitaría ese niño/a interior que buscaba aceptación. Habla contigo mismo/a con compasión, como lo harías con un niño/a vulnerable o como lo harías con tu hijo/a.
  • Trabajar con un/a psicólogo/a especializado/a: Un/a profesional especializado/a puede ayudarte a identificar y procesar las heridas emocionales de una manera segura y guiada.

6. Practicar la reciprocidad consciente

  • Dar y recibir en equilibrio: Haz un esfuerzo consciente para equilibrar lo que ofreces y lo que recibes en cada relación.
  • Hacer un «test de reciprocidad»: Cuando identifiques una relación que crees que das mucho y recibes muy poco, evalúa si esa relación merece tu energía.
  • Rodearte de personas recíprocas: Busca construir vínculos con personas que valoren el intercambio mutuo y respeten tus límites.

7. Fomentar relaciones sanas

  • Comunicar tus necesidades: Expresa lo que sientes y esperas de la relación. Esto abre la puerta a una conexión más auténtica.
  • Valorar relaciones equilibradas: Aprende a apreciar relaciones en las que hay apoyo y respeto mutuo, incluso si al principio no parecen «emocionantes».
  • Soltar relaciones no saludables: Acepta que no todas las conexiones son para siempre y que, a veces, alejarse es un acto de amor propio.

Ejemplo práctico para iniciar el cambio

  • Paso 1: Identifica una relación en la que sientas que das más de lo que recibes.
  • Paso 2: Define un límite claro y comunícalo, por ejemplo: «Hoy no puedo ayudarte con esto, tengo otros compromisos».
  • Paso 3: Observa la reacción de la otra persona y reflexiona sobre cómo te sientes al priorizarte.

Estas estrategias requieren paciencia y consistencia, ya que romper patrones arraigados puede ser desafiante. Sin embargo, cada pequeño paso hacia relaciones más equilibradas te acerca a una vida emocional más plena y saludable. Si crees que no puedes realizar este cambio solo/a, te podemos ayudar y acompañar en este camino hacia la identificación y sanación de tu herida emocional.

 

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Sandra Ribeiro

Psicóloga General Sanitaria (M-34885)

Profesora del Dpto. de Psicología de la Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la UNED

Profesora del Máster en Psicología General Sanitaria de la Universidad Villanueva

Responsable de formación y supervisora de casos clínicos en el Servicio de Psicología Aplicada (SPA) de la UNED

 

 

 

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