Rutinas reales para vidas reales: No necesitas una rutina perfecta, sino una rutina que te funcione
Vivimos en una cultura obsesionada con la idea de la rutina perfecta, la rutina ideal. Desde que suena el despertador, muchas personas sienten que están corriendo detrás de un ideal inalcanzable: levantarse a las 6:00, hacer ejercicio, meditar, desayunar sano, trabajar con foco, ser productivas, tener tiempo para sí mismas, socializar, leer, descansar, dormir ocho horas… todo en 24 horas. ¿Te suena?
Lo curioso es que muy pocas veces nos detenemos a preguntarnos:
¿Perfecta para quién?
Porque cuando tratamos de encajar en algo que no está hecho para nosotros/as, el coste es alto. Encajar conlleva una forma de mutilación.
- Si intentas encajar en un pantalón que no es de tu talla, terminas con marcas en la piel.
- Si intentas encajar en un grupo donde no te sientes libre, acabas silenciándote.
- Si intentas encajar en una relación de pareja que te exige dejar de ser tú, te desgastas.
Lo mismo ocurre con la rutina.
La rutina de tu amiga, tu vecina o la influencer que sigues en Instagram puede funcionarles a ellas, pero eso no significa que te funcionará a ti. Compararnos solo alimenta la frustración y la desconexión con nuestras propias necesidades y ritmos.
Una rutina no es un escaparate. Es una herramienta.
No tiene que ser perfecta. Tiene que sostenerte. Tiene que adaptarse a tu cuerpo, a tus horarios reales, a tu energía de hoy (no la que te gustaría tener), a tus emociones, a tu historia. Una buena rutina es la que te ayuda a sentirte mejor, no la que te genera culpa por no cumplirla.
La trampa del “debería” y la desconexión interna
Vivimos cargados de frases como “debería levantarme antes”, “debería ser más productiva”, “debería meditar cada día”, “debería tener más fuerza de voluntad”.
Ese “debería” constante nos desconecta de una pregunta esencial: ¿qué necesito yo, ahora?
Cuando estamos regidos por el “debería”, no escuchamos al cuerpo ni a las emociones. Nos colocamos en piloto automático, forzando una rutina que tal vez no nos representa, solo para cumplir con una imagen idealizada de lo que creemos que es una vida equilibrada.
Pero el equilibrio no se alcanza desde la exigencia, sino desde la escucha.
Una rutina propia empieza cuando sustituimos el “debería” por el “quiero”, el “necesito” o incluso el “puedo por ahora”.
Buscar tu rutina no es rendirse. Es elegirte.
Significa observarte con honestidad y preguntarte:
- ¿Qué necesito yo?
- ¿Qué me ayuda a sentirme en equilibrio?
- ¿Qué actividades me recargan y cuáles me drenan?
- ¿Qué hábitos quiero mantener porque me hacen bien, y cuáles repito solo por presión externa?
¿Te reconoces en alguna de estas señales?
- ¿Estoy copiando una rutina sin cuestionarme si se adapta a mí?
- ¿Me culpo cada vez que no la cumplo al pie de la letra?
- ¿Estoy sobrecargado/a de “deberías” que no me dejan descansar?
- ¿Me siento ansioso/a cuando no hago todo lo que me propuse, incluso si estoy agotado/a?
- ¿Estoy haciendo cosas solo porque suenan saludables o exitosas, pero en realidad no me conectan conmigo?
Estas preguntas no están para juzgarte, sino para ayudarte a ver si estás repitiendo fórmulas que no te pertenecen. Porque muchas veces creemos que “fallamos” en la rutina, cuando en realidad es la rutina la que está fallando en adaptarse a ti.
Flexibilidad y temporadas: tu rutina también cambia
Una de las ideas más dañinas sobre las rutinas es que deben ser fijas, constantes e invariables. Pero tú no eres la misma persona todos los días.
Hay temporadas donde tienes más energía, otras donde necesitas más descanso. Hay momentos de expansión y momentos de recogimiento. Tu rutina debe poder acompañar esos ciclos, no oponerse a ellos.
Esto no significa vivir sin estructura, sino entender que una buena rutina es flexible, realista y amable contigo.
Permítete adaptarla si estás en duelo, si has cambiado de trabajo, si tienes niños pequeños, si estás atravesando una crisis personal o incluso si simplemente estás más cansada.
La constancia no es rigidez. Es compromiso contigo mismo, con tus valores y tu bienestar, aunque eso implique cambiar de rumbo cuando lo necesites.
Acompañamiento psicológico para encontrar tu propio ritmo
A veces, soltar la idea de “rutina milagrosa” no es fácil. Nos sentimos culpables si no cumplimos con lo que “deberíamos hacer”, y nos cuesta escucharnos con compasión. En estos casos, el acompañamiento psicológico puede ser un gran aliado.
Una terapia enfocada en el bienestar y el desarrollo personal no busca imponerte nada. Al contrario: te ayuda a deshacer nudos internos, identificar creencias rígidas sobre la productividad o el éxito, y empezar a construir una forma de vivir que se parezca más a ti.
En un espacio terapéutico puedes reencontrarte con tus verdaderas necesidades, aprender a regular tus emociones, y diseñar rutinas que te cuiden, te sostengan y te hagan sentir en casa. No para cumplir expectativas externas, sino para vivir desde un lugar más amable y auténtico.
Porque no se trata de hacer más. Se trata de vivir mejor.
No busques encajar. Busca habitarte.
Porque cuando lo haces, todo empieza a encontrar su lugar: tus ritmos, tus necesidades, tus prioridades, incluso tus descansos.
Y entonces, sin darte cuenta, dejas de tener una rutina “perfecta” y empiezas a tener una rutina propia.
Y eso sí que es sostenibilidad emocional.
Celebra tus logros.
Es muy importante validar lo propio por encima de los estándares externos.
Por más pequeños que te parezcan, especialmente si los comparas con los de otras personas (¡error común!), son importantes para ti.
Tú sabes lo que te ha costado llegar hasta aquí.
Tú conoces el esfuerzo detrás de levantarte cuando no tenías fuerzas, de preparar una comida sana un día que no tenías ganas, de salir a caminar, de apagar el móvil para descansar, de decir “no” cuando todo en ti quería complacer.
No desmerezcas lo que sí estás haciendo.
La rutina que hoy sostienes, aunque no sea perfecta, ni constante, ni digna de post en Instagram, es una rutina que te está ayudando a cuidar de ti.
Y eso, en este mundo de prisas, exigencias y perfeccionismos, ya es muchísimo.
Historias reales: cuando dejas de exigirte y empiezas a escucharte
A veces, lo que más necesitamos no es que nos den otra fórmula perfecta, sino ver que es posible vivir sin fórmulas rígidas. Aquí van algunos ejemplos reales de personas que, al soltar la exigencia, encontraron una rutina más amable, auténtica y sostenible.
Marta, 37 años, madre y trabajadora por cuenta propia
«Durante años intenté seguir la rutina de las ‘mujeres exitosas’: despertarme a las 5, hacer yoga, journaling, desayuno saludable, meditación… Pero tengo dos hijos pequeños y trabajo desde casa. Cada mañana me sentía fracasada por no lograrlo. En terapia descubrí que mi rutina ideal empieza cuando consigo desayunar en paz, dar un paseo con el cochecito y tener una hora de foco por la tarde. Esa soy yo hoy. Y así me cuido.»
Álvaro, 29 años, opositor
«Quería seguir una rutina de estudio de 10 horas diarias como recomendaban en los foros. Pero me venía abajo cada semana. Sentía que no valía para esto. En sesiones aprendí que necesitaba pausas frecuentes, combinar estudio con ejercicio y dejar tardes libres una vez por semana. A partir de ahí, mi concentración y autoestima mejoraron. No estudio más horas, pero estudio mejor.»
Carmen, 44 años, trabajadora en sanidad
«Me apunté a un reto de hábitos en redes: beber 3 litros de agua, comer limpio, hacer 10 mil pasos, leer 20 minutos, etc. Aguanté dos semanas y luego me vine abajo. Pensé que el problema era mi falta de disciplina. En realidad, estaba exigiéndome más de lo que mi cuerpo y mi mente podían sostener en ese momento. Ahora mi rutina incluye estiramientos suaves, preparar la comida del día siguiente y media hora sin pantallas antes de dormir. Poco, pero mío.»
Estos testimonios no son recetas, sino recordatorios de que:
- Tú no estás mal por no poder con todo.
- Quizás estás intentando sostener algo que no es para ti.
- Tu rutina no tiene que ser perfecta, tiene que ser tuya.
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Sandra Ribeiro
Psicóloga General Sanitaria (M-34885)
Profesora del Dpto. de Psicología de la Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la UNED
Profesora del Máster en Psicología General Sanitaria de la Universidad Villanueva
Responsable de formación y supervisora de casos clínicos en el Servicio de Psicología Aplicada (SPA) de la UNED