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Sandra Ribeiro

El Impacto de la Depresión en la Relación de Pareja
El impacto de la depresión en la relación de pareja 800 800 Sandra Ribeiro

El impacto de la depresión en la relación de pareja

La depresión tiene un impacto profundo en la relación de pareja, generando desafíos tanto para la persona que la padece como para su compañero/a. Para comprender mejor esta dinámica, es útil analizar ambas perspectivas.

Desde la perspectiva de la persona con depresión

  1. Dificultad para conectar emocionalmente
    La depresión genera un estado de apatía, tristeza y desconexión emocional, lo que puede hacer que la persona se sienta incapaz de expresar amor, interés o entusiasmo en la relación.
  2. Pérdida del deseo sexual y afectivo
    Es común que la libido disminuya y que las muestras de cariño se reduzcan. Esto puede ser interpretado por la pareja como falta de amor o desinterés, lo que añade tensión a la relación.
  3. Sentimientos de culpa y autoexigencia
    Muchas personas con depresión sienten que son una carga para su pareja, lo que puede llevarlas a aislarse aún más o a rechazar el apoyo que se les ofrece.
  4. Irritabilidad y cambios de humor
    No todas las personas con depresión solo experimentan tristeza; algunas pueden mostrar irritabilidad, frustración o impaciencia, lo que genera conflictos en la convivencia.
  5. Dificultad para comunicarse y tomar decisiones
    La fatiga mental y emocional que conlleva la depresión puede hacer que la persona tenga problemas para sostener conversaciones significativas, expresar sus necesidades o incluso tomar decisiones cotidianas en la relación.

Desde la perspectiva de la pareja de la persona con depresión

  1. Sentimiento de rechazo y soledad
    La pareja puede sentirse ignorada o rechazada cuando la persona con depresión se distancia emocionalmente o reduce el afecto físico y verbal.
  2. Frustración por la falta de reciprocidad
    Es posible que la pareja sienta que da mucho apoyo, pero recibe poco a cambio. Esto puede generar resentimiento y agotamiento emocional.
  3. Cansancio emocional y sensación de impotencia
    Ver a la persona amada sufrir sin poder «arreglarlo» puede ser extremadamente desgastante. Muchas parejas intentan motivar o animar a la persona con depresión sin éxito, lo que genera frustración.
  4. Asunción de responsabilidades adicionales
    La pareja puede sentirse sobrecargada si la persona con depresión deja de realizar tareas cotidianas o evita responsabilidades compartidas.
  5. Miedo a perder la relación
    Es común que la pareja tenga miedo de que la depresión termine por destruir la relación, o incluso que la persona con depresión llegue a tener pensamientos suicidas, lo que genera una gran ansiedad.

El día a día de las parejas cuando uno tiene depresión

El día a día en una relación donde uno de los miembros tiene depresión puede estar marcado por altibajos emocionales, dificultades en la comunicación y una sensación constante de agotamiento para ambos. A continuación, te describo cómo suele ser la dinámica cotidiana desde ambas perspectivas.

Desde la perspectiva de la persona con depresión

  • Despertar con una sensación de vacío o agotamiento
    Desde el momento en que abre los ojos, la persona con depresión puede sentir una falta de energía o motivación para comenzar el día. Incluso las actividades básicas, como levantarse de la cama, ducharse o desayunar, pueden parecer esfuerzos titánicos.
  • Dificultad para expresar emociones
    Puede sentirse desconectada de su pareja, no porque no la ame, sino porque la depresión le impide experimentar placer o entusiasmo. Muchas veces prefiere el silencio o el aislamiento.
  •  Tareas cotidianas postergadas
    Actividades como hacer la compra, limpiar o incluso responder mensajes pueden parecer abrumadoras. Su pareja puede asumir más responsabilidades, lo que puede generar sentimientos de culpa o vergüenza en la persona con depresión.
  •  Falta de interés en la intimidad
    El deseo sexual suele verse afectado, no solo por la baja energía, sino también por la desconexión emocional. Es común que evite el contacto físico o no sienta placer en momentos que antes disfrutaba.
  • Sensación de ser una carga
    La persona con depresión puede sentir que su pareja está mejor sin ella, lo que refuerza su aislamiento. En algunos casos, puede haber intentos de alejar a la pareja como mecanismo de protección o autosabotaje.
  • Culpa y miedo al abandono
    Aunque se sienta incapaz de responder afectivamente, puede temer que su pareja se canse y la deje. Esto crea un círculo vicioso de ansiedad y desesperanza.
  • Dificultades para dormir
    Puede haber insomnio o hipersomnia. Esto afecta la rutina de la pareja, generando noches de desvelo o una desconexión en los horarios.

Desde la perspectiva de la pareja sin depresión

  • Inicio del día con incertidumbre
    Al despertar, puede preguntarse cómo estará su pareja hoy: ¿tendrá energía? ¿Estará más apagada que ayer? Esta incertidumbre puede generar ansiedad desde el comienzo del día.
  •  Cargar con más responsabilidades
    Muchas veces tiene que asumir tareas adicionales, como el cuidado de la casa, la gestión de citas médicas o el apoyo emocional, lo que puede llevar al agotamiento.
  • Intentar animar sin éxito
    Comentarios como “vamos a dar un paseo” o “intenta pensar en algo positivo” pueden no tener efecto, generando frustración y sensación de impotencia.
  • Desgaste en la comunicación
    Las conversaciones pueden volverse monótonas o tensas. La pareja puede sentirse sola, ya que la persona con depresión responde con monosílabos, evita hablar o simplemente no tiene fuerzas para conversar.
  • Sentirse rechazada afectivamente
    La falta de muestras de cariño y el distanciamiento emocional pueden hacer que la pareja dude sobre si sigue siendo importante o deseada.
  • Duda sobre cómo actuar
    A veces, no sabe si insistir en ayudar o dejar espacio. Puede temer decir algo que empeore la situación o que su apoyo no sea suficiente.
  • Necesidad de autocuidado, pero con culpa
    La pareja también necesita momentos de descanso y distracción, pero puede sentirse culpable por disfrutar de cosas mientras su ser querido sufre.

Momentos clave en el día a día

Desayuno/momentos de la mañana

  • Puede ser un momento difícil. La persona con depresión puede tener problemas para levantarse o no tener apetito. La pareja intenta motivarla, pero puede recibir respuestas evasivas o de apatía.

Tareas del hogar y rutinas diarias

  • La pareja puede asumir más responsabilidades sin que la persona con depresión lo pida. Con el tiempo, esto puede generar resentimiento.

Espacios de ocio y socialización

  • Es común que la persona con depresión rechace planes. La pareja puede terminar saliendo sola o evitando actividades para no hacer sentir mal al otro.

Conversaciones

  • La comunicación puede volverse rutinaria o limitada. A veces, la pareja sin depresión siente que habla con una pared.

Noche y descanso

  • Puede haber insomnio, pesadillas o dificultades para dormir juntos. La falta de descanso empeora el estado emocional de ambos.

Cómo afrontar la depresión en pareja

  1. Comprender que la depresión no es falta de amor
    Es fundamental diferenciar la enfermedad de la relación. La persona con depresión no se aleja porque no ame a su pareja, sino porque sufre una alteración en su estado de ánimo que le impide conectar como antes.
  2. Fomentar la comunicación sin presión
    En lugar de exigir respuestas o emociones que la persona con depresión no puede dar en ese momento, es mejor abrir espacios seguros para la comunicación sin juicios.
  3. Evitar la sobreprotección o el rol de salvador
    La pareja no puede «curar» la depresión, pero sí puede acompañar y apoyar. Es importante fomentar la búsqueda de ayuda profesional y evitar que la relación se convierta en un vínculo de dependencia.
  4. Cuidar la propia salud mental
    La pareja de una persona con depresión también necesita espacios de autocuidado, apoyo emocional y, en algunos casos, terapia individual para gestionar la situación sin agotarse.
  5. Buscar ayuda profesional
    La terapia individual para la persona con depresión y la terapia de pareja pueden ser herramientas clave para fortalecer la relación y encontrar estrategias de afrontamiento efectivas.

Cómo mejorar la convivencia

Tener expectativas realistas
Es importante entender que la persona con depresión no puede «salir de ello» fácilmente. En lugar de presionarla, se debe aceptar su ritmo.

Crear pequeñas rutinas juntos
Actividades simples, como ver una serie o salir a caminar, pueden ayudar a fortalecer la conexión sin que la persona con depresión se sienta forzada.

Practicar la comunicación afectiva
En lugar de preguntar constantemente «¿cómo estás?», es útil decir «estoy aquí para lo que necesites».

La pareja también debe cuidarse
Buscar apoyo, ya sea en terapia individual o grupos de apoyo, ayuda a evitar el desgaste emocional.

Terapia de pareja si es necesario
Puede ser útil para mejorar la convivencia y evitar que la relación se deteriore.

El día a día de una pareja en la que uno de los miembros tiene depresión es un desafío, pero con empatía, apoyo mutuo y límites saludables, es posible transitar la situación sin que la relación se desgaste por completo.

 

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Sandra Ribeiro

Psicóloga General Sanitaria (M-34885)

Profesora del Dpto. de Psicología de la Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la UNED

Profesora del Máster en Psicología General Sanitaria de la Universidad Villanueva

Responsable de formación y supervisora de casos clínicos en el Servicio de Psicología Aplicada (SPA) de la UNED

 

 

Heridas emocionales
Las heridas emocionales de los padres y su impacto en los hijos 800 800 Sandra Ribeiro

Las heridas emocionales de los padres y su impacto en los hijos

Desde la infancia, tendemos a ver a nuestros padres como figuras todopoderosas, personas que tienen todas las respuestas y que actúan de manera justa y amorosa. Sin embargo, al crecer, nos damos cuenta de que ellos también tienen heridas emocionales, historias de dolor, experiencias traumáticas y patrones aprendidos que influyen en la forma en que nos crían.

Es natural que, si sufrimos en nuestra relación con ellos cuando niños, nos preguntemos qué hicimos mal o por qué no fuimos lo suficientemente buenos para recibir el amor y la validación que necesitábamos. Sin embargo, la verdad es que su comportamiento no fue una respuesta a nuestro valor como hijos, sino una manifestación de sus propias luchas internas.

Cada generación arrastra consigo una carga emocional que, muchas veces, no ha sido procesada. Experiencias de abuso, abandono, carencias afectivas o exigencias desmedidas pueden marcar la forma en que una persona se relaciona con sus propios hijos. Si un padre o una madre creció en un ambiente donde el amor era condicional o inexistente, es probable que reproduzca un patrón similar sin siquiera ser consciente de ello.

Esto no justifica el dolor que causaron, pero ayuda a comprender que su incapacidad para amarnos plenamente no fue culpa nuestra. Su reacción ante nuestras necesidades, emociones y logros no dependía de quiénes éramos, sino de las limitaciones emocionales con las que cargaban.

La injusticia de no haber podido cambiarlo

Uno de los mayores duelos que enfrentamos al sanar es aceptar que, por más que hubiéramos hecho todo bien, no habría cambiado el resultado. Los niños intentan ganarse el amor de sus padres de muchas formas: siendo obedientes, callados, responsables, brillantes o incluso sacrificándose para no incomodar. Pero ninguna estrategia puede llenar el vacío que hay en alguien que no sabe o no puede amar de manera sana.

Aceptar esta realidad es doloroso, porque significa renunciar a la esperanza de que podríamos haber hecho algo diferente. Significa entender que el problema no era nuestro y que no estaba en nuestras manos corregirlo.

Rompiendo el ciclo y sanando la herida emocional

Cuando reconocemos que las heridas emocionales que recibimos vienen de las heridas emocionales de otros, podemos empezar a sanar. No se trata de justificar ni de minimizar el daño, sino de dejar de cargar con una culpa y asumir una responsabilidad que no nos pertenece.

Sanar implica:

  • Aceptar que el dolor fue real y válido, sin minimizarlo ni compararlo con el de otros.
  • Darnos permiso para sentir el duelo por la infancia que no tuvimos y por las carencias emocionales que nos marcaron.
  • Poner límites cuando sea necesario, entendiendo que protegernos también es parte del proceso.
  • Buscar espacios de apoyo y comprensión, como terapia o comunidades donde podamos compartir y procesar nuestra historia.

Hoy eres una persona adulta que puede poner límites, decidir quedarse o alejarse… Puedes decidir quién quieres a tu lado y quién no.

No podemos cambiar el pasado ni convertir a nuestros padres en las figuras que necesitábamos, pero sí podemos decidir qué hacer con lo que vivimos. Podemos elegir sanar, romper el ciclo y construir relaciones más saludables para nosotros y para quienes vienen después.

Porque las heridas emocionales que nos hicieron no tenían que ver con nosotros, sino con ellos. Pero nuestra sanación sí es nuestra responsabilidad, y en ella está nuestra verdadera libertad.

 

 

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Celos en la pareja
Celos o Celotipia: Cuando los Celos se Convierten en Obsesión 800 800 Sandra Ribeiro

Celos o Celotipia: Cuando los Celos se Convierten en Obsesión

Diferencias entre Celos y Celotipia

Los celos son una emoción natural que puede surgir ante la percepción de una amenaza a una relación significativa. En un nivel moderado, pueden ser manejables y no interfieren significativamente en la vida de la persona. Sin embargo, cuando los celos se intensifican, pueden dar lugar a comportamientos posesivos y conflictos importantes en la pareja.

Por otro lado, la celotipia es un trastorno delirante en el que la persona tiene la certeza absoluta de que su pareja le está siendo infiel, a pesar de no contar con pruebas objetivas. Esta convicción no cambia ni siquiera frente a evidencias en contra, lo que genera un deterioro significativo en la relación y en la calidad de vida del afectado.


Factores Psicológicos y Emocionales de los Celos

Los celos pueden originarse en diversos factores psicológicos y emocionales, entre ellos:

  • Baja autoestima: La inseguridad personal puede hacer que la persona perciba cualquier interacción de su pareja con terceros como una amenaza.
  • Experiencias pasadas: Relaciones previas con infidelidades o abandono pueden predisponer a desarrollar celos en nuevas relaciones.
  • Apego ansioso: Las personas con un estilo de apego ansioso suelen tener un miedo constante al rechazo y la pérdida de su pareja.
  • Influencia cultural y social: Los mensajes transmitidos por la cultura y los medios pueden reforzar la idea de que los celos son una prueba de amor.


Celotipia como Trastorno Delirante

Según el DSM-5 (manual diagnóstico que utilizamos los psicólogos), la celotipia es un subtipo del trastorno delirante, dentro de la categoría de los trastornos psicóticos, caracterizado por una creencia inamovible de infidelidad de la pareja. Sus manifestaciones incluyen:

  • Vigilancia extrema y espionaje de la pareja.
  • Interpretación errónea de situaciones cotidianas como «pruebas» de infidelidad.
  • Enfrentamientos constantes y acusaciones sin fundamento.
  • Restricción de la autonomía de la pareja, llegando en algunos casos a episodios de violencia.

La celotipia tiene un inicio insidioso y tiende a la cronicidad. El celotípico tiene los celos como eje central de su vida, comprometiendo gravemente distintas áreas como la vida familiar, social y laboral.

 

¿Hubo o No Infidelidad?: La Ruptura en los Acuerdos de la Pareja

La infidelidad no siempre es un hecho objetivo y definido de la misma manera para todas las parejas. Cada relación establece sus propios acuerdos sobre la exclusividad y el compromiso. La percepción de traición varía según estos acuerdos y el grado de confianza que existe en la pareja. En muchos casos, los celos surgen no solo por la sospecha de una infidelidad física, sino también por la posibilidad de una infidelidad emocional o digital.

 

El Concepto de Confianza en Sí Mismo y en el Otro

La confianza es un pilar fundamental en cualquier relación. No solo implica creer en la fidelidad de la pareja, sino también en la propia capacidad de afrontar una posible ruptura o traición. Las personas con una buena autoestima tienden a gestionar mejor la incertidumbre, mientras que aquellas con inseguridades profundas pueden experimentar celos constantes, incluso sin razones objetivas.

 

El Desarrollo de la Autoconfianza y la Confianza en el Otro

  1. Experiencias tempranas: Nuestra autoconfianza se forma en la infancia a través de la validación y el apoyo que recibimos de nuestras figuras de apego. Si crecimos en un entorno donde nuestras emociones y capacidades fueron reforzadas, es más probable que desarrollemos una sensación de seguridad en nosotros mismos.
  2. Éxitos y fracasos: La confianza en uno mismo se fortalece cuando enfrentamos desafíos y somos capaces de superarlos. Si, por el contrario, nos han sobreprotegido o hemos recibido críticas constantes, podemos desarrollar inseguridad.
  3. Modelos de relación: Nuestra forma de confiar en los demás está influenciada por las experiencias familiares y relaciones previas. Una historia de traición (en primera persona o no) o abandono puede hacer que confiemos menos en los demás.

 

Los Orígenes de los Celos

  • Biológicos: Algunas investigaciones sugieren que los celos tienen una base evolutiva, relacionada con la protección de la pareja y la descendencia.
  • Sociales y culturales: La forma en que interpretamos los celos está influenciada por las normas culturales. En algunas sociedades, los celos son vistos como una prueba de amor, mientras que en otras se consideran un signo de inseguridad y/o de falta de respeto hacia la pareja.
  • Psicológicos: Como mencionamos, la autoestima, el apego y las experiencias pasadas juegan un papel clave en el desarrollo de los celos.

 

La Historia del Apego en los Celos

El tipo de apego desarrollado en la infancia influye en la forma en que una persona experimenta y maneja los celos. Algunos puntos clave incluyen:

  • Apego seguro: Tienden a confiar en su pareja y en la solidez de la relación.
  • Apego ansioso: Experimentan miedos intensos de abandono y necesitan constantes pruebas de amor.
  • Apego evitativo: Pueden mostrar desconfianza y distanciamiento, evitando la vulnerabilidad emocional.

Riesgos y Consecuencias de la Celotipia

  • Para la persona afectada: Aislamiento social, ansiedad, depresión y deterioro del bienestar psicológico y, en algunos casos, riesgo de agresión física o emocional.
  • Para la pareja: Sensación de asfixia, estrés, miedo y, en algunos casos, riesgo de agresión física o emocional.
  • A nivel legal: En casos extremos, la celotipia puede derivar en violencia de género y denuncias legales.

 

Abordaje y Tratamiento

  • Terapia psicológica: La terapia ayuda a identificar pensamientos distorsionados y modificar patrones de comportamiento problemáticos.
  • Dependiendo de la decisión: La terapia ayuda a procesar el duelo de la ruptura o recolocar y reconstruir la confianza en la pareja.
  • Trabajar la culpa y el arrepentimiento: Es importante trabajar también en el dolor y el sufrimiento de la pareja. Si hubo una infidelidad, puede haber culpa y arrepentimiento por parte del miembro de la pareja que cometió infidelidad.
  • Terapia de Pareja: La terapia ayuda a la pareja a hablar sobre la infidelidad y a desarrollar los nuevos acuerdos de lealtad en la pareja si deciden permanecer juntos. Si, por el contrario, la pareja o uno de los miembros decide romper la relación, la terapia ayuda en una separación sana, a la comunicación a los hijos y/o familiares, a procesar la decisión y el duelo de la ruptura.
  • Estrategias para la pareja: La comunicación asertiva y los límites son clave para evitar la escalada del problema.
  • Intervención psiquiátrica: En la celotipia, el tratamiento psicofarmacológico con antipsicóticos puede ser necesario.

 

Casos Clínicos

Caso 1: Celos

María, de 30 años, ha tenido experiencias previas con parejas infieles. En su relación actual, aunque su pareja nunca le ha dado motivos de desconfianza, María se siente insegura cuando él socializa con otras mujeres. A menudo revisa su teléfono y le pregunta reiteradamente si sigue interesado en ella. Aunque sufre ansiedad, María reconoce que sus celos pueden ser irracionales y está dispuesta a trabajarlos en terapia.

Caso 2: Celotipia

José, de 42 años, está convencido de que su esposa le es infiel con un compañero de trabajo. Aunque ella le ha mostrado mensajes y llamadas para demostrar su fidelidad, José sigue creyendo que lo engaña. Ha comenzado a seguirla, instalar aplicaciones de rastreo en su teléfono y confrontarla violentamente. José tenía un estado de hiperalerta con mucha ansiedad, apenas dormía y consumía frecuentemente bebida alcohólica. El problema se ha hecho insostenible. Su esposa decide separarse, ha perdido su empleo y sus amigos se han distanciado. Finalmente, José busca ayuda profesional para afrontar el dolor de la ruptura, pero no era consciente de la celotipia, ya que daba por hecho la infidelidad de su mujer.

 

La celotipia es un subtipo del trastorno delirante, según el DSM-5, dentro de la categoría de los trastornos psicóticos. La característica principal es la creencia firme y errónea de que la pareja es infiel, sin pruebas objetivas que lo respalden. Esta convicción delirante no cambia, aunque se le presenten evidencias en contra, lo que la diferencia de los celos normales o de la inseguridad en la relación.

Al ser un trastorno delirante, el abordaje suele requerir la intervención psiquiátrica, especialmente si hay una afectación significativa en la vida de la persona o si se presentan conductas de riesgo (como vigilancia constante, confrontaciones agresivas o incluso violencia). El tratamiento psicofarmacológico puede ser necesario para reducir la intensidad del delirio. Paralelamente, la terapia psicológica con un profesional especializado puede ayudar a trabajar la desconfianza, las distorsiones cognitivas y las emociones asociadas, entre otras cosas.

 

 

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Caja de arena
El poder de la caja de arena: la terapia más allá de las palabras 800 800 Sandra Ribeiro

El poder de la caja de arena: la terapia más allá de las palabras

La terapia con muñecos o caja de arena (también conocida como terapia de juego con arena o sandplay therapy) es una técnica terapéutica utilizada con cualquier tipo de población: niños, adolescentes, adultos. Consiste en la utilización de una caja con arena (o una bandeja) y una variedad de miniaturas o figuras que representan personas, animales, objetos y elementos de la naturaleza. El objetivo es permitir que el paciente exprese emociones, conflictos internos o experiencias de manera simbólica y no verbal.

Beneficios de la caja de arena:

  • Facilita la expresión emocional en personas que tienen dificultad para verbalizar lo que sienten.
  • Promueve la autorregulación emocional y la resolución de conflictos.
  • Ayuda a procesar traumas o experiencias difíciles en un entorno seguro.
  • Estimula la creatividad y la conexión con el inconsciente.

Usos comunes de la caja de arena:

  • Tratamiento de ansiedad, depresión o trauma.
  • Apoyo en casos de abuso o negligencia.
  • Mejora de la comunicación y las relaciones en familias o parejas.
  • Intervenciones en personas con dificultades emocionales o conductuales.
  • Intervenciones en personas con dificultades en expresar sus emociones o comunicarse en terapia.

Es una técnica poderosa para explorar el mundo interno de una persona y promover la sanación desde un enfoque no invasivo. A veces, las palabras no son suficientes para expresar lo que sentimos o lo que hemos vivido. La caja de arena permite que nuestra mente inconsciente encuentre una forma simbólica de comunicarse. Lo que representas en la arena puede reflejar emociones, recuerdos o deseos que aún no están claros a nivel consciente.

María: “No vine aquí para jugar con muñecos” 

María, una mujer de 51 años, llegó a su sesión de terapia como cualquier otro martes. Había decidido buscar ayuda psicológica tras meses de sentirse atrapada en un ciclo de tristeza y ansiedad que parecía no tener fin. En esta ocasión, su psicóloga le propuso una técnica diferente: trabajar con la caja de arena. Al escuchar la propuesta, María frunció el ceño y cruzó los brazos. “No creo que esto sea para mí,” dijo con una sonrisa tensa, “no vine aquí para jugar con muñecos.”

La psicóloga, respetando su escepticismo, le explicó que esta técnica no era un juego, sino una forma de explorar lo que las palabras a veces no pueden expresar. María aceptó con reticencia, dispuesta a darle una oportunidad. Frente a ella, la terapeuta colocó una caja rectangular llena de arena y una colección de figuras: animales, personas, casas, árboles, objetos abstractos. La invitación fue sencilla: “Coloca en la arena lo que quieras, como te haga sentido en este momento.”

La escena en la arena: un reflejo de lo más profundo

Con algo de torpeza y sin saber muy bien qué hacer, María eligió una figura pequeña que representaba a una mujer y la colocó en el centro de la caja. Luego tomó varios animales grandes y amenazantes —un león, un lobo y un oso— y los colocó alrededor de la mujer, dejando poco espacio entre ellos. Finalmente, tomó un árbol caído y lo colocó frente a la mujer, como bloqueando su camino. Al terminar, miró la escena en silencio.

“Cuéntame sobre esta mujer,” dijo la psicóloga. María suspiró y respondió: “Soy yo. Así me siento. Rodeada de problemas que no me dejan avanzar.” Señaló los animales: “Este es mi trabajo, esto es mi familia, y este es mi miedo constante a que algo salga mal.”

A medida que hablaba, María se dio cuenta de cómo había organizado sus temores y bloqueos de forma intuitiva. La escena en la caja de arena se convirtió en una representación tangible de su mundo interno, algo que hasta ese momento había resultado difícil de expresar con palabras..

El proceso de transformación

Durante las sesiones siguientes, María continuó trabajando con la caja de arena. En una de ellas, su psicóloga le preguntó: “¿Qué podría cambiar esta mujer/niña para sentirse más segura?” María reflexionó y decidió mover al árbol caído y reemplazarlo por un camino hecho con piedras pequeñas que representaban pequeños pasos hacia el cambio. También incluyó una figura de un perro junto a la mujer, diciendo: “Este es mi amigo. Es lo que necesito: apoyo.”

Estas modificaciones simbólicas no solo le permitieron visualizar soluciones a sus conflictos internos, sino también sentir que podía tener el control sobre ellos. Poco a poco, su caja de arena se transformó en un espacio donde podía explorar, sanar y experimentar nuevas maneras de enfrentar su realidad.

Un puente hacia el cambio

La caja de arena permitió a María explorar simbólicamente aspectos profundos de su historia emocional que le resultaban difíciles de verbalizar. Este trabajo simbólico facilitó una integración emocional y la construcción de un «refugio interno», marcando un avance significativo en su proceso terapéutico.

Lo que comenzó como un ejercicio que generó escepticismo se convirtió en una herramienta esencial en el proceso terapéutico de María. Gracias a la caja de arena, logró dar forma a sus emociones y conflictos, accediendo a partes de sí misma que había mantenido ocultas o reprimidas. Descubrió que la arena y las figuras eran un puente entre su mundo interno y externo, un espacio seguro donde podía reorganizar sus pensamientos y emociones.

La terapia con caja de arena no es solo para niños. Es un recurso potente que ayuda a los adultos a explorar lo que las palabras a menudo no pueden abarcar. Para personas como María, esta técnica representa una vía hacia el autoconocimiento, la resolución de conflictos y el cambio positivo. Y lo más sorprendente es que lo hace de una manera suave, accesible y profundamente transformadora.

 

 

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Maternidad
Soy hija de una madre narcisista 800 800 Sandra Ribeiro

Soy hija de una madre narcisista

Crecí sintiendo que todo lo que hacía nunca era suficiente, como si siempre estuviera compitiendo por un premio que jamás llegaría. Mi madre tenía un talento particular para captar la atención y, al mismo tiempo, ignorar mis necesidades más básicas. Era como si yo solo existiera para cumplir un propósito: satisfacer sus expectativas. Sin embargo, detrás de esa aparente fortaleza, había una ausencia emocional que dejó heridas profundas en mi forma de relacionarme conmigo misma y con los demás.

Es importante aclarar que este artículo no tiene la intención de diagnosticar a las madres. Para realizar un diagnóstico, es necesario que la persona acuda a terapia y que un profesional realice una evaluación exhaustiva. Aquí no pretendemos etiquetar a nadie, sino visibilizar cómo ciertas dinámicas familiares pueden marcar profundamente la vida emocional de quienes las viven, particularmente desde la perspectiva de los hijos.

Ser hija de una madre con rasgos narcisistas no es fácil. Creces cuestionando tu valor, anhelando aprobación, y viviendo con un miedo constante al abandono. Este artículo no solo busca dar voz a quienes han vivido esta experiencia, sino también explorar cómo estas dinámicas moldean nuestra adultez y cómo podemos empezar a sanar.

El rol de la madre con rasgos narcisistas o emocionalmente no disponible

Las madres con rasgos narcisistas o emocionalmente no disponibles centran su atención en sus propias necesidades, dejando poco espacio para reconocer y validar las emociones de sus hijos. Esto puede tomar diferentes formas:

  • Rasgos narcisistas: La madre busca admiración constante y proyecta en la hija expectativas inalcanzables, exigiendo perfección. Cuando la hija no cumple con estas expectativas, puede ser criticada, ignorada o incluso humillada.
  • Desconexión emocional: Estas madres no logran brindar una base segura emocional, ya sea por sus propios traumas, depresión, adicciones u otras circunstancias. La hija crece sin un modelo de cómo gestionar sus emociones, quedando sola en sus momentos de vulnerabilidad.

La hija percibe desde temprano que su valor está condicionado a satisfacer las necesidades de la madre, aprendiendo a desconectarse de sus propios deseos y emociones para complacerla.

La construcción de la autoestima y la autoimagen

Una madre que critica, ignora o invalida constantemente a su hija envía un mensaje implícito: “no eres suficiente”. Esto puede provocar:

  • Baja autoestima: La hija interioriza la idea de que su valor depende de cómo cumpla las expectativas ajenas.
  • Autoimagen frágil: En lugar de desarrollar un sentido estable de identidad, la hija puede definirse a través de cómo los demás la perciben.
  • Problemas para establecer límites: Como la hija ha aprendido a priorizar las necesidades de los demás, le resulta difícil decir “no” o protegerse de relaciones abusivas.

En muchos casos, el deseo de recibir validación lleva a buscar la perfección, lo que genera un agotamiento constante y una sensación crónica de insatisfacción.

¿Qué significa tener una madre con rasgos narcisista?

  • Una madre con rasgos narcisista no es solo alguien que busca atención; es alguien que, al centrar su mundo en sus propias necesidades, invalida las de su hija.
  • Se aborda cómo estas madres proyectan en sus hijas sus frustraciones o deseos, viendo a sus hijas más como una extensión de ellas mismas que como personas independientes.

El impacto emocional en la hija

  • La lucha por la aceptación: La hija aprende desde pequeña que su valor está condicionado a cumplir con las expectativas de la madre, lo que genera una autoimagen dependiente de la validación externa.
  • La desconexión emocional: Ante la falta de una base segura, la hija desarrolla mecanismos de defensa como el perfeccionismo o la represión de sus emociones.

El miedo al abandono en la adultez

El miedo al abandono suele ser una consecuencia directa de un apego inseguro con la madre. Este miedo se refleja en la vida adulta a través de:

  • Hipervigilancia emocional: La hija analiza constantemente las señales emocionales de los demás, anticipando un posible rechazo.
  • Complacencia extrema: Puede intentar agradar a toda costa para evitar ser abandonada, incluso a expensas de su bienestar.
  • Relaciones desequilibradas: Es común que elija parejas o amistades donde se repiten dinámicas de desapego emocional o control.

Este patrón perpetúa la búsqueda de aceptación externa, ya que la hija no aprendió a sentirse suficiente por sí misma.

Rompiendo el ciclo: el camino hacia la sanación

Sanar estas heridas implica un proceso profundo de autocompasión, aceptación y redescubrimiento del propio valor. Algunos pasos clave incluyen:

  • Reconocer la dinámica familiar: Comprender cómo la relación con la madre influyó en su desarrollo emocional, sin caer en la culpa o el reproche.
  • Sanar a la niña interior: Esto implica validar las emociones reprimidas, permitirse sentir el dolor del pasado y nutrir esa parte vulnerable desde el presente.
  • Desarrollar límites saludables: Aprender a identificar sus propias necesidades y priorizarlas sin sentirse culpable.
  • Reconstruir la relación consigo misma: Cambiar la narrativa interna de crítica por una más compasiva, aceptando que su valor no depende de agradar a los demás.

En este camino, la psicoterapia puede ser fundamental, ya que brinda un espacio seguro para explorar estas heridas, resignificarlas y construir una relación más saludable consigo misma y con los demás.

Es importante reconocer que ser hija de una madre narcisista, aunque es un desafío, no define quién eres.

La sanación es un proceso, y cada paso hacia el autocuidado y la autoaceptación es un acto de resistencia y amor propio.

 

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Sandra Ribeiro

Psicóloga General Sanitaria (M-34885)

Profesora del Dpto. de Psicología de la Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la UNED

Profesora del Máster en Psicología General Sanitaria de la Universidad Villanueva

Responsable de formación y supervisora de casos clínicos en el Servicio de Psicología Aplicada (SPA) de la UNED

 

 

 

Trastornos Alimentarios- Una Mirada a la Anorexia y la Bulimia
Trastornos alimentarios: una mirada a la anorexia y la bulimia 800 800 Sandra Ribeiro

Trastornos alimentarios: una mirada a la anorexia y la bulimia

Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) son enfermedades mentales complejas que afectan la relación de una persona con la comida, el peso y la imagen corporal. Entre los TCA más comunes y debilitantes se encuentran la anorexia y la bulimia. Estos trastornos tienen un impacto físico, emocional y psicológico profundo en quienes los padecen. Este artículo ofrece una exploración más profunda, destacando las emociones subyacentes, los traumas relacionados y la importancia de un enfoque sistémico en su tratamiento.

Anorexia: una lucha interna con la percepción corporal

La anorexia nerviosa trasciende la búsqueda de una delgadez extrema. Se caracteriza por una percepción distorsionada del propio cuerpo y una necesidad imperiosa de control, que se manifiesta en la restricción severa de alimentos. Las personas con anorexia suelen experimentar una intensa ansiedad en relación con la comida y un profundo sentimiento de insuficiencia personal.

El impacto emocional y traumático: La anorexia suele estar vinculada a experiencias traumáticas, como el bullying por el peso o la aparición, expectativas familiares rigurosas o incluso eventos de abuso emocional o físico. La necesidad de controlar la ingesta de alimentos puede convertirse en una forma de lidiar con la falta de control en otras áreas de la vida. Además, las emociones como la vergüenza y el miedo al rechazo perpetúan el ciclo del trastorno.

Bulimia: El ciclo de la culpa y el descontrol

La bulimia nerviosa está marcada por episodios de ingesta excesiva, seguidos de comportamientos compensatorios, como el vómito autoinducido o el uso de laxantes. Estos episodios suelen estar acompañados por una sensación de pérdida de control y una culpa paralizante.

Trauma y patrones emocionales: En muchos casos, la bulimia también está relacionada con una historia de trauma o abuso, así como con una autoexigencia desmedida. Las personas con bulimia a menudo experimentan emociones intensas de desesperación y un sentimiento de alienación, lo que las lleva a buscar alivio inmediato a través de la comida, seguido de una necesidad urgente de purga para aliviar la culpa.

Una mirada sistémica: El rol de la familia

Los TCA no solo afectan a la persona que los padece, sino también a su sistema familiar. La terapia sistémica juega un papel fundamental en el tratamiento, ya que ayuda a identificar patrones familiares que pueden estar contribuyendo al desarrollo o mantenimiento del trastorno.

Implicación de la familia: El apoyo familiar es crucial para la recuperación. Esto incluye aprender a comunicarse de manera efectiva, evitar comentarios sobre el peso o la comida, y comprender cómo los mensajes culturales y familiares sobre la apariencia influyen en la autoestima del paciente. Además, trabajar con la familia permite abordar dinámicas de control, dependencia emocional o expectativas no realistas que pueden estar afectando al paciente.

La relación con el trauma

Muchos trastornos alimentarios están enraizados en traumas emocionales o psicológicos. La desconexión entre cuerpo y mente, común en personas con TCA, puede ser una respuesta al dolor emocional no procesado. La terapia enfocada en el trauma ayuda a las personas a reconectar con sus emociones, identificar las causas subyacentes y trabajar hacia una mayor aceptación de sí mismas.

Mitos sobre los trastornos alimentarios

Es crucial desmentir algunos mitos comunes:

  • «Los TCA solo afectan a mujeres jóvenes»: Los TCA pueden presentarse en cualquier género, edad, estatus socioeconómicos, razas, etnias, orientaciones sexuales. Si bien los jóvenes y adolescentes son más propensos a sufrir un TCA, cualquier problema en cualquier fase de la vida de una persona puede derivar en un TCA.
  • «Es solo una fase o una elección»: Los TCA son enfermedades mentales complejas y muy serias, no decisiones voluntarias o fruto de una moda pasajera. Si crees que puedes estar sufriendo un Trastorno Alimentario o crees que alguien de tu entorno pueda padecerlo, no dudes en ponerte en manos de profesionales especializados.
  • «La recuperación es solo ganar peso»: La recuperación implica sanar emocional y psicológicamente, además de abordar el aspecto físico.
  • “La culpa del TCA es de la familia y no tienen que ser parte del tratamiento”: Aquí no hay culpables. La familia implicada en el tratamiento del paciente puede ser una gran aliada de la terapia, ya que son las personas que estarán más tiempo con el paciente. 
  • “Nunca se recupera al 100% de un TCA”: La recuperación completa es posible y cuanto más temprana sea la detección y la intervención de este tipo de trastorno, más probabilidad de éxito terapéutico. Como hemos dicho, son enfermedades muy complejas y con un alto índice de recaídas en las que el equipo terapéutico tiene que tenerlo en cuenta. Sin embargo, con el tratamiento multidisciplinar adecuado, el apoyo familiar y de amigos, se puede conseguir la recuperación integral de un TCA.

Cómo identificar si un/a hijo/a está sufriendo un TCA

Algunas señales de alerta incluyen:

  • Cambios en los hábitos alimenticios, como evitar comidas o preferir comer a solas.
  • Comentarios frecuentes sobre el peso o la imagen corporal.
  • Uso excesivo de ropa holgada para ocultar el cuerpo.
  • Rutinas de ejercicio extremo y obsesivo.
  • Cambios emocionales, como irritabilidad, aislamiento o tristeza constante.

Tratamiento integral y personalizado

Un tratamiento eficaz para los TCA debe ser multidisciplinar e incluir:

  • Terapia psicológica: La terapia cognitivo-conductual (TCC) y la terapia centrada en el trauma son útiles para abordar las creencias disfuncionales y trabajar en la aceptación corporal.
  • Terapia Sistémica (familiar): Promueve un entorno de apoyo y comprensión, abordando patrones familiares que perpetúan el trastorno.
  • Atención médica y nutricional: Es vital tratar los efectos físicos y establecer pautas alimentarias saludables.
  • Mindfulness y regulación emocional: Estas herramientas ayudan a reducir la desconexión cuerpo-mente y a manejar las emociones difíciles de manera constructiva.

Abordar los trastornos alimentarios con compasión

La recuperación de los TCA es un camino desafiante que requiere paciencia, compromiso y un enfoque integral. Comprender el impacto emocional y traumático de estos trastornos y trabajar desde una perspectiva sistémica y personalizada es clave para promover una recuperación sostenida.

Si tú o alguien que conoces está luchando contra un TCA, busca apoyo profesional. Estamos aquí para ayudarte a recuperar el equilibrio y construir una relación saludable contigo mismo y con la comida.

 

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Psicóloga General Sanitaria (M-34885)

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Por que nos da miedo la soledad
¿Por qué nos da miedo la soledad? 800 800 Sandra Ribeiro

¿Por qué nos da miedo la soledad?

El miedo a la soledad no es simplemente el temor a estar físicamente solos; está profundamente enraizado en nuestros sistemas de apego y en experiencias traumáticas que moldean nuestra visión de las relaciones y de nosotros mismos. Este miedo puede manifestarse de muchas maneras: desde la incapacidad de disfrutar del tiempo en solitario hasta la necesidad de mantener relaciones poco saludables por evitar la sensación de abandono o vacío.

Los sistemas de apego y el miedo a la soledad

Los sistemas de apego, estudiados por el psicólogo John Bowlby, se desarrollan en la infancia y determinan cómo nos relacionamos con los demás en la adultez. Si durante nuestra infancia experimentamos una figura de apego inconsistente, ausente o poco responsiva, es probable que desarrollemos un apego inseguro. Esto puede llevarnos a asociar la soledad con el rechazo o el abandono, generando una profunda ansiedad en momentos de desconexión social.

Por ejemplo:

  • Apego ansioso: Las personas con este estilo de apego suelen buscar constantemente la aprobación y el afecto de los demás, temiendo ser abandonadas. Para ellas, la soledad no es una oportunidad para el autodescubrimiento, sino una amenaza que reafirma su creencia de no ser suficientes.
  • Apego evitativo: Las personas con apego evitativo tienden a desconectarse emocionalmente de los demás y a evitar la intimidad por miedo al rechazo. Aunque puedan aparentar comodidad con la soledad, en realidad utilizan el aislamiento como un mecanismo de defensa para no enfrentar su vulnerabilidad.

Experiencias traumáticas y su impacto

Las vivencias traumáticas también juegan un papel crucial en el miedo a la soledad. Situaciones como el abandono emocional, las rupturas familiares o incluso el bullying en la infancia pueden dejar huellas profundas que nos llevan a temer estar solos. Estas experiencias pueden generar creencias limitantes como:

  • «No soy digno de amor.»
  • «Si me quedo solo, nunca podré ser feliz.»
  • «La soledad significa que he fracasado.»

El trauma nos condiciona a buscar constantemente la seguridad en el exterior, dificultando la posibilidad de encontrar confort en nuestra propia compañía. Además, nos puede llevar a patrones de comportamiento poco saludables, como aferrarnos a relaciones disfuncionales o evitar cualquier tipo de vínculo emocional.

La soledad como espejo

El miedo a la soledad también está vinculado a la dificultad de enfrentarnos a nuestro propio mundo interior. Cuando estamos solos, nos vemos obligados a confrontar emociones y pensamientos que podrían resultar incómodos, como el desamparo, la tristeza o la inseguridad. Este enfrentamiento, aunque difícil, es necesario para crecer y sanar.

Aprender a estar solos implica aceptar nuestras imperfecciones y abrazar nuestras emociones, incluso las dolorosas. Es en este proceso de autoaceptación donde encontramos la fortaleza para transformar la soledad en un espacio de crecimiento.

Estrategias para superar el miedo a la soledad

  1. Entender tu estilo de apego: Identificar cómo tus experiencias pasadas afectan tus relaciones actuales es el primer paso para sanar. La terapia de apego puede ayudarte a explorar estas dinámicas.
  2. Reformular la soledad: En lugar de verla como un castigo, considérala una oportunidad para conectar contigo mismo y descubrir tus necesidades y deseos.
  3. Practicar el autocuidado: Desarrollar rutinas que fomenten tu bienestar físico, emocional y mental te ayudará a sentirte más cómodo contigo mismo.
  4. Buscar apoyo profesional: Un psicólogo puede acompañarte en el proceso de enfrentar tus miedos, trabajar el trauma y construir una relación más saludable contigo mismo.

 

El miedo a la soledad no es una debilidad, sino una señal de que hay heridas internas que necesitan ser atendidas. Comprender cómo los sistemas de apego y las experiencias traumáticas influyen en este miedo nos permite dar pasos hacia la sanación. Aprender a estar solos, aunque desafiante, es una de las claves para vivir una vida plena, construir relaciones más saludables y descubrir la riqueza de nuestra propia compañía.

 

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Estres y autoexigencia- cuando nunca es suficiente
Estrés y autoexigencia: cuando nunca es suficiente 800 800 Sandra Ribeiro

Estrés y autoexigencia: cuando nunca es suficiente

La autoexigencia, entendida como la tendencia a imponernos altos niveles de esfuerzo y rendimiento, es una cualidad ampliamente valorada en nuestra sociedad. Una persona autoexigente suele ser vista como alguien constante, perseverante y con éxito en sus objetivos. Sin embargo, cuando esta actitud supera ciertos límites, puede transformarse en una fuente importante de estrés y sufrimiento.

El lado funcional de la autoexigencia

En su forma adaptativa, la autoexigencia puede ser un motor positivo. Establecer metas claras y trabajar con determinación para alcanzarlas, fomenta el crecimiento personal y profesional. Este comportamiento es saludable cuando:

  • Se alinea con nuestras capacidades reales.
  • Tiene en cuenta nuestras circunstancias y recursos.
  • No afecta negativamente nuestro bienestar emocional o físico.

En estas condiciones, la autoexigencia se convierte en una herramienta para la realización personal.

Cuando la autoexigencia se vuelve disfuncional

El problema surge cuando la autoexigencia se basa en expectativas irreales o en un crítico interno implacable. Este comportamiento, lejos de ser funcional, puede generar consecuencias negativas como:

  • Estrés crónico: La constante presión por alcanzar la perfección agota los recursos físicos y mentales.
  • Sentimientos de insuficiencia: A pesar de los logros obtenidos, la sensación de “nunca es suficiente” predomina.
  • Problemas de salud: Dolores de cabeza, insomnio, tensión muscular o incluso trastornos cardiovasculares pueden estar relacionados con este tipo de estrés.
  • Deterioro emocional: Ansiedad, depresión y baja autoestima suelen acompañar a las personas con un nivel elevado de autoexigencia.

¿Estás siendo demasiado autoexigente? Hazte estas preguntas

Para identificar si la autoexigencia podría estar afectando tu bienestar, reflexiona sobre las siguientes preguntas:

  1. ¿Te cuesta disfrutar de tus logros porque siempre sientes que podrías haberlo hecho mejor?
  2. ¿Te resulta difícil delegar tareas porque piensas que nadie las hará tan bien como tú?
  3. ¿Sientes culpa cuando tomas un descanso o no eres productivo?
  4. ¿Te impones metas que a menudo te parecen inalcanzables o poco realistas?
  5. ¿Te criticas severamente por cualquier error, incluso cuando los demás lo consideran insignificante?
  6. ¿Evitas pedir ayuda por miedo a parecer incapaz?

Si respondiste afirmativamente a varias de estas preguntas, podría ser útil explorar cómo la autoexigencia está impactando tu vida.

Ejemplos de autoexigencia disfuncional en la vida diaria

La autoexigencia disfuncional puede manifestarse de formas muy concretas en el día a día. Algunos ejemplos incluyen:

  • En el trabajo: Una persona que se queda hasta tarde todos los días revisando cada detalle de un proyecto, aunque ya haya recibido feedback positivo por su calidad.
  • En la vida personal: Alguien que siente que debe mantener su casa impecable en todo momento, incluso sacrificando el tiempo para descansar o disfrutar con su familia.
  • En el estudio: Un estudiante que rehace repetidamente sus tareas porque siempre encuentra algo que «podría mejorar», aunque su rendimiento ya sea sobresaliente.
  • En la apariencia física: Una persona que se somete a dietas o rutinas de ejercicio extremas porque nunca está conforme con su imagen corporal, a pesar de recibir comentarios positivos.

Estrategias para gestionar la autoexigencia y el estrés

Si bien la autoexigencia no es algo que deba erradicarse por completo, es fundamental aprender a gestionarla de manera saludable. Algunas estrategias incluyen:

  1. Revisar tus expectativas: Pregúntate si tus metas son realistas y alcanzables dentro de tus posibilidades actuales.
  2. Practicar la autocompasión: Trata de hablarte con la misma amabilidad y comprensión que le brindarías a un amigo.
  3. Permitirse: Permítete descansar y disfrutar de tus momentos contigo mismo, con tu familia y/o amigos.
  4. Celebrar los logros: Reconoce tus avances, por pequeños que sean. Cada paso cuenta.
  5. Establecer límites: Aprende a decir no a las demandas externas e internas que excedan tus recursos.
  6. Buscar apoyo: Hablar con un terapeuta puede ayudarte a identificar patrones de pensamiento disfuncionales y a desarrollar herramientas para manejarlos.

La autoexigencia no es negativa en sí misma, pero necesita ser equilibrada para evitar que se convierta en una fuente de estrés y desgaste. Recordemos que el éxito no consiste solo en alcanzar metas, sino también en disfrutar del camino, cuidar de nuestra salud y cultivar relaciones significativas. Aprender a relacionarnos con nosotros mismos desde un lugar de comprensión y equilibrio es esencial para vivir una vida plena y satisfactoria.

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La Influencia de las Emociones en el Sobrepeso
La influencia de las emociones en el sobrepeso 800 800 Sandra Ribeiro

La influencia de las emociones en el sobrepeso

El sobrepeso y la obesidad son condiciones de salud complejas que van más allá de la simple relación entre calorías ingeridas y gastadas. Factores emocionales y psicológicos también juegan un papel importante, influyendo en cómo el cuerpo procesa los alimentos y maneja el peso. Estas dinámicas pueden generar desafíos significativos para quienes intentan perder peso, incluso cuando siguen pautas alimenticias y de actividad física. En este artículo, exploraremos cómo las emociones, especialmente aquellas ligadas a experiencias difíciles en la infancia, pueden impactar en el peso corporal y dificultar el camino hacia un bienestar integral.

La relación entre las emociones y el sobrepeso

Las emociones tienen una influencia profunda en la forma en que nos relacionamos con la comida. Sentimientos como el estrés, la ansiedad o la tristeza pueden llevar a muchas personas a buscar en la comida un refugio o una vía para regular su estado emocional, fenómeno conocido como «alimentación emocional». Este patrón puede contribuir a un círculo de frustración, donde el peso corporal genera mayor malestar emocional, reforzando la conducta de comer como mecanismo de alivio.

Factores emocionales que influyen en el sobrepeso:

  • Estrés y ansiedad: Pueden propiciar una mayor ingesta de alimentos como respuesta emocional.
  • Tristeza y melancolía: La comida puede convertirse en una fuente de consuelo momentáneo.
  • Baja autoestima: Puede dificultar la adopción de hábitos saludables al perpetuar patrones emocionales dañinos.

Dificultades biológicas para perder peso

El cuerpo humano tiene mecanismos de adaptación que pueden hacer más difícil la pérdida de peso. Al reducir drásticamente la ingesta calórica, el metabolismo se ralentiza como medida de protección, mientras que las hormonas del hambre, como la grelina, pueden incrementarse, aumentando las sensaciones de hambre y los impulsos de comer.

Factores biológicos que interfieren en la pérdida de peso:

  • Ralentización metabólica: El cuerpo se adapta a una menor ingesta de calorías conservando energía.
  • Cambios hormonales: Un aumento de grelina puede intensificar el apetito.
  • Elevación del cortisol: Asociado al estrés, puede favorecer el almacenamiento de grasa.

Procesos emocionales inconscientes y la relación con el cuerpo

Algunas personas pueden enfrentar bloqueos emocionales inconscientes que dificultan la pérdida de peso. Experiencias como haber vivido abuso o recibir críticas constantes sobre su cuerpo en la infancia pueden dejar una huella emocional profunda. En estos casos, mantener un cuerpo distinto al ideal social puede, inconscientemente, servir como una barrera protectora frente a experiencias de vulnerabilidad o atención indeseada.

El impacto del trauma infantil en el peso corporal

Las experiencias traumáticas durante la infancia pueden influir significativamente en la salud física y emocional de una persona. Estudios han demostrado una correlación entre el trauma infantil y una mayor incidencia de sobrepeso en la adultez. En muchos casos, estas experiencias derivan en patrones de comportamiento orientados a buscar alivio emocional en la comida.

Posibles efectos del trauma infantil:

  • Patrones de afrontamiento poco saludables: La comida puede convertirse en un refugio emocional.
  • Alteraciones en la respuesta al estrés: Que dificultan la regulación emocional.
  • Autoimagen dañada: Vinculada a dificultades para adoptar hábitos de cuidado personal.

Abordando las emociones para promover el bienestar

Es esencial trabajar en las emociones subyacentes para facilitar un cambio sostenible en el peso corporal y la relación con la comida. La terapia psicológica ofrece herramientas valiosas para comprender y sanar experiencias emocionales y desarrollar patrones de pensamiento y conducta más saludables.

Estrategias para el bienestar emocional y físico:

  • Terapia psicológica: Ayuda a explorar emociones y patrones de conducta relacionados con el peso.
  • Mindfulness y meditación: Técnicas efectivas para gestionar el estrés y la ansiedad.
  • Grupos de apoyo: Fomentan un entorno de comprensión y motivación compartida.
  • Asesoramiento nutricional: Adaptado a las necesidades únicas de cada persona.

La conexión entre emociones y sobrepeso es profunda y multifacética. Reconocer y abordar los factores emocionales que subyacen a estas dificultades puede marcar la diferencia en la salud física y mental de una persona. A través de la terapia, el apoyo y el autocuidado, es posible superar barreras emocionales y construir un bienestar integral que trascienda los números en la báscula.

 

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Que hacer si mi pareja es pasivo-agresiva
¿Qué hacer si mi pareja es pasivo-agresiva? 800 800 Sandra Ribeiro

¿Qué hacer si mi pareja es pasivo-agresiva?

Las relaciones de pareja pueden ser uno de los vínculos más enriquecedores en la vida, pero también uno de los más desafiantes, especialmente cuando uno de los miembros expresa sus emociones de forma indirecta y poco saludable, como ocurre con el comportamiento pasivo-agresivo. Este tipo de actitud, aunque a menudo sutil, puede causar daño significativo en la comunicación, generar resentimiento y minar la conexión emocional entre los dos.

La comunicación pasivo-agresiva en una relación no es un simple rasgo de carácter, sino una forma de manejar el enfado, la frustración o el desacuerdo de manera indirecta, evitando confrontaciones abiertas. Esto puede crear una dinámica tóxica donde los problemas se acumulan y las emociones quedan sin resolver.

¿Qué es la comunicación pasivo-agresiva?

La comunicación pasivo-agresiva es una forma indirecta de expresar emociones negativas, como el enfado, el resentimiento o la insatisfacción. Aunque estas emociones son normales en cualquier relación, las personas con un estilo pasivo-agresivo evitan expresarlas directamente y recurren a conductas como el sarcasmo, los comentarios hirientes, disfrazados de broma o incluso la retirada emocional.

Según las investigaciones, este comportamiento tiene raíces en el miedo al conflicto, la falta de habilidades para comunicar emociones o experiencias previas en las que expresar sentimientos fue considerado inseguro. A largo plazo, este patrón no solo dificulta la comunicación en la pareja, sino que también erosiona la confianza y la intimidad.

¿Por qué es importante identificar las actitudes pasivo-agresivas?

Aunque a primera vista pueden parecer actitudes menores, los comportamientos pasivo-agresivos son una de las dimensiones más destructivas en una relación. Esto se debe a que crean una atmósfera de incertidumbre y desconfianza, donde el miembro afectado siente que «algo no está bien,» pero no puede señalar con claridad el problema. Identificar estos patrones es el primer paso para abordar el problema y, potencialmente, salvar la relación.

A continuación, exploraremos ejemplos cotidianos de estas actitudes, cómo reconocerlas y qué estrategias puedes implementar para enfrentarlas de manera efectiva. Aprender a gestionar estas dinámicas no solo te ayudará a mejorar tu relación actual, sino también a desarrollar herramientas emocionales valiosas para tus interacciones futuras.

¿Listo para identificar las conductas pasivo-agresivas y trabajar en una solución? ¡Empecemos!

La pasivo-agresividad puede ser difícil de detectar en una relación de pareja, ya que no siempre se manifiesta de forma evidente. Aquí tienes una guía para identificar y abordar estas conductas:

Señales de comportamientos pasivo-agresivos en la pareja

  • Sarcasmo constante: Comentarios irónicos o burlones que parecen bromas, pero que contienen críticas encubiertas.

Ejemplo: Estás ilusionado/a con una cena especial que preparaste y tu pareja comenta:

«Ah, qué gourmet, seguro que esto es mejor que un restaurante… aunque quién sabe.»

El comentario parece un halago, pero tiene un tono irónico que te hace dudar.

  • Retrasos intencionados: Llegar tarde o evitar cumplir compromisos como una forma de expresar descontento.

Ejemplo: Quedas con tu pareja para salir a una cita a las 8:00 p.m., pero aparece a las 8:45 p.m. con la excusa:

«Bueno, seguro que no era tan importante.»

En realidad, está molesto/a porque no quería salir y, en lugar de decirlo, llega tarde.

  • Negación del enfado: Insistir en que «no pasa nada» cuando es evidente que algo molesta.

Ejemplo: Preguntas a tu pareja si está molesto/a por algo y responde fríamente:

«No, todo está bien, pero tú sabrás por qué te lo preguntas.»

Aunque afirma que no pasa nada, su tono o actitud indica lo contrario.

  • Resentimiento silencioso: Guardar rencor pero no hablar abiertamente del problema.

Ejemplo: Decides pasar tiempo con amigos, y cuando vuelves, tu pareja no te dirige la palabra.

Cuando preguntas qué ocurre, dice:

«Nada, me alegra que te lo pasaras bien.»

Pero su lenguaje corporal sugiere descontento.

  • Sabotaje encubierto: Realizar acciones que interfieren con los deseos o planes de la otra persona de forma sutil.

Ejemplo: Le pides ayuda para organizar una fiesta y se compromete, pero deliberadamente olvida realizar tareas importantes, como comprar la comida o enviar las invitaciones.

Al reclamarle, responde:

«Es que pensé que no era tan urgente.»

  • Retirada emocional: Evitar el contacto visual, responder con monosílabos o ignorar conversaciones importantes.

Ejemplo: Después de una discusión, intentas hablar para resolver el problema, pero tu pareja evita mirarte a los ojos, responde con monosílabos o se enfoca en su teléfono.

Es una manera de mostrar descontento sin enfrentarse directamente.

  • Críticas indirectas: Hacer comentarios despectivos de forma indirecta, como quejas generales sobre «algunas personas» que en realidad están dirigidas a la pareja.

Ejemplo: Comentas con entusiasmo que planeas cambiar de trabajo y tu pareja dice:

«Bueno, hay gente que siempre está soñando con cosas nuevas, pero nunca las termina.»

Aunque no menciona tu nombre, es evidente que el comentario está dirigido a ti.

Por qué ocurre la pasivo-agresividad

  • Dificultades para expresar emociones: Estas personas suelen haber crecido en entornos donde expresar enfado o desacuerdo no era seguro o permitido.
  • Miedo al conflicto: Temen confrontaciones directas, lo que los lleva a adoptar formas indirectas de manejar sus emociones.
  • Falta de habilidades comunicativas: No saben cómo expresar sus sentimientos de manera asertiva.

Cómo manejar esta situación

  1. Identifica el patrón: Tómate el tiempo para observar si estas conductas son recurrentes y cómo afectan la relación.
  2. Comunica tus observaciones: Habla con tu pareja desde un lugar de empatía, evitando acusaciones. Usa frases como:
    • «He notado que cuando hablamos de X, parece que te distancias. ¿Hay algo que te incomoda?»
  3. Fomenta la comunicación abierta: Anima a tu pareja a compartir sus emociones, pero evita forzarlo.
  4. Pon límites claros: Si ciertos comportamientos son dañinos, como el sarcasmo o los comentarios hirientes, expresa cómo te afectan y establece límites.
  5. Trabajen juntos en la asertividad: Si ambos lo consideran necesario, pueden explorar técnicas de comunicación asertiva en pareja.
  6. Consideren la terapia de pareja: Un terapeuta puede ayudar a identificar patrones destructivos y mejorar la comunicación entre ambos.

Cuándo buscar ayuda externa

Si las conductas pasivo-agresivas persisten y afectan la estabilidad de la relación, o si se intensifican con actitudes hostiles, la intervención profesional es crucial para evitar daños mayores en la dinámica de pareja.

 

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