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Sandra Ribeiro

Que hacer si mi pareja es pasivo-agresiva
¿Qué hacer si mi pareja es pasivo-agresiva? 800 800 Sandra Ribeiro

¿Qué hacer si mi pareja es pasivo-agresiva?

Las relaciones de pareja pueden ser uno de los vínculos más enriquecedores en la vida, pero también uno de los más desafiantes, especialmente cuando uno de los miembros expresa sus emociones de forma indirecta y poco saludable, como ocurre con el comportamiento pasivo-agresivo. Este tipo de actitud, aunque a menudo sutil, puede causar daño significativo en la comunicación, generar resentimiento y minar la conexión emocional entre los dos.

La comunicación pasivo-agresiva en una relación no es un simple rasgo de carácter, sino una forma de manejar el enfado, la frustración o el desacuerdo de manera indirecta, evitando confrontaciones abiertas. Esto puede crear una dinámica tóxica donde los problemas se acumulan y las emociones quedan sin resolver.

¿Qué es la comunicación pasivo-agresiva?

La comunicación pasivo-agresiva es una forma indirecta de expresar emociones negativas, como el enfado, el resentimiento o la insatisfacción. Aunque estas emociones son normales en cualquier relación, las personas con un estilo pasivo-agresivo evitan expresarlas directamente y recurren a conductas como el sarcasmo, los comentarios hirientes, disfrazados de broma o incluso la retirada emocional.

Según las investigaciones, este comportamiento tiene raíces en el miedo al conflicto, la falta de habilidades para comunicar emociones o experiencias previas en las que expresar sentimientos fue considerado inseguro. A largo plazo, este patrón no solo dificulta la comunicación en la pareja, sino que también erosiona la confianza y la intimidad.

¿Por qué es importante identificar las actitudes pasivo-agresivas?

Aunque a primera vista pueden parecer actitudes menores, los comportamientos pasivo-agresivos son una de las dimensiones más destructivas en una relación. Esto se debe a que crean una atmósfera de incertidumbre y desconfianza, donde el miembro afectado siente que «algo no está bien,» pero no puede señalar con claridad el problema. Identificar estos patrones es el primer paso para abordar el problema y, potencialmente, salvar la relación.

A continuación, exploraremos ejemplos cotidianos de estas actitudes, cómo reconocerlas y qué estrategias puedes implementar para enfrentarlas de manera efectiva. Aprender a gestionar estas dinámicas no solo te ayudará a mejorar tu relación actual, sino también a desarrollar herramientas emocionales valiosas para tus interacciones futuras.

¿Listo para identificar las conductas pasivo-agresivas y trabajar en una solución? ¡Empecemos!

La pasivo-agresividad puede ser difícil de detectar en una relación de pareja, ya que no siempre se manifiesta de forma evidente. Aquí tienes una guía para identificar y abordar estas conductas:

Señales de comportamientos pasivo-agresivos en la pareja

  • Sarcasmo constante: Comentarios irónicos o burlones que parecen bromas, pero que contienen críticas encubiertas.

Ejemplo: Estás ilusionado/a con una cena especial que preparaste y tu pareja comenta:

«Ah, qué gourmet, seguro que esto es mejor que un restaurante… aunque quién sabe.»

El comentario parece un halago, pero tiene un tono irónico que te hace dudar.

  • Retrasos intencionados: Llegar tarde o evitar cumplir compromisos como una forma de expresar descontento.

Ejemplo: Quedas con tu pareja para salir a una cita a las 8:00 p.m., pero aparece a las 8:45 p.m. con la excusa:

«Bueno, seguro que no era tan importante.»

En realidad, está molesto/a porque no quería salir y, en lugar de decirlo, llega tarde.

  • Negación del enfado: Insistir en que «no pasa nada» cuando es evidente que algo molesta.

Ejemplo: Preguntas a tu pareja si está molesto/a por algo y responde fríamente:

«No, todo está bien, pero tú sabrás por qué te lo preguntas.»

Aunque afirma que no pasa nada, su tono o actitud indica lo contrario.

  • Resentimiento silencioso: Guardar rencor pero no hablar abiertamente del problema.

Ejemplo: Decides pasar tiempo con amigos, y cuando vuelves, tu pareja no te dirige la palabra.

Cuando preguntas qué ocurre, dice:

«Nada, me alegra que te lo pasaras bien.»

Pero su lenguaje corporal sugiere descontento.

  • Sabotaje encubierto: Realizar acciones que interfieren con los deseos o planes de la otra persona de forma sutil.

Ejemplo: Le pides ayuda para organizar una fiesta y se compromete, pero deliberadamente olvida realizar tareas importantes, como comprar la comida o enviar las invitaciones.

Al reclamarle, responde:

«Es que pensé que no era tan urgente.»

  • Retirada emocional: Evitar el contacto visual, responder con monosílabos o ignorar conversaciones importantes.

Ejemplo: Después de una discusión, intentas hablar para resolver el problema, pero tu pareja evita mirarte a los ojos, responde con monosílabos o se enfoca en su teléfono.

Es una manera de mostrar descontento sin enfrentarse directamente.

  • Críticas indirectas: Hacer comentarios despectivos de forma indirecta, como quejas generales sobre «algunas personas» que en realidad están dirigidas a la pareja.

Ejemplo: Comentas con entusiasmo que planeas cambiar de trabajo y tu pareja dice:

«Bueno, hay gente que siempre está soñando con cosas nuevas, pero nunca las termina.»

Aunque no menciona tu nombre, es evidente que el comentario está dirigido a ti.

Por qué ocurre la pasivo-agresividad

  • Dificultades para expresar emociones: Estas personas suelen haber crecido en entornos donde expresar enfado o desacuerdo no era seguro o permitido.
  • Miedo al conflicto: Temen confrontaciones directas, lo que los lleva a adoptar formas indirectas de manejar sus emociones.
  • Falta de habilidades comunicativas: No saben cómo expresar sus sentimientos de manera asertiva.

Cómo manejar esta situación

  1. Identifica el patrón: Tómate el tiempo para observar si estas conductas son recurrentes y cómo afectan la relación.
  2. Comunica tus observaciones: Habla con tu pareja desde un lugar de empatía, evitando acusaciones. Usa frases como:
    • «He notado que cuando hablamos de X, parece que te distancias. ¿Hay algo que te incomoda?»
  3. Fomenta la comunicación abierta: Anima a tu pareja a compartir sus emociones, pero evita forzarlo.
  4. Pon límites claros: Si ciertos comportamientos son dañinos, como el sarcasmo o los comentarios hirientes, expresa cómo te afectan y establece límites.
  5. Trabajen juntos en la asertividad: Si ambos lo consideran necesario, pueden explorar técnicas de comunicación asertiva en pareja.
  6. Consideren la terapia de pareja: Un terapeuta puede ayudar a identificar patrones destructivos y mejorar la comunicación entre ambos.

Cuándo buscar ayuda externa

Si las conductas pasivo-agresivas persisten y afectan la estabilidad de la relación, o si se intensifican con actitudes hostiles, la intervención profesional es crucial para evitar daños mayores en la dinámica de pareja.

 

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Sandra Ribeiro

Psicóloga General Sanitaria (M-34885)

Profesora del Dpto. de Psicología de la Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la UNED

Profesora del Máster en Psicología General Sanitaria de la Universidad Villanueva

Responsable de formación y supervisora de casos clínicos en el Servicio de Psicología Aplicada (SPA) de la UNED

 

 

Miedo a la Soledad: Las Consecuencias de Saltar de una Relación a Otra
Miedo a la Soledad: Las Consecuencias de Saltar de una Relación a Otra 800 800 Sandra Ribeiro

Miedo a la Soledad: Las Consecuencias de Saltar de una Relación a Otra

La soledad ha sido objeto de estudio durante décadas en el ámbito de la psicología, con expertos como John Bowlby, Donald Winnicott y Carl Jung, quienes han resaltado la importancia del desarrollo de un yo sólido e independiente. Estar solo no es sinónimo de vacío, sino una oportunidad para reconectar con uno mismo y fortalecer el crecimiento personal. La capacidad de disfrutar de la propia compañía puede llevar a una vida más plena, equilibrada y significativa.

La Soledad como Espacio de Crecimiento

La soledad, lejos de ser un castigo o una señal de fracaso, es un espacio fértil para el autodescubrimiento. Estar solo permite reflexionar sin interferencias, reconocer nuestras emociones y fortalecer nuestra autoestima. Donald Winnicott, por ejemplo, hablaba de la capacidad de estar solo como una señal de madurez emocional, lo que nos permite desarrollar una mayor autonomía afectiva y resiliencia.

Estar solo no implica aislamiento social ni desconexión del mundo, sino encontrar momentos de calma y silencio donde podamos atender nuestras necesidades internas. Cuando aprendemos a estar cómodos con nuestra soledad, dejamos de buscar validación constante en los demás, lo que nos permite establecer relaciones más sanas y equilibradas.

El Miedo a la Soledad y las Relaciones en Cadena

Muchas personas viven con un profundo temor a la soledad. Este miedo puede llevar a lo que los psicólogos describen como «relaciones en cadena»: la tendencia a enganchar una relación tras otra sin permitir espacios de pausa o reflexión. Detrás de esta conducta suele encontrarse un miedo subyacente al vacío emocional o al enfrentamiento con heridas no resueltas.

El miedo a la soledad o a estar sin pareja genera tanta angustia que afecta la vida cotidiana de quienes lo experimentan, llegando incluso a propiciar relaciones amorosas infelices. En muchos casos, la persona deja su relación anterior para iniciar inmediatamente una nueva o, incluso, no llega a dejarla. Este patrón se repite de forma continuada, configurando la manera en que la persona construye sus vínculos sentimentales.

Aquellas personas que encadenan relaciones no cuentan con un tiempo de duelo y de conexión consigo mismas que les permita cerrar la etapa anterior y sanar. Como resultado, enfrentan dificultades para sentir emociones como la tristeza, la soledad o el vacío, las cuales son necesarias para procesar lo ocurrido, aceptarlo y recomponerse antes de iniciar una nueva relación.

En algunos casos, la persona se “engancha” a los sentimientos y emociones propias de la primera fase del amor: el enamoramiento. Como señala el psicólogo Robert Sternberg con su teoría triangular del amor, el enamoramiento es solo una de las fases iniciales, pero no siempre conduce a relaciones duraderas. Una vez que esta fase pasa y comienzan a surgir emociones menos placenteras, además de iniciar los ajustes naturales entre ambos miembros de la pareja, algunas personas deciden abandonar la relación e iniciar otra para experimentar nuevamente esas sensaciones iniciales.

¿Eres de los que piensan que un clavo saca a otro clavo?

El famoso dicho «un clavo saca a otro clavo» suele aplicarse a las relaciones amorosas, pero ¿realmente funciona? Desde la psicología, se ha demostrado que esta estrategia no solo es ineficaz, sino que puede perpetuar patrones de dependencia emocional. Saltar de una relación a otra sin tiempo para sanar puede llevar a repetir los mismos errores, eligiendo parejas similares o cayendo en dinámicas poco saludables.

Las relaciones que nacen desde el dolor o el vacío personal rara vez aportan la estabilidad y plenitud que se busca. La sanación y el crecimiento personal requieren de pausas y espacios de reflexión. Tomarse el tiempo para procesar una ruptura no es un signo de debilidad, sino una forma de honrar nuestras emociones y construir bases más sólidas para futuras relaciones.

Romper el Ciclo: Aprender a Estar Solo

Romper este ciclo de dependencia emocional requiere aprender a abrazar la soledad. Los psicólogos recomiendan diversas estrategias para lograrlo:

  1. Cultivar la Autoexploración: Dedicar tiempo a conocer nuestros gustos, intereses y deseos personales. La introspección nos ayuda a desarrollar una identidad más sólida.
  2. Establecer Límites Saludables: Aprender a decir «no» a relaciones que no aportan bienestar y a priorizar nuestro crecimiento personal.
  3. Practicar el Autocuidado: Desarrollar hábitos que fomenten el bienestar emocional, físico y mental.
  4. Buscar Apoyo Terapéutico: Acompañar el proceso de autodescubrimiento con la ayuda de un profesional puede ser clave para romper patrones y sanar heridas emocionales. La terapia de apego, por ejemplo, trabaja directamente con los miedos al abandono y la soledad.

La Soledad Como Camino Hacia Relaciones Más Plenas

Lejos de ser una experiencia negativa, la soledad puede convertirse en una aliada poderosa. Aceptarla y abrazarla permite construir relaciones desde la libertad, no desde la necesidad. Al aprender a convivir con nosotros mismos, estamos sentando las bases para una vida más auténtica, consciente y enriquecedora, tal como lo sugieren muchos psicólogos en sus investigaciones y trabajos clínicos.

 

 

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Psicóloga General Sanitaria (M-34885)

Profesora del Dpto. de Psicología de la Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la UNED

Profesora del Máster en Psicología General Sanitaria de la Universidad Villanueva

Responsable de formación y supervisora de casos clínicos en el Servicio de Psicología Aplicada (SPA) de la UNED

 

 

Entendiendo la Diferencia entre Narcisismo Natural y Narcisismo Patológico
Entendiendo la Diferencia entre Narcisismo Natural y Narcisismo Patológico 800 800 Sandra Ribeiro

Entendiendo la Diferencia entre Narcisismo Natural y Narcisismo Patológico

El término «narcisismo» suele evocar imágenes de personas egocéntricas, preocupadas únicamente por sí mismas. Sin embargo, existe una faceta del narcisismo que es inherente a la condición humana y que juega un papel esencial en la supervivencia y en la construcción de vínculos. El narcisismo natural nos impulsa a proteger lo que amamos, a cuidar de nosotros mismos y a mantener relaciones significativas. Es parte del equilibrio entre el amor propio y el cuidado hacia los demás.

No obstante, cuando este narcisismo se desequilibra y se convierte en el centro de nuestras acciones, puede transformarse en narcisismo patológico, una dinámica que distorsiona las relaciones y convierte a los demás en instrumentos para satisfacer nuestras necesidades. Comprender esta diferencia es clave para mantener relaciones saludables y conscientes.

Narcisismo Natural: Un motor para el vínculo

El narcisismo natural se manifiesta en acciones cotidianas. Por ejemplo, cuidar a nuestros hijos no solo responde a su bienestar, sino también a nuestra necesidad de verlos bien y sentirnos satisfechos como padres. Llorar por la pérdida de un ser querido refleja el amor que sentíamos por esa persona, pero también la tristeza por no poder compartir más momentos juntos. Estas respuestas, aunque involucran nuestros sentimientos, no son patológicas, sino humanas.

Este tipo de narcisismo nos ayuda a mantener relaciones significativas, pues implica una reciprocidad emocional. Queremos que las personas que amamos estén bien porque eso también nos brinda paz y satisfacción. Es una simbiosis natural en la que ambas partes se benefician.

Cuando el narcisismo se vuelve patológico

El problema surge cuando esta necesidad de bienestar propio predomina sobre las necesidades y el bienestar de los demás. Un ejemplo claro ocurre en la crianza: si un padre cuida a su hijo no por su desarrollo, sino para evitar sentirse ansioso o garantizar que el hijo lo cuide en el futuro, el amor se convierte en un medio para obtener algo. Aquí, la figura del hijo deja de ser vista como un individuo con sus propias necesidades y pasa a ser una herramienta para satisfacer carencias emocionales.

Un ejemplo similar puede observarse en las relaciones de pareja. Imaginemos que una pareja planea un viaje romántico y, poco antes de partir, una de las partes expresa que no se encuentra bien de salud. En una relación equilibrada, la pareja se preocuparía por el bienestar del otro, poniendo el viaje en segundo plano. Sin embargo, en una dinámica marcada por el narcisismo patológico, la respuesta podría ser: «¿Por qué te sientes así justo ahora, sabiendo que teníamos este viaje programado?». En este caso, el deseo personal prevalece sobre la empatía y el cuidado hacia el otro.

Narcisismo Abierto vs. Narcisismo Encubierto

Es importante distinguir entre dos formas de narcisismo patológico: el narcisismo grandioso y el narcisismo encubierto.

  • Narcisismo Abierto o Grandioso: Se caracteriza por una actitud dominante y despectiva hacia los demás. La persona narcisista grandiosa humilla, menosprecia y deja claro que él o ella es el único que importa. Los demás son vistos como instrumentos para servirle, y sus logros o necesidades se desprecian o ignoran.
    • Ejemplo cotidiano: Una pareja queda para ver una película y, al momento de elegir, uno de ellos menosprecia la elección del otro diciendo: «Esa película es aburrida, la que yo elijo es mucho mejor». Aquí, el objetivo es imponer su criterio desvalorizando el del otro.
  • Narcisismo Encubierto: Este tipo de narcisismo se disfraza de victimización o fragilidad. En lugar de exhibir superioridad de manera explícita, el narcisista encubierto manipula a través de la culpa, la enfermedad o el sufrimiento. Puede hacerse la víctima, exigiendo atención constante y generando dependencia emocional en su entorno.
    • Ejemplo cotidiano: Ante la misma situación de la película, la respuesta de la persona con narcisismo encubierto sería: «No pasa nada, nunca acierto con las películas. Tú siempre eliges mejor que yo». A través de esta autocrítica velada, busca que se elija lo que quiere sin imponerlo directamente, generando culpa en el otro.

Ambos tipos de narcisismo distorsionan las relaciones y convierten a los demás en meros recursos para satisfacer necesidades propias, aunque se manifiestan de formas diferentes.

Reconocer los signos del Narcisismo Patológico

Identificar cuándo el narcisismo comienza a distorsionar nuestras relaciones es fundamental. Algunas señales incluyen:

  • Priorizar constantemente las propias necesidades sin considerar las de los demás.
  • Manipular o culpar a otros cuando las cosas no salen como se esperaba.
  • Sentir que las personas cercanas deben cumplir ciertos roles para mantener el equilibrio emocional propio.
  • Falta de empatía ante las dificultades de los demás.
  • Actuar desde una posición de superioridad (narcisismo grandioso) o victimización (narcisismo encubierto).

Cultivar Relaciones Saludables

Reconocer que el narcisismo natural es parte de nuestra vida puede ayudarnos a ser más comprensivos con nosotros mismos y con los demás. Sin embargo, es importante equilibrar este amor propio con una verdadera empatía y consideración por las necesidades ajenas.

Para mantener relaciones saludables:

  • Practica la escucha activa y valida las emociones de los demás.
  • Reflexiona sobre tus motivaciones: ¿estás actuando desde el amor y el cuidado genuino o desde una necesidad personal no resuelta?
  • Fomenta la reciprocidad, permitiendo que tanto tú como los demás puedan expresar y satisfacer sus necesidades.

El narcisismo en pequeñas dosis es parte del tejido que une nuestras relaciones. El desafío está en evitar que este se convierta en el único hilo conductor de nuestras interacciones.

 

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Cómo salir de la Codependencia Emocional con tu Madre
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Cómo salir de la Codependencia Emocional con tu Madre

La relación madre-hijo/hija es una de las más profundas y significativas en la vida de una persona. Sin embargo, en algunas familias, esta relación puede tornarse codependiente, creando una dinámica en la que el hijo o hija asume la responsabilidad emocional de hacer feliz a su madre. Esta codependencia se convierte en una trampa silenciosa que limita el crecimiento personal, la autonomía y afecta otras áreas de la vida. En este artículo, exploraremos cómo reconocer esta dinámica y los pasos para liberarse de ella, sin romper el vínculo afectivo con la madre.

Origen de la Codependencia Emocional con tu Madre

La codependencia no surge de la nada. Muchas veces, las madres que desarrollan este tipo de vínculo con sus hijos han experimentado vacíos emocionales, abandonos o relaciones insatisfactorias en su propia vida. Para llenar esos vacíos, colocan a sus hijos en el centro de su mundo, convirtiéndose en su fuente principal de afecto, validación y sentido de identidad.

Desde la infancia, el hijo o hija percibe que su bienestar está intrínsecamente ligado al estado emocional de su madre. Este rol de «cuidador emocional» puede empezar de manera sutil, pero con el tiempo se convierte en una carga que limita su desarrollo personal.

Señales de Codependencia

Reconocer las señales de codependencia es el primer paso para salir de ella. Algunas manifestaciones comunes incluyen:

  • Dificultad para poner límites: Temor a decepcionar o a ser rechazado por la madre si no se cumplen sus expectativas.
  • Sentimiento de culpa al priorizarse: La sensación de estar traicionando a la madre al atender necesidades propias.
  • Búsqueda constante de aprobación: La felicidad de la madre se convierte en la medida del éxito personal.
  • Relaciones personales conflictivas: Dificultad para mantener relaciones de pareja o amistades profundas por miedo a que la madre se sienta desplazada.

El Impacto en la Vida Adulta

La codependencia no se detiene en la infancia o adolescencia; sigue afectando la vida adulta. Los hijos que han crecido en esta dinámica pueden experimentar:

  • Problemas de autonomía emocional: Dificultad para tomar decisiones sin consultar o considerar a la madre.
  • Ansiedad y baja autoestima: Sensación de no ser suficiente por sí mismos.
  • Patrones repetitivos: Buscar relaciones de pareja o laborales donde se repita el rol de «cuidador» o «salvador».
  • Relaciones de pareja desequilibradas: Puede haber miedo a comprometerse profundamente o dificultad para confiar en la pareja. A menudo, el hijo o hija siente que debe priorizar a la madre sobre la pareja, generando conflictos.
  • Miedo a la independencia: La sensación de que la independencia emocional o física se percibe como abandono.
  • Dificultad para expresar necesidades: En la adultez, el hijo o hija puede minimizar sus propias necesidades para no incomodar o preocupar a los demás, repitiendo el patrón aprendido.
  • Síntomas físicos y emocionales: Dolores crónicos, fatiga, insomnio y otros problemas psicosomáticos asociados con la ansiedad y el estrés.

La Madre Codependiente como Suegra

La codependencia con la madre puede extenderse a las relaciones que los hijos construyen en su vida adulta, afectando de manera significativa la relación de pareja. Cuando una madre codependiente se convierte en suegra, pueden surgir las siguientes dinámicas:

  • Interferencias constantes: La madre puede intentar participar activamente en la vida de la pareja, generando tensiones y disputas.
  • Celos y competencia: La madre puede percibir a la pareja de su hijo/hija como una amenaza, creando rivalidades sutiles o abiertas.
  • Dependencia emocional en el hijo/hija: La madre puede recurrir al hijo/hija en busca de apoyo emocional constante, lo que afecta la intimidad y el desarrollo de la relación de pareja.
  • Desgaste en la relación de pareja: El hijo o hija puede sentirse dividido, intentando satisfacer las demandas de su madre y de su pareja, lo que genera conflictos y distanciamiento.

Ejemplos:

  •   Una madre codependiente puede aparecer sin previo aviso en la casa de la pareja, alegando «querer pasar tiempo» pero invadiendo la privacidad.
  •  Puede hacer comentarios sutiles que descalifican las decisiones de la pareja, como «No creo que esa sea la mejor manera de educar a los niños, pero tú sabrás».
  •   Si la pareja planea un viaje, la madre puede insinuar sentirse sola o abandonada para disuadirlos de ir.

 

El Camino hacia la Libertad Emocional

Salir de esta dinámica es posible, pero requiere valentía y trabajo personal. Algunos pasos clave son:

  • Reconocimiento: Aceptar que existe una dinámica de codependencia es esencial para iniciar el cambio.
  • Establecer límites saludables: Aprender a decir «no» y definir espacios personales sin sentir culpa.
  • Individuación: Redescubrir intereses, deseos y metas propias que no estén ligados a la validación materna ni a la presencia de la madre.
  • Buscar apoyo profesional: La terapia es una herramienta poderosa para comprender y transformar estas dinámicas.
  • Construir redes de apoyo: Fomentar relaciones fuera del núcleo familiar ayuda a reforzar la identidad personal.

La Culpa: El Obstáculo más Grande

Uno de los mayores retos al intentar salir de la codependencia con una madre es la culpa. Es importante recordar que establecer límites no implica dejar de amar a tu madre. Amar también significa permitir que cada uno tenga su propio espacio para crecer y desarrollarse.

La culpa es una señal de que se está rompiendo un patrón. A medida que se fortalecen los límites, esta sensación disminuye y es reemplazada por una mayor sensación de libertad y equilibrio.

Reconfiguración del Vínculo

No es necesario cortar la relación con tu madre para superar la codependencia. El objetivo es reconfigurar el vínculo desde un lugar de autonomía y amor saludable. Esto implica:

  • Aceptar que tu madre tiene su propio camino emocional.
  • Permitir que otras personas entren en tu vida y en la suya.
  • Fomentar la independencia emocional mutua.

Salir de la codependencia emocional con una madre es un proceso que requiere tiempo, pero es una inversión en el bienestar personal y en la construcción de relaciones más sanas y equilibradas. A través del reconocimiento, el establecimiento de límites y el apoyo profesional, es posible romper las cadenas invisibles y vivir una vida plena y auténtica.

 

 

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¿Por qué nos da miedo ir al psicólogo?
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¿Por qué nos da miedo ir al psicólogo?

Ir al psicólogo sigue siendo, para muchas personas, un paso que genera miedo o incomodidad. Aunque cada vez hay más conciencia sobre la importancia de cuidar nuestra salud mental, todavía persisten ciertos prejuicios y temores que dificultan dar el primer paso hacia la terapia. En este artículo quiero acompañarte a comprender esos miedos y ayudarte a disiparlos.

1. ¿Tengo que tener un trastorno mental para ir al psicólogo?

No, no es necesario tener un trastorno mental diagnosticado para acudir al psicólogo. La terapia es una herramienta útil para cualquier persona que quiera conocerse mejor, gestionar sus emociones, afrontar cambios importantes o simplemente mejorar su bienestar.

A veces, acudir a terapia es una forma de prevenir dificultades mayores, aprender nuevas estrategias de afrontamiento o trabajar en el crecimiento personal. No tienes que esperar a que las cosas se vuelvan insostenibles para pedir ayuda.

La psicología no solo trata trastornos, también acompaña procesos de vida, ayuda a resolver conflictos internos y fortalece habilidades emocionales. Cuidar de tu salud mental es igual de importante que cuidar de tu salud física.

2. Miedo a ser juzgados

Uno de los temores más comunes es el miedo a ser juzgados por el psicólogo. ¿Y si piensa que lo que me pasa es absurdo o insignificante?

Es importante que sepas que los psicólogos estamos entrenados para escuchar sin juzgar. No importa cuán pequeño o grande te parezca tu problema, tu experiencia es válida y merece ser escuchada. La terapia es un espacio seguro donde puedes expresar tus pensamientos y emociones libremente, sin temor a la crítica.

3. Miedo a sentirse vulnerable

Hablar sobre nuestras emociones puede hacernos sentir expuestos y vulnerables. Es normal sentir cierto recelo al abrirnos con alguien que no conocemos.

Quiero que sepas que en terapia no tienes que contar nada que no quieras o para lo que no estés preparado. El proceso va a tu ritmo, no al del psicólogo. Nos adaptamos a ti y respetamos tus tiempos. Si hay algo que prefieres no abordar en un momento dado, siempre será respetado.

4. Desconocimiento del proceso

Otro factor que genera miedo es no saber cómo se desarrolla una terapia. ¿Qué voy a tener que decir? ¿Será como en las películas?

La terapia es una conversación guiada, un espacio de reflexión y aprendizaje sobre uno mismo. Al principio, nos centramos en conocer tu historia, tus objetivos y aquello que te preocupa. A partir de ahí, trabajamos juntos para encontrar herramientas y formas de abordar las dificultades.

5. Miedo a que se sepa lo que contamos

La privacidad es otro aspecto que genera preocupación. Muchas personas temen que lo que compartan en sesión pueda ser revelado a otros.

Debes saber que los psicólogos estamos sujetos a un estricto secreto profesional. Todo lo que nos cuentes permanece confidencial. La única excepción a esta regla es si existe un riesgo grave para tu seguridad o la de otra persona, pero incluso en esos casos se te informará y se buscará la mejor manera de actuar.

6. Miedo a que la terapia no funcione

El temor a invertir tiempo y energía en terapia y no ver resultados también es común.

La terapia es un proceso, y como cualquier proceso, requiere tiempo y compromiso. Los avances no siempre son inmediatos, pero con paciencia y constancia, es posible lograr cambios significativos. Recuerda que cada pequeño paso cuenta.

7. La terapia como acto de valentía y cuidado

Pedir ayuda no es una señal de debilidad, sino de valentía. Ir a terapia es una forma de cuidarte, de darte el espacio que necesitas para crecer y sentirte mejor contigo mismo.

Si estás considerando acudir a terapia, pero el miedo te frena, te invito a reflexionar sobre estos puntos y a darte la oportunidad de probar. El primer paso es, muchas veces, el más difícil, pero también el más importante.

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Heridas emocionales que causan relaciones desequilibradas 800 800 Sandra Ribeiro

Heridas emocionales que causan relaciones desequilibradas

La necesidad de mantener vínculos y relaciones que no son recíprocas o desequlibradas suele reflejar una herida emocional que, en muchos casos, tiene sus raíces en experiencias tempranas de vida. Esta dinámica se alimenta de una búsqueda inconsciente de validación, afecto o seguridad que, por alguna razón, no se obtuvo en la medida adecuada durante etapas cruciales del desarrollo emocional.

El origen de la herida emocional

  • Carencias afectivas en la infancia: Cuando un niño crece en un entorno donde el amor está condicionado o es inconsistente, aprende que debe esforzarse para ser querido. Esto puede crear la creencia de que su valor depende de lo que hace por los demás, no de lo que es.
  • Relaciones desequilibradas con figuras de autoridad: En familias donde los roles se invierten (el niño se convierte en cuidador emocional de los padres) o se privilegian las necesidades de los adultos, el niño internaliza que sus propias necesidades son menos importantes.
  • Rechazo o abandono: Experiencias de rechazo, abandono o pérdida temprana pueden generar un miedo profundo a ser dejado de lado, lo que lleva a aferrarse a relaciones, incluso cuando no son saludables.

La expresión de la herida emocional

Esa entrega desmedida, el poner las necesidades de los demás por encima de las propias y la autoexigencia por mantener vínculos que no son recíprocos, suelen ser reflejo de heridas emocionales profundas.

Esto puede venir de patrones de crianza donde el valor propio dependía de complacer a otros o de evitar conflictos, lo que lleva a desconectarse de uno mismo. También puede estar relacionado con una necesidad de validación externa para llenar vacíos internos, mientras se deja de lado el autocuidado y el respeto hacia las propias emociones.

El momento de claridad surge al entender que no podemos controlar cómo nos tratan los demás, pero sí cómo nos tratamos a nosotros mismos. Reconocer que la raíz de ese dolor muchas veces está en la falta de amor propio es un paso esencial hacia la sanación. Aprender a poner límites, priorizar el propio bienestar y redefinir la manera en que se busca conexión emocional son procesos que pueden cambiar profundamente esta dinámica.

Patrones de crianza que pueden desencadenar en heridas emocionales

Los patrones de crianza donde el valor propio dependía de complacer a otros o de evitar conflictos suelen surgir en familias donde el amor y la aceptación están condicionados a ciertas conductas. Por ejemplo, en un hogar donde se refuerza la obediencia absoluta, la adaptación a las expectativas familiares o el sacrificio personal para mantener la armonía, los niños aprenden que su valor está ligado a satisfacer las necesidades emocionales de los demás, incluso a costa de las propias.

En este contexto, frases como «Sé buena chica», «No hagas enojar a papá/mamá», o «No seas egoísta» enseñan a los niños que sus emociones y deseos son secundarios. En lugar de aprender a identificar y expresar lo que sienten, desarrollan un rol complaciente o mediador. Este rol puede protegerlos en el ambiente familiar, pero con el tiempo, se convierte en un esquema de comportamiento que, además de acompañarlos en la vida adulta, puede llevar a la desconexión de uno mismo.

Lo que lleva a desconectarse de uno mismo


Esta desconexión se da porque la persona, en su afán de complacer o evitar conflictos, prioriza constantemente los deseos, emociones y necesidades de los demás, mientras ignora o minimiza las suyas propias. Con el tiempo, esto puede generar una incapacidad para identificar lo que realmente quiere o necesita.

Algunas señales de esta desconexión incluyen:

  • Dificultad para tomar decisiones sin consultar a otros.
  • Sensación de vacío o falta de propósito.
  • Estrés constante al tratar de anticipar las necesidades de los demás.
  • Culpa al priorizarse a sí misma o decir «no».

Es como si hubiera una ruptura interna donde la persona ha aprendido a sobrevivir, dejando de lado partes esenciales de su ser, como sus emociones auténticas, sus sueños o sus límites. Esto puede llevar a relaciones desequilibradas y a una autoimagen basada únicamente en lo que hace por los demás.

Caminos hacia la reconexión


Sanar y romper con estos patrones requiere un proceso de autoconocimiento y de aprendizaje emocional:

  • Identificar las creencias limitantes: Reconocer mensajes internalizados como «Solo valgo si soy útil» o «Debo evitar problemas a toda costa».
  • Validar las propias emociones: Aprender a escuchar lo que se siente sin juzgarlo o reprimirlo.
  • Practicar poner límites: Empezar con pequeñas acciones para decir «no» o expresar desacuerdos.
  • Cultivar el amor propio: Trabajar en actividades y espacios que reconecten con los propios deseos, como la terapia, la escritura reflexiva o actividades creativas.

En este camino, es fundamental entender que cuidar de uno mismo no es egoísmo, sino un acto de respeto y amor hacia la persona que también somos.

El camino hacia la sanación

La sanación de estas heridas comienza por identificar su origen y transformar las creencias que las sostienen. Algunas estrategias incluyen:

  1. Reconocer la falta de reciprocidad: Aceptar que no todas las relaciones tienen que mantenerse a toda costa.
  2. Trabajar en el amor propio: Fortalecer la relación consigo mismo para no depender del reconocimiento externo.
  3. Aprender a establecer límites: Decir «no» a relaciones o dinámicas que no son saludables.
  4. Revaluar el concepto de vínculo: Entender que un lazo sano se construye en equilibrio, con respeto mutuo y reciprocidad.

La clave está en comprender que mantener relaciones unilaterales no llena el vacío emocional, sino que lo amplifica. Es a través de la conexión con uno mismo y el trabajo interno que se pueden construir vínculos más sanos y satisfactorios.

Estrategias para ayudar a abordar y sanar la herida emocional que lleva a mantener vínculos no recíprocos

1. Reconocer la dinámica y su impacto

  • Practicar la autoobservación: Reflexiona sobre tus relaciones. ¿Qué sientes al dar más de lo que recibes? ¿Qué intentas evitar o ganar al hacerlo?
  • Identificar patrones: Pregúntate si esta dinámica se repite en diferentes vínculos (amistad, pareja, familia) y qué emociones surgen al pensarlo.
  • Escribir un diario emocional: Llevar un registro de interacciones en las que te sientas poco valorado/a puede ayudarte a identificar patrones y gatillos emocionales.

2. Reconstruir el amor propio

  • Realizar afirmaciones positivas: Escribe y repite frases como «Soy digno/a de amor sin necesidad de probarlo» o «Mis necesidades son importantes».
  • Reconocer tus logros: Haz una lista de cualidades, logros y momentos en los que te sientas orgulloso/a de ti mismo/a.
  • Dedicar tiempo a ti mismo/a: Encuentra actividades que disfrutes y hazlas solo/a para reconectar contigo mismo/a.

3. Establecer límites saludables

  • Practicar el «no»: Empieza a decir «no» en pequeñas situaciones. Por ejemplo, rechazar una invitación que no te apetezca aceptar sin sentirte culpable.
  • Definir tus límites personales: Reflexiona sobre qué conductas estás dispuesto/a a aceptar y cuáles no. Comunícalos con firmeza pero sin agresividad.
  • Tolerar el malestar inicial: Al poner límites, puede surgir incomodidad o miedo al rechazo. Reconoce esta sensación como parte del proceso de cambio.

4. Reenfocar las expectativas sobre los demás

  • Practicar la aceptación radical: Reconoce que no puedes cambiar a los demás ni controlar su nivel de reciprocidad. Acepta las relaciones tal como son y decide si deseas mantenerlas.
  • Distinguir entre querer y necesitar: Pregúntate si estás buscando en la otra persona algo que solo puedes darte tú mismo/a, como validación o seguridad.
  • Evaluar tus relaciones: Haz un balance de las personas en tu vida. ¿Cuáles aportan reciprocidad y cuáles drenan tu energía?

5. Sanar la herida de origen

  • Explorar el pasado: Reflexiona sobre tus experiencias tempranas de amor, rechazo y validación. ¿Qué creencias se formaron a partir de esas vivencias?
  • Reparentarte: Imagina qué necesitaría ese niño/a interior que buscaba aceptación. Habla contigo mismo/a con compasión, como lo harías con un niño/a vulnerable o como lo harías con tu hijo/a.
  • Trabajar con un/a psicólogo/a especializado/a: Un/a profesional especializado/a puede ayudarte a identificar y procesar las heridas emocionales de una manera segura y guiada.

6. Practicar la reciprocidad consciente

  • Dar y recibir en equilibrio: Haz un esfuerzo consciente para equilibrar lo que ofreces y lo que recibes en cada relación.
  • Hacer un «test de reciprocidad»: Cuando identifiques una relación que crees que das mucho y recibes muy poco, evalúa si esa relación merece tu energía.
  • Rodearte de personas recíprocas: Busca construir vínculos con personas que valoren el intercambio mutuo y respeten tus límites.

7. Fomentar relaciones sanas

  • Comunicar tus necesidades: Expresa lo que sientes y esperas de la relación. Esto abre la puerta a una conexión más auténtica.
  • Valorar relaciones equilibradas: Aprende a apreciar relaciones en las que hay apoyo y respeto mutuo, incluso si al principio no parecen «emocionantes».
  • Soltar relaciones no saludables: Acepta que no todas las conexiones son para siempre y que, a veces, alejarse es un acto de amor propio.

Ejemplo práctico para iniciar el cambio

  • Paso 1: Identifica una relación en la que sientas que das más de lo que recibes.
  • Paso 2: Define un límite claro y comunícalo, por ejemplo: «Hoy no puedo ayudarte con esto, tengo otros compromisos».
  • Paso 3: Observa la reacción de la otra persona y reflexiona sobre cómo te sientes al priorizarte.

Estas estrategias requieren paciencia y consistencia, ya que romper patrones arraigados puede ser desafiante. Sin embargo, cada pequeño paso hacia relaciones más equilibradas te acerca a una vida emocional más plena y saludable. Si crees que no puedes realizar este cambio solo/a, te podemos ayudar y acompañar en este camino hacia la identificación y sanación de tu herida emocional.

 

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Sandra Ribeiro

Psicóloga General Sanitaria (M-34885)

Profesora del Dpto. de Psicología de la Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la UNED

Profesora del Máster en Psicología General Sanitaria de la Universidad Villanueva

Responsable de formación y supervisora de casos clínicos en el Servicio de Psicología Aplicada (SPA) de la UNED

 

 

 

Entre la inseguridad y el control: Celos obsesivos en la relación de pareja 800 800 Sandra Ribeiro

Entre la inseguridad y el control: Celos obsesivos en la relación de pareja

Los celos obsesivos son una manifestación extrema del miedo a la infidelidad, que a menudo está arraigada en la inseguridad personal, la baja autoestima y las experiencias previas de traición o abandono. Este tipo de celos no solo afecta a la persona que los experimenta, sino también a la relación en la que se manifiestan, generando un ambiente de tensión y control que puede llegar a ser insostenible.

Características principales de los celos obsesivos

  1. Pensamientos intrusivos: La persona afectada tiene ideas recurrentes y angustiosas sobre la posibilidad de que su pareja sea infiel, sin que exista evidencia real de ello.
  2. Conductas de vigilancia: Puede buscar constantemente pruebas de una infidelidad (revisar el móvil, redes sociales, correos electrónicos o seguir a la pareja).
  3. Control excesivo: Intentan controlar los movimientos, interacciones y actividades de la pareja para prevenir situaciones que perciben como «amenazantes».
  4. Reacciones emocionales intensas: Estas incluyen ansiedad, ira, tristeza profunda y, en casos graves, episodios de agresividad.
  5. Impacto en la autoestima: La persona puede sentirse insuficiente, reemplazable o insegura, alimentando un ciclo de dependencia emocional y temor al abandono.

Causas posibles

  • Inseguridades personales: La baja autoestima y el miedo a no ser suficiente para la pareja son factores frecuentes.
  • Experiencias pasadas: Haber vivido una infidelidad o el abandono en relaciones anteriores puede predisponer a los celos obsesivos.
  • Trauma infantil: El apego inseguro o experiencias tempranas de rechazo pueden fomentar este miedo crónico.
  • Distorsiones cognitivas: Ideas irracionales como «si me ama, no necesita hablar con otras personas» refuerzan las conductas celosas.
  • Problemas de salud mental subyacentes: Trastornos como el TOC, la ansiedad generalizada o el trastorno límite de la personalidad pueden estar asociados.

Consecuencias en la relación

  • Deterioro de la confianza: Las conductas de vigilancia y control pueden generar un ambiente de desconfianza mutua.
  • Conflictos recurrentes: Los celos suelen desencadenar discusiones constantes que desgastan la relación.
  • Aislamiento: La pareja puede verse limitada en su vida social debido a las restricciones impuestas por la persona celosa.
  • Ruptura: Si no se gestionan adecuadamente, los celos obsesivos pueden llevar al fin de la relación.

Enfoques terapéuticos

  1. Terapia individual:
    • Identificar y desafiar las distorsiones cognitivas que alimentan los celos.
    • Trabajar en la autoestima y las habilidades de manejo emocional.
    • Explorar experiencias pasadas que puedan estar influyendo.
  2. Terapia de pareja:
    • Fomentar la comunicación abierta y honesta entre los miembros de la pareja.
    • Establecer límites claros y saludables para reducir el control excesivo.
  3. Psicoeducación:
    • Ayudar a la persona a entender el origen y el impacto de sus celos en su vida y en la relación.
  4. Técnicas de regulación emocional:
    • Mindfulness, respiración profunda y otras estrategias para manejar la ansiedad y la impulsividad.

Este problema, aunque desafiante, puede abordarse eficazmente con ayuda profesional. 

La Herida del Abandono y su Influencia en los celos obsesivos

La herida del abandono tiene un impacto significativo en el desarrollo de los celos obsesivos y el miedo a la infidelidad, ya que ambas condiciones suelen estar vinculadas a una inseguridad profunda y un temor crónico a perder a la pareja. Esta herida emocional, generalmente originada en la infancia, crea patrones de apego y comportamientos que afectan las relaciones adultas de manera intensa.

¿Qué es la herida del abandono?

La herida del abandono surge cuando una persona experimenta, de forma real o percibida, una desconexión emocional o física significativa en su infancia. Esto puede deberse a la ausencia de figuras parentales, rechazo, negligencia o incluso separación temprana de un cuidador. Las personas con esta herida suelen desarrollar un miedo profundo al rechazo, a la soledad y a no ser suficientes para mantener el afecto de los demás.

Cómo la herida del abandono alimenta los celos obsesivos

  1. Inseguridad en la relación:
    • Las personas con esta herida tienden a sentir que no son «suficientes» para su pareja, lo que las lleva a proyectar este miedo en forma de celos.
    • Cualquier señal de independencia por parte de la pareja (salidas con amigos, momentos a solas) puede interpretarse como un presagio de abandono.
  2. Hipervigilancia emocional:
    • Como mecanismo de defensa, desarrollan una tendencia a buscar señales de posible traición o alejamiento.
    • Esta hipervigilancia intensifica los pensamientos intrusivos y alimenta la obsesión por controlar.
  3. Miedo al abandono:
    • El temor a revivir el dolor de la herida original puede desencadenar una respuesta desproporcionada ante situaciones cotidianas (como una llamada no contestada o un cambio en el comportamiento de la pareja).
    • Este miedo hace que las personas perciban amenazas donde no las hay.
  4. Dependencia emocional:
    • Suelen desarrollar una necesidad extrema de seguridad y validación constante por parte de la pareja, generando dinámicas de dependencia emocional que refuerzan los celos.
  5. Distorsiones cognitivas:
    • Ideas irracionales como «si me deja, es porque no valgo lo suficiente» o «si realmente me ama, no debería hablar con otras personas» se vuelven habituales.

Impacto en las relaciones

  • Sobrecarga emocional de la pareja: Las demandas constantes de atención y validación pueden agotar a la pareja y generar conflictos.
  • Círculo de inseguridad: La pareja puede reaccionar con frustración o buscar distanciarse, lo que refuerza el temor original al abandono.
  • Aislamiento y pérdida de confianza: Los celos obsesivos y el control excesivo pueden llevar al aislamiento social de ambos y erosionar la confianza mutua.

Cómo abordar esta influencia en terapia

  1. Sanar la herida del abandono:
    • Trabajar en las emociones de tristeza, rechazo y vacío asociadas con las experiencias pasadas.
    • Reestructurar creencias limitantes como «nadie se quedará a mi lado» o «siempre me dejarán».
  2. Fomentar la seguridad emocional:
    • Enseñar estrategias para autorregular el miedo al abandono, como técnicas de mindfulness o journaling emocional.
    • Construir una relación más segura consigo mismo, fortaleciendo la autoestima.
  3. Desarrollar patrones de apego seguro:
    • Identificar y reemplazar los comportamientos de apego ansioso con estrategias más equilibradas.
    • Promover una comunicación abierta y honesta con la pareja para establecer confianza y límites saludables.
  4. Intervenciones cognitivas:
    • Desafiar las distorsiones cognitivas que alimentan los celos y el miedo a la infidelidad.
    • Cambiar la interpretación de situaciones ambiguas para reducir la hipervigilancia.
  5. Terapia de pareja:
    • Involucrar a la pareja para trabajar en la construcción de un espacio de confianza y colaboración mutua.

Sanar la herida del abandono es un proceso que requiere tiempo y compromiso, pero es fundamental para liberar a la persona del miedo que perpetúa los celos obsesivos y el temor constante a la infidelidad.

 

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Psicóloga General Sanitaria (M-34885)

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Ruptura de Pareja por Infidelidad: Cómo gestionar el duelo y reconstruir tu autoestima 800 800 Sandra Ribeiro

Ruptura de Pareja por Infidelidad: Cómo gestionar el duelo y reconstruir tu autoestima

La ruptura de pareja por infidelidad suele ser una de las experiencias más dolorosas en una relación, ya que puede quebrantar la confianza, la autoestima y la percepción de seguridad emocional. Es un proceso complejo que no solo implica el duelo por la relación, sino también la necesidad de gestionar el impacto psicológico que la traición genera.

Impacto emocional de la infidelidad en la ruptura de pareja

La infidelidad añade un nivel de complejidad emocional, pues puede generar sentimientos de traición, inseguridad y baja autoestima.

  1. Dolor profundo: La infidelidad suele experimentarse como una herida emocional intensa, derivada del sentimiento de traición.
  2. Rabia: La sensación de injusticia o deslealtad puede generar enojo hacia la pareja y, a veces, hacia la tercera persona involucrada.
  3. Culpa y vergüenza: Algunas personas cuestionan su propio valor o se culpan por no haber «visto venir» la infidelidad.
  4. Inseguridad: La autoestima puede verse afectada, con pensamientos de insuficiencia o comparación con la otra persona.
  5. Confusión: Intentar entender cómo y por qué ocurrió la infidelidad puede llevar a un estado de rumiación constante.
  6. Ansiedad y desconfianza: Puede surgir el miedo a que algo similar vuelva a ocurrir en futuras relaciones.

Manejo de la confianza tras la ruptura

La infidelidad deja una huella profunda en la confianza. Si bien la confianza en los demás se ve afectada, la confianza en uno mismo es un verdadero reto tras una infidelidad. Recuperarla es un proceso que implica:

  1.       Reconstrucción de la confianza en uno mismo

            Identificar y desafiar creencias dañinas: La infidelidad no define tu valor ni tu capacidad para construir relaciones sanas.

            Reconocer el papel de las decisiones ajenas: La traición fue una elección de la otra persona, no un reflejo de tus insuficiencias.

            Fortalecer la autocompasión: Hablarte con amabilidad y reconocer tus logros te ayudará a recuperar la seguridad personal.

  1.       Recuperar la confianza en los demás

            Aceptar el tiempo necesario: La desconfianza inicial en futuras relaciones es natural; trabajarla de manera progresiva es clave.

            Establecer límites claros: Comunicar tus necesidades y expectativas en nuevas relaciones ayuda a construir conexiones más seguras.

            Reconocer patrones de alerta, no suposiciones: Diferenciar entre señales reales de problemas y la proyección de experiencias pasadas.

  1.       Apoyo profesional

            Una psicóloga especializada en problemas de pareja puede ayudarte a abordar los miedos asociados con la confianza y a construir un enfoque saludable para relaciones futuras.

Factores que complican la ruptura

  • Duración y naturaleza de la infidelidad: Una relación emocional a largo plazo puede ser percibida como más dolorosa que un acto puntual.
  • Negación o minimización: Cuando la pareja infiel no reconoce el daño causado, puede dificultar el proceso de cierre.
  • Relaciones con hijos: Si hay hijos, el impacto emocional puede extenderse a la dinámica familiar.
  • Presión social o familiar: Los juicios externos pueden intensificar los sentimientos de culpa o vergüenza.

Cómo afrontar una ruptura de pareja por infidelidad

  1.       Aceptar las emociones: Es normal experimentar una montaña rusa emocional. Permitirse sentir tristeza, rabia, decepción o incluso alivio es clave para sanar. La represión de estas emociones puede prolongar el sufrimiento.
  2.       Establecer límites claros: Si la comunicación con la expareja es necesaria (por hijos o asuntos legales), es importante establecer límites para evitar discusiones innecesarias o situaciones que perpetúen el dolor.
  3.       Evitar la búsqueda de culpables: Aunque es natural buscar explicaciones, es importante comprender que la infidelidad es una decisión de quien la comete y no una consecuencia directa de las imperfecciones de la relación o de uno mismo.
  4.       Reconstruir la autoestima: Una de las mayores heridas de la infidelidad es la pérdida de confianza en uno mismo. Trabajar en la autocompasión y enfocarse en fortalezas personales ayuda a recuperar el equilibrio emocional.
  5.       Evitar decisiones impulsivas: Tomarse el tiempo necesario para procesar la situación antes de tomar grandes decisiones sobre el futuro, como mudarse o comenzar una nueva relación.

Para superar una ruptura de pareja por infidelidad se puede necesitar

  • Reconocer y procesar el dolor sin precipitar decisiones.
  • Buscar apoyo psicológico especializado para trabajar el impacto emocional.
  • Aprender a separar la identidad personal del acto de infidelidad de la pareja.

Cómo afrontar la relación con los hijos tras una ruptura de pareja por infidelidad

La infidelidad puede complicar el proceso de separación en familias con hijos. La prioridad debe ser proteger su bienestar emocional.

  1.       Comunicación adecuada según la edad

            Evitar detalles innecesarios: Los hijos no necesitan saber los motivos específicos de la separación, especialmente si implican infidelidad.

            Enfocarse en lo que permanece constante: Reafirmarles que ambos padres seguirán queriéndolos y estando presentes en sus vidas.

            Respuestas honestas y simples: Si preguntan, brindar explicaciones adecuadas a su nivel de comprensión.

  1.       Mantener la neutralidad

            Evitar hablar mal del otro progenitor: Los hijos no deben sentir que deben «elegir bandos».

            Gestionar las emociones propias: Buscar apoyo para expresar la ira o el dolor fuera del entorno de los hijos.

  1.       Fomentar la estabilidad emocional

            Establecer rutinas claras: Les ayudará a sentir seguridad durante el proceso de transición.

            Abrir un espacio para sus emociones: Permitirles expresar sus sentimientos, ya sea tristeza, enojo o confusión.

            Consultar a una psicóloga/o especializada en niños y adolescentes (si es necesario): La psicóloga especializada en niños y adolescentes puede ayudar a tus hijos a abordar el impacto emocional que puedan experimentar con la separación o divorcio de los padres, ayudando que pueda seguir ser siendo hijo y no intentar asumir un rol que no le toca.

El rol de una psicóloga experta en ruptura por problemas de fidelidad

La terapia es un recurso valioso para gestionar la ruptura de pareja cuando hay infidelidad. Una psicóloga experta puede:

  1.       Ayudar a procesar el dolor

            Crear un espacio seguro para hablar abiertamente sobre las emociones asociadas con la traición.

            Facilitar la expresión de sentimientos como ira, tristeza o miedo sin juzgar.

  1.       Ofrecer herramientas para manejar pensamientos intrusivos

            Trabajar en la regulación emocional y en técnicas para evitar la rumiación constante.

  1.       Reestructurar creencias dañinas

            Explorar creencias como «No soy suficiente» o «Todas las relaciones terminan mal» y reemplazarlas por una narrativa más saludable.

  1.       Fomentar el cierre emocional

            Ayudar a entender el porqué de la infidelidad desde una perspectiva neutral y constructiva, evitando quedar atrapado en el resentimiento.

  1.       Preparar para nuevas relaciones

            Trabajar en el restablecimiento de la confianza, tanto en uno mismo como en los demás.

            Enseñar estrategias para establecer límites y comunicar necesidades de manera efectiva en futuras relaciones.

 

Superar una ruptura por infidelidad no es un camino lineal, pero con el apoyo adecuado, puedes transformarlo en una oportunidad para crecer, fortalecer tu autoestima y construir una vida más plena.

 

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¿Por qué no recuerdo mi infancia? El impacto del trauma en el cuerpo y en la vida adulta
¿Por qué no recuerdo mi infancia? El impacto del trauma en el cuerpo y en la vida adulta 800 800 Sandra Ribeiro

¿Por qué no recuerdo mi infancia? El impacto del trauma en el cuerpo y en la vida adulta

¿Te cuesta recordar tu infancia? ¿Sientes que algunos momentos importantes están cubiertos por una niebla? Tal vez alguien te cuenta anécdotas de cuando eras niño/a y te sorprendes de no recordarlas. Si es así, no estás solo/a.

Posibles causas

  •       ¿Has crecido en un entorno difícil, en un hogar disfuncional?
  •       ¿Tus padres o cuidadores tenían una relación conflictiva y/o de violencia?
  •       ¿Sentías que cada día era una lucha para seguir adelante?

 Si has pasado por algo parecido y no te acuerdas de tu infancia, no significa que haya algo «mal» en ti, sino que tu cuerpo y mente estaban enfocados en sobrevivir.

¿Por qué no recuerdo mi infancia?

Cuando crecemos en un ambiente lleno de conflictos, estrés o incluso violencia, nuestra mente prioriza protegernos. En vez de registrar recuerdos detallados, nuestro sistema nervioso se enfoca en mantenernos a salvo. Esto puede provocar que tengamos pocos recuerdos conscientes de esos años. En su lugar, el cuerpo retiene la memoria en forma de sensaciones, miedos o comportamientos.

Cuando vivimos en hogares caóticos, nuestro cerebro solo tiene espacio para enfocar en la supervivencia. De esta forma, no conseguimos recordar nuestra infancia porque estábamos bloqueados/as o disociados/as para protegernos y lidiar con el estrés.

El cuerpo no olvida

Aunque no recuerdes exactamente lo que pasó, tu cuerpo lo recuerda. Tal vez te asustas fácilmente, sientes ansiedad constante o tienes dificultad para confiar en las personas. Estas son señales de que tu sistema nervioso está alerta, porque alguna vez aprendió que el mundo no era un lugar seguro.

Cuando atravesamos experiencias difíciles en la infancia, especialmente en un hogar caótico o lleno de conflictos, nuestro cuerpo actúa como un refugio silencioso. Si bien nuestra mente puede bloquear o minimizar esos recuerdos para protegernos, nuestro cuerpo sigue llevando las huellas de esas vivencias, como un archivo que guarda todo lo que sentimos, pero no pudimos expresar.

¿Cómo guarda el cuerpo el trauma?

El trauma no solo vive en nuestra memoria; también se almacena en nuestro sistema nervioso, músculos y sensaciones corporales. Si creciste en un entorno donde te sentías inseguro o en peligro, tu sistema nervioso aprendió a estar en alerta constante. Esto puede manifestarse de muchas maneras:

  • Tensión muscular constante, como si estuvieras siempre «preparado para lo peor».
  • Sensación de vacío o desconexión, como si estuvieras separado de tus emociones y cuerpo.
  • Hipersensibilidad a ciertos ruidos, tonos de voz o situaciones que te recuerdan al pasado, incluso sin que seas consciente de ello.

Esto sucede porque, en su momento, tu cuerpo intentó protegerte. Cuando no había espacio para procesar lo que vivías, tu cuerpo asumió la tarea de guardar esas emociones no expresadas. El problema es que, si no se libera esa energía acumulada, el trauma sigue actuando en segundo plano, como una alarma que nunca se apaga.

El impacto del trauma en las relaciones en la vida adulta

El trauma que no se procesa no solo afecta cómo nos sentimos con nosotros/as mismos/as, sino también cómo nos relacionamos con los demás. Esto puede aparecer en forma de patrones que, aunque parecen inexplicables, tienen raíces profundas en las experiencias de la infancia:

  1. Dificultad para confiar en las personas: Si creciste en un entorno donde no te sentías seguro, es natural que, como adulto, te cueste creer que los demás puedan ofrecerte apoyo o cariño sincero. Esto puede llevarte a mantener distancia emocional o, por el contrario, a buscar constantemente pruebas de que los demás no te abandonarán.
  2. Miedo a los conflictos: Si los desacuerdos en tu hogar eran intensos o violentos, tu cuerpo puede asociar cualquier discusión con peligro. Esto puede hacer que evites confrontaciones o que te sientas extremadamente ansioso en situaciones de tensión.
  3. Ansiedad en las relaciones románticas: Las relaciones cercanas pueden activar recuerdos inconscientes de cómo te sentías con tus cuidadores. Tal vez temas ser rechazado o te sientas inseguro incluso cuando la relación es saludable. Este patrón puede sabotear relaciones importantes si no se aborda.
  4. Hipervigilancia emocional: Algunas personas se vuelven muy sensibles a los cambios en el tono de voz, las expresiones faciales o el estado de ánimo de los demás. Esto puede ser agotador y afectar la capacidad de relajarse y disfrutar de las interacciones.

La terapia como camino de sanación del trauma

La buena noticia es que, aunque el cuerpo guarda el trauma, también tiene la capacidad de liberarlo.

Sanar del trauma no es un proceso lineal ni inmediato, pero es posible. Muchas personas han logrado transformar su vida y sus relaciones al trabajar con sus emociones y las señales de su cuerpo.

El primer paso es entender que estas respuestas no son «fallos» tuyos, sino estrategias que tu cuerpo desarrolló para protegerte. A partir de ahí, la terapia puede ayudarte a:

  • Reconocer y liberar las tensiones acumuladas en tu cuerpo.
  • Identificar patrones en tus relaciones y entender su conexión con tu pasado.
  • Crear nuevas maneras de relacionarte contigo mismo/a y con los demás, desde un lugar de mayor calma y confianza.

En terapia, no necesitamos forzarte a recordar todo lo que viviste. El objetivo no es revivir el pasado, sino entender cómo esas experiencias están afectando tu vida hoy y ayudarte a encontrar alivio.

Aunque no puedas cambiar el pasado, puedes aprender a vivir con más calma y confianza en el presente. La terapia es un espacio donde no estás solo, donde tu historia importa y donde puedes empezar a sanar.

Si te identificas con lo que has leído, no tienes que enfrentar este camino solo/a. Si sientes que este puede ser tu momento para sanar, estamos aquí para acompañarte. En el Centro de Psicología Sandra Ribeiro, encontrarás psicólogas especializadas en trauma y un espacio seguro y acogedor donde podemos explorar juntos/as el camino hacia tu bienestar emocional y, poco a poco, puedes reencontrarte contigo mismo/a y construir relaciones más auténticas y saludables.

 

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Rol de la hija perfecta
Demasiado madura para mi edad: El coste emocional de ser la hija perfecta. 800 800 Sandra Ribeiro

Demasiado madura para mi edad: El coste emocional de ser la hija perfecta.

La sociedad a menudo premia a las niñas y niños que parecen «maduros para su edad», sin detenerse a pensar en el coste emocional que esto implica. Ser «la hija que no dio problemas» puede parecer un logro, pero a menudo refleja una infancia en la que se ignoraron necesidades emocionales y límites personales. En este artículo quiero explorar contigo cómo ese rol ha afectado tu bienestar físico y emocional en la vida adulta.

El rol de la hija perfecta: ¿Cómo se forma?

En muchas familias, las dinámicas están marcadas por la necesidad de orden y estabilidad. Cuando hay conflictos, dificultades emocionales o circunstancias adversas, las niñas pueden ser inconscientemente empujadas a asumir roles adultos. Profundizar en el origen del rol de la «hija perfecta» es clave para comprender su impacto a lo largo de la vida. 

1. Expectativas familiares y roles asignados

  • El estabilizador emocional: La hija que media, calma tensiones y evita conflictos.
  • La fuente de orgullo: Se espera que siempre tenga buenos resultados académicos, una actitud impecable o una madurez excepcional para «compensar» problemas familiares.
  • El soporte del adulto: A veces, los padres transfieren preocupaciones o responsabilidades que no corresponden a los hijos.

2. Mensajes sutiles que refuerzan el rol

Desde pequeñas, estas niñas reciben mensajes explícitos e implícitos que las moldean:

  • «Eres tan madura para tu edad».
  • «Sabía que podía contar contigo».
  • «No como tu hermana/hermano, tú nunca das problemas».
  • «No llores, eso no es para tanto».
    Estos comentarios, aunque parezcan halagos o consejos bienintencionados, refuerzan la idea de que sus necesidades emocionales no son tan importantes como las de los demás.

3. Ignorar las emociones propias para priorizar las de los demás

Estas niñas aprenden que expresar emociones como tristeza, enojo o miedo puede generar más problemas en un entorno ya tenso. Por ello:

  • Desarrollan un hábito de autocensura emocional, aparentando fortaleza.
  • Adoptan una postura de hipervigilancia, siempre pendientes de cómo están los demás.
  • Reprimen necesidades naturales, como el juego, la curiosidad o la espontaneidad.

4. Dinámicas familiares comunes

El contexto familiar puede variar, pero hay patrones que tienden a repetirse:

  • Padres sobrecargados emocionalmente: Que delegan en sus hijos responsabilidades emocionales, incentivando que una hija adopte el papel de «hija perfecta» para mantener el equilibrio familiar.
  • Entornos conflictivos o inestables: Donde la hija intenta mantener la paz para evitar que las tensiones escalen.
  • Falta de validación emocional: Las emociones del niño se minimizan, se ignoran o se etiquetan como inconvenientes.

5. Influencia cultural y de género

Las expectativas sobre las niñas a menudo son diferentes a las de los niños:

  • A las niñas se les enseña a ser cuidadoras, empáticas y «fáciles de llevar».
  • Se premia el sacrificio y la responsabilidad temprana en detrimento de la diversión o la exploración de sus propios deseos.

6. ¿Por qué este rol es tan difícil de soltar?

  • Está profundamente arraigado en la identidad: ser la «hija perfecta» se convierte en sinónimo de valía personal.
  • Dejar de cumplir con estas expectativas puede generar culpa y miedo al rechazo.
  • Muchas de estas creencias no son cuestionadas hasta la adultez, cuando los costos emocionales y físicos empiezan a ser ineludibles.

El impacto en la vida adulta

  • Dificultad para descansar: Vivir siempre en estado de alerta puede hacer que relajarse se sienta como algo «prohibido».
  • Incapacidad para pedir ayuda: Sentir que las propias necesidades son una carga para los demás.
  • Control como mecanismo de defensa: Una búsqueda constante de controlar el entorno para sentirse segura.
  • Vivir desconectada de las emociones: Ignorar emociones durante años lleva a no reconocerlas ni expresarlas.
  • Normalizar el agotamiento: Vivir cansada, preocupada y estresada como el «estado natural».

Testimonios

La hija cuidadora

«Desde los 10 años sentí que era responsable de mi madre. Ella me contaba sus problemas con mi padre, y yo trataba de darle consejos o consolarla. Nunca se me ocurrió que eso no era algo que me correspondiera. Ahora, a mis 30 años, sigo sintiéndome responsable de resolver los problemas de todos, incluso cuando me agotan.»
— Ana, 31 años (nombre ficticio)

La hija responsable

«Siempre fui la que sacaba las mejores notas, la que organizaba la casa cuando mis padres trabajaban, la que cuidaba a mis hermanos. Me acostumbré tanto a ese rol que ahora, si no estoy haciendo algo productivo, siento que no tengo valor. Estoy trabajando en aprender a descansar sin culpa.»
— Laura, 28 años (nombre ficticio)

La hija en alerta constante

«Mi padre tenía un carácter muy fuerte, y yo hacía todo para que no se enfadara. Si había tensión en casa, me encerraba en mi cuarto, pero estaba siempre atenta a los ruidos y al tono de las voces. Ahora me doy cuenta de que vivo en alerta, incluso cuando todo está bien. Es como si mi cuerpo no supiera relajarse.»
— María, 35 años (nombre ficticio)

La hija madura antes de tiempo

«Mis padres siempre me decían: ‘Eres tan madura para tu edad’. Yo pensaba que eso era algo bueno, pero ahora entiendo que me forzaron a serlo porque no podían manejar sus propios problemas. Hoy, con 40 años, estoy aprendiendo a pedir ayuda y a dejar de ser la adulta en todas mis relaciones.»
— Sofía, 40 años (nombre ficticio)

Sanar desde la raíz: abrazar a tu niña interior

  • Reconocer el sufrimiento: Validar el dolor y la soledad que se vivieron en la infancia.
  • Reescribir la narrativa: Dejar de verse como «la fuerte» y permitirse ser vulnerable.
  • Aprender a pedir ayuda: Romper el mito de la autosuficiencia como sinónimo de éxito.
  • Crear espacios para el descanso: Ver el autocuidado como una prioridad, no un lujo.

Ejercicios para reconectar con tu niña interior

  1. Escribirle una carta: Hablar con tu niña interior, pedirle perdón y prometer cuidarla.
  2. Mindfulness: Practicar estar presente en el cuerpo, especialmente cuando surgen emociones difíciles.
  3. Terapia psicológica: Buscar apoyo profesional para trabajar patrones de comportamiento y creencias limitantes.
  4. Juegos y creatividad: Recuperar actividades que disfruten juntas (dibujar, bailar, jugar).

Ser «la hija perfecta» o «la hija que no dio problemas» no es una identidad fija, sino un rol que puede ser transformado. Abrazar a tu niña interior, validar su dolor y cuidarla es el primer paso para construir una vida más plena, conectada y auténtica. Si crees que no puedes realizar ese proceso sola, te podemos ayudar y acompañar a través de este camino hacia tu crecimiento emocional y personal.

Invitación a reflexionar: ¿Te identificas con alguno de los roles del artículo?

Es posible que, al leer este artículo, te hayas reconocido en algunas de las historias o sentimientos descritos. Este es un buen momento para detenerte y reflexionar sobre cómo este rol ha podido influir en tu vida.

 

La hija perfecta - Preguntas para reflexionar...

La hija perfecta - Preguntas para reflexionar...

DEMASIADO MADURA PARA MI EDAD: EL COSTE EMOCIONAL DE SER LA HIJA PERFECTA
Lee y contesta las siguientes preguntas. Si no quieres, no hace falta que nos las envíes. El objetivo de estas preguntas es para hacerte reflexionar.
1. Sobre tu infancia:
¿Qué mensajes recibiste de tus padres o cuidadores sobre tus emociones?
Cuéntanos lo que te acuerdes o cómo lo has vivido
¿Te sentías responsable de resolver problemas familiares o emocionales?
Cuéntanos lo que te acuerdes o cómo lo has vivido
¿Recuerdas haber reprimido tus necesidades para evitar conflictos o no "molestar"?
Cuéntanos lo que te acuerdes o cómo lo has vivido
2. Sobre tu vida adulta:
¿Te cuesta pedir ayuda o aceptar apoyo de los demás?
Cuéntanos lo que te acuerdes o cómo lo has vivido
¿Sientes culpa cuando intentas descansar o priorizarte a ti misma?
Cuéntanos lo que te acuerdes o cómo lo has vivido
¿Notas una tendencia a querer controlar todo a tu alrededor?
Cuéntanos lo que te acuerdes o cómo lo has vivido
3. Ejercicio práctico
Escribe una carta a tu niña interior (la niña interior es una representación simbólica de nuestra infancia)
Dedica unos minutos a escribirle a esa versión más joven de ti misma. Háblale desde la empatía, reconoce su esfuerzo y dile lo que necesitas que escuche. Aquí tienes un ejemplo: "Querida niña interior, sé cuánto te esforzaste por ser fuerte y resolverlo todo. Hoy quiero decirte que lo siento, que merecías descansar, jugar y expresar tus emociones. Ahora estoy aquí para cuidarte, y te prometo que no estás sola."
¿Quieres compartirnos tu historia para ayudar a otras personas? Recibirás un comentario de nuestra directora Sandra Ribeiro
No publicaremos tu historia (a menos que nos des el permiso explícitamente. Aunque nos des el permiso, no la publicaremos con nombre). ¿Te has sentido identificada con nuestro artículo? Te invito a compartir tu experiencia o reflexiones. No estás sola en este camino. Dar voz a tu historia puede ser el primer paso hacia la sanación.
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Sandra Ribeiro

Psicóloga General Sanitaria (M-34885)

Profesora del Dpto. de Psicología de la Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la UNED

Profesora del Máster en Psicología General Sanitaria de la Universidad Villanueva

Responsable de formación y supervisora de casos clínicos en el Servicio de Psicología Aplicada (SPA) de la UNED

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